Crítica: Arctic Monkeys "Humbug"

Es complicado no dejarse llevar por la excitación del momento y acelerarse a escribir la crítica de un disco en las primeras escuchas pero también es cierto que hacerlo desde las trincheras del paso de los años es fácil, muy fácil. Si hubiese escrito esta crítica hace cuatro años, posiblemente, mi percepción sobre "Humbug "(2009) habría sido muy diferente después de haber sido deslumbrado con un primer disco y aburrido con un complaciente segundo. Por mucho que a algunos les disguste, "Whatever People Say I Am, That's What I'm Not" (2006) siempre será la referencia ineludible en la carrera de los de Sheffield y "Favourite Worst Nightmare" (2007), aunque tenga buenos temas, no deja de ser los restos del naufragio del primero, me explico por si alguien no lo sabe todavía: para el primer disco, un grupo novel tiene toda la vida para componer sus canciones, para ensayarlas y tocarlas, además de todas sus vivencias de juventud para completar las letras. Pero después del "hype", para un segundo disco (la dura y crucial prueba en la que, cuando el artista falla en el blanco, se le denomina "síndrome del segundo disco") la cosa cambia; la discográfica presiona por repetir el éxito del primero (cuando, en la mayor parte de los casos, lo único que quiere es aprovechar esos cinco minutos de rentabilidad y alargar la vida antes del estertor) y, entre concierto y concierto y una apretada agenda con la que seguir poniendo huevos de oro, casi todas las bandas intentan repetir la fórmula plagiándose a sí mismos y rescatando descartes o canciones olvidadas durante los ensayos de su primer disco. La gran mayoría suspende y para el tercer álbum suelen firmar su certificado de defunción, alguno de los amigos abandona el barco, publican un DVD, un directo, un recopilatorio, un descanso (igual un disco en solitario de alguno de los miembros, a poder ser del cantante o guitarrista) para volver, intentar repetir la fórmula anunciándolo como un "regreso a los orígenes" y terminar separándose en el quinto o sexto disco. ¿No les suena esta historia? Se me ocurren, al menos, una docena de grupos de la última década que ilustran este ejemplo o están a punto de cumplirlo. Que la industria actual y el consumismo vertiginoso al que nos abocan no deje crecer a los grupos es otra historia...

Pero Alex Turner es inteligente y, aunque cayeron en la trampa de un segundo disco predecible y facilón con el que, de paso, también hicieron caer a muchos críticos que aseguraban que era aún mejor que "Whatever People Say I Am, That's What I'm Not" Turner probó de nuevo las mieles del éxito con un jodidamente magnífico disco como "The Age of the Understatement" (2008) con Miles Kane y quizá, sólo quizá, allí se dio cuenta de que no tenía por qué conformarse con intentar repetir una y otra vez un "I Bet You Look Good on the Dancefloor" o "The View from the Afternoon" y había vida en "Red Light Indicates Doors Are Secured", el mundo estaba preparado para recibir a otro Paul Weller o incluso un Scott Walker. Cuentan que a Alex Turner la inspiración le vino cuando asistió aquel año al Latitude Festival (con Sigur Rós, Franz Ferdinand e Interpol como cabezas pero también Nick Cave con sus Grinderman, Seasick Steve, The Mars Volta o Tindersticks) y volvió con la cabeza llena de riffs. Pero sería demasiado sencillo creer que ése fue el único ingrediente de "Humbug", siquiera el principal. Josh Homme escuchó la maqueta de "Dance Little Liar" (Laurence Bell de Domino Records sugirió el ex-Kyuss a los ingleses) su ayuda como gurú y en la producción junto a James Ford fue determinante. Resumiendo: un segundo disco que no cubrió las expectativas de muchos (incluidos el propio grupo que necesitaba cambiar de rumbo urgentemente), el inesperado éxito de The Last Shadow Puppets, las necesidad de Turner de escribir canciones y riffs diferentes, su ansia por desmarcarse de sus dos primeros discos, crecer y los consejos de Josh Homme, hicieron que los monos del ártico madurasen en cuestión de dos años. ¿Alguien se imagina al Alex Turner de "Humbug" dando calabazas a Kate Moss como sí hizo tres años antes? Mejor aún, imaginen lo que diría el de "Suck It and See" (2011). Para llegar a "Humbug", los niños tuvieron que crecer a marchas forzadas (si no, presten atención a "Pretty Visitors").

Y todos los que escuchamos "Crying Lightning" con aquel bajo farragoso y denso, aquellas guitarras estrangulándose y escalando como si fuese un Jazz de orquesta de barco, nos cautivaron. El videoclip ayudaba a darle la atmósfera siniestra que necesitaban, como si Turner y los suyos fuesen los protagonistas de un cuadro de Géricault, mientras el estribillo rezaba: "Tus pasatiempos consistían en lo más extraño y retorcido. Me encantaba ese pequeño juego al que llamaste ‘Relámpago de Lágrimas’ y como te gustaba putear al hombre de los helados en las tardes de lluvia" para acabar en un solo sinuoso, tan impropio de ellos, y que pronto se veía interrumpido por un batería que parecía entrar en bucle. Desde luego, la presencia de Homme les había hecho dar un giro tan brutal como pasar de cantar por los Kinks a parecer que acababan de pasar una noche en el Rancho de la Luna puestos de peyote hasta las cejas. Pero es que no andábamos muy desencaminados porque si habían empezado a grabar en los RAK Studios de Londres, se largaron a la Leeders Farm intentando olvidarse de la influencia de los dos primeros álbumes, terminaron en pleno desierto de Mojave, en el mítico rancho californiano en el cual Homme y sus músicos viven por y para la música en un ambiente distendido místico, festivo y con el espíritu de Gram Parsons flotando en el ambiente mientras consumen chili con carne y tequila. Alejados del frío inglés, los Arctic Monkeys entraron en calor y no hicieron otra cosa que tocar, tocar y tocar. 

