Crítica: Joe Strummer "The Future Is Unwritten"

Un buen amiguete mío, llamado Carlos, y yo buceábamos en discos de los que no teníamos ninguna referencia -a falta de un hermano mayor que nos guiase por las intrincadas aguas de la música- excepto lo leído en algún que otro libro sobre la historia del rock y así pasamos de Buffalo Springfield al "London Calling" de The Clash, teníamos tan sólo catorce años. A él le gustaba "Spanish Bombs" y a mí "Hateful", pronto llegaría la ola del rock alternativo pero nosotros llevábamos algo de ventaja sobre nuestros compañeros de clase, veníamos de haber escuchado a Strummer, Jones, Simonon y Topper. Nos compramos unas guitarras eléctricas y nunca más volvimos a ser los mismos. "London Calling" (1979) y toda la discografía de The Clash serían imprescindibles para mí.

A Joe Strummer le gustaban las hogueras pero de un modo simbólico. No hay nada como sentarse en torno una buena fogata y charlar, pasarse la bebida, la comida, los cigarrillos y contar historias, conocerse, abrirse y desnudarse, como si fuese un rito chamánico. Como fan de The Clash y de Joe Strummer en particular, me gusta pensar que Joe encontró la paz al final de sus días y así se nos revela en "The Future Is Unwritten" ("El futuro no está escrito") del 2007, aquí estúpidamente traducida como "Joe Strummer: Vida y muerte de un cantante" y es que me niego a ver a Joe como un mero cantante como revela el título. John Graham Mellor , nacido en Turquía por el traslado de su padre, un diplomático de clase media, era, ante todo, un tipo auténtico, un gran músico, un visionario, un magnífico letrista, un líder nato, un artista y, sobre todo (quizá lo más importante) una gran persona. Era punk, rockero, rockabilly, reggae, cantautor, diseñaba, pintaba... Sus influencias y gustos eran tan dispares como ricos y eso se dejó notar en la música de The Clash; hay tanto punk como rock, nuevaolero, reggae, pop, ska como dance y hasta skiffle. Puede sonar ridículo pero cada vez que pincho un disco de ellos se me inunda el paladar de sabores de todo tipo de músicas y géneros, con la música de Strummer viajo a distintos países, se me llena el oído de especias y de fuerza, de mucha fuerza. Y eso es lo que transmite el documental de Julian Temple, del que no diré nada malo en esta ocasión porque, aunque por lo general, no me gusta cómo dirige la historia y como pasa de puntillas y mal por algunos de los capítulos más ricos de Joe, en general deja un buen sabor de boca.

Ahí tenemos sus comienzos hippies, con los ingenuos The Vultures o los más serios 101ers y los squats londinenses, su vida disipada, su voracidad cultural y sus ganas de éxito (que no de dinero), su increíble transformación tras el reclutamiento por parte de Bernie Rhodes y el imparable ascenso junto a los simpáticos Mick Jones, Paul Simonon y Topper Headon.

Lo que viene después es el éxito de cuatro chicos que trabajaron duro durante años para conseguir el reconocimiento que luego no supieron digerir. The Clash parieron cuatro discos enormes; "The Clash" (1977), "Give 'Em Enough Rope " (1978), "London Calling" (1989), "Sandinista!" (1980) , uno sobresaliente, "Combat Rock" (1982) y uno menos inspirado que sirvió de auténtico epitafio y despedida "Cut The Crap" (1984).

¿Qué grupo es capaz de publicar cuatro obras maestras (entre ellas un doble y  triple), reventar las listas con un quinto mientras giran sin descanso por todo el mundo con toda la presión mediática sobre ellos y que no les afecte? 

Echaron a Topper y a Mick Jones y ya nada volvió a ser como antes, The Clash moría tras publicar una docena de singles que subieron en las listas como la espuma y Strummer desapareció. Participó en películas y bandas sonoras (como la de "Walker"), recorrió medio mundo y pasó en Granada, sí en Granada, algunos de los mejores días de su vida (hasta tal punto ha sido importante su paso por la ciudad que pronto tendrá una calle, imagínense...). Y aquí es cuando viene mi pequeña gran indignación con el Sr. Temple porque, por lo visto, realizó muchas entrevistas en España de las cuales no hay ni rastro. La historia de Strummer perdido en la preciosa Granada tras las huellas de Lorca es hipnótica, surrealista, roza la poesía y el mito pero lo mejor es leer (gracias a internet) muchos de los testimonios y la gente que le conoció y le trató. Como tampoco se menciona en ningún momento su producción del disco de nuestros 091, "Más de cien lobos" (1986) una maravilla de álbum en el que Joe creyó (y que desde aquí os recomendamos porque tanto el grupo como el disco han sido injustamente olvidados). ¿Dónde está ese Joe Strummer en este documental? En ningún lado, por supuesto.

Sin embargo, lo que sí tenemos son los testimonios, en torno a una hoguera, de algunos de sus músicos y antiguos compañeros (de los 101ers o The Mescaleros), novias y amigos como Cusack o el genial Steve Buscemi, Bobby Gillespie o el oportunista Bono, el que se dejó la poca alma de punk que le quedaba en 1979 cuando plagió descaradamente el riff de "Police On My Back" para su "I Will Follow" (¿cómo es posible que, a día de hoy, nadie haya dicho nada todavía?) y se empeña en hacer estúpidas metáforas sobre el oficio de componer de Strummer y nos cuenta por vigésima vez que su primer concierto fue de The Clash frente a una hoguera que le queda tan ajena como la falsa humildad que se gasta últimamente. Sorprende no ver a Simonon mientras que sí tenemos a un Topper plenamente rehabilitado con cierto sentimiento de amargura cuando relata cómo le echaron y usaron su base para "Rock The Casbah" y a Mick Jones, por encima de todo y con la perspectiva que dan los años, hablar de Joe con cariño.

Porque al final del documental, cuando uno ya tiene una idea muy general de lo que fue la vida de Joe Strummer, es cuando nos percatamos de que la errónea traducción de "Vida y muerte de un cantante" no podía haber sido más desacertada. Joe, por encima de "un simple cantante", era una bella persona que murió en paz (aunque, por desgracia para todos nosotros, de manera prematura) y con la lección bien aprendida. Por suerte, nos queda su música, que no es poco.
© 2012 Cherry García