A pesar de todo ello, "Crying Lightning" no fue un éxito. ¿Era lo que querían? Posiblemente. "My Propellar" no ayudaba, "Humbug" se abría con unas guitarras gloriosas pero lejos de los energéticos primeros singles. Rock clasicón, con coros en falsete y, de nuevo, acordes farragosos, más cercano al fuzz de Hendrix que a The Jam. Lo curioso es que se largaron del rancho y se metieron con Ford de nuevo en los Mission Studios de Brooklyn para descubrir que el espíritu de Homme y el desierto les acompañaban y las canciones sonaban más y más oscuras cada día.

"Dangerous Animals" arranca con un cántico más cercano a la música negroide y pronto Turner se descubría cuando deletrea, de manera arrastrada, el estribillo: "I'm pinned down by the dark, A N I M A L. Makes my head pirouette, more than I would be willing to confess. D A N G E R O U S" en una pirueta lírica digna de un letrista con décadas de experiencia y no de un mocoso en su tercer disco. Como engañosos son los coros de inicio de "Secret Door" para confirmarnos que Morrissey y Marr son referencia ineludible por mucho que Matt Helders nos haga creer que su ritmo sincopado les aleja de los Smiths, basta escuchar el fraseo de Turner en la primera frase de la canción: "Fools on parade, cavort and carry on for waiting eyes. That you would rather be beside than in front of but she's never been the kind to be hollowed by the stares" y nos hace creer que Moz se ha apropiado de su garganta en la inflexión e incluso la modulación.

"Potion Approaching" (atraco a mano armada al riff de "Very Ape" de Nirvana, por cierto) es el fiasco de "Humbug" y la que lo divide en dos aunque el juego de voces sea verdaderamente magistral y cómo solapan los cambios entre la estrofa y el estribillo, para entrar de nuevo en el sueño de "Humbug" con la evocadora "Fire And The Thud" (dedicada a Alexa Chung) que baja las revoluciones alarmantemente y amenaza con acabar con las buenas intenciones de este tercer disco a pesar de tener un puente estupendo y sepan hacerla llegar al clímax en los versos finales a modo de mantra. "Cornerstone" es una de las mejores del disco (con un video sencillo pero magnífico, realizado para hacer historia gracias a esa estética tan conseguida) y, aunque de nuevo el puente es delicioso, la mejor parte es cuando Turner parece confesarse: "And I elongated my lift, oh, yeaah, I let him go the long way 'round. I smelt your scent on the seat belt and kept my shortcuts to myself" y nos hace a todos meternos en su piel y sufrir esa ausencia como el que más. Pero la sorpresa definitiva es cuando en "Dance Little Liar" suenan como los ingleses Cousteau y las guitarras se llenan de distorsión y trémolo para que Turner recite, para que Helders vuelva a hacer de las suyas con un ritmo pesado y el ambiente sea asfixiante, genial. Para acabar, dos joyitas más: "Pretty Visitors", incendiaria y contundente (magnífica sección rítmica) con la voz de Turner distorsionada (una bomba de relojería en directo que todavía siguen intepretando) y "The Jewellar's Hands" haciéndoles explorar terrenos desconocidos aunque no en la voz que, por suerte o por desgracia, suena de nuevo a Moz por los cuatro costados jugando con dos tonalidades al mismo tiempo: una grave y otra más alta.

En directo, aquellos niños habían crecido y la gira fue tan oscura como el propio "Humbug", aunque recurriesen a los singles del primer disco, disfrutaban descolocando a sus fans con "Red Right Hand" de Nick Cave (incluida en la edición japonesa) o con Turner liberándose de la guitarra en algunas canciones y comenzando a soltarse como si estuviese en un grupo Soul y se sintiese como Al Green para, poco después, protegerse en su pelo largo,  aferrándose a su Fender. Su tercer álbum no es su mejor obra pero sí un pequeño punto de inflexión en el cual pudimos vislumbrar que iban en serio y sabían qué camino debían tomar. Atrás quedaron los Arctic más saltarines mientras su cantante repetía "Suck It And See" dos años antes de llamar así a su próximo disco. Si dentro de veinte o treinta años un chaval me pregunta por los mejores discos de los Arctic Monkeys no sé qué podré decirle y cómo habrá evolucionado la carrera de los de Sheffield pero estoy seguro de que les mencionaré "Whatever People Say I Am, That's What I'm Not" y sí, este "Humbug".

© 2014 Conde Draco