Crítica: KK's Priest "The Sinner Rides Again"

A estas alturas, está claro que tú y yo tenemos formas diferentes de ver las cosas. Mientras que, a mi parecer, su debut, "Sermons of the Sinner" (2021), es un auténtico subproducto, con todo lo bueno y lo malo que esto conlleva; por ejemplo, supeditar tu carrera y la de tus compañeros de filas a seguir ahondando en la herida que te supone no estar en la banda de la que un día te largaste pensando erróneamente que la fiesta se acababa pero sigues viviendo y en la palestra gracias a ella, reclutar a Ripper Owens -también rebotado de Judas Priest- y fichar a buenos y solventes músicos a tu entero servicio, bajo un nombre que sirve como reclamo (en lugar de comenzar de cero) y que en todos tus actos promocionales saques a pasear el despecho. Por el contrario, KK’s Priest son una buena banda, funcionan bien en directo y sus discos suenan dignos. Pero, cuando escribí mi crítica sobre "Sermons of the Sinner" (2021) quizá me pasé con el arsénico o el azufre y muchos lectores, seguramente muy acertados, prefirieron mirar al dedo en lugar de a la luna y aseguraban que era problema mío, que Downing jamás ha criticado a Judas, jamás ha aprovechado sus entrevistas para intentar volver o avivar el debate y que su debut es una maravilla que les ha marcado de por vida, un auténtico hito en la historia del metal o, más calmados, un disco estupendo que escuchar en bucle en tu coche.

Quizá sea problema mío y la dosis de veneno, en efecto, causó el efecto contrario pero, llegados a este punto, y tras haberlos visto en directo, además de escuchado esta segunda entrega, no voy a administrar con racanería unas cuantas gotas de más e intentaré explicar por qué KK’s Priest son y serán una banda de segunda división, basándome única y exclusivamente en su nuevo álbum, “The Sinner Rides Again”, aunque me resulte inconcebible que alguien alberge sus dudas a estas alturas o piense que exagero. Desde el título, todo evoca a Judas Priest y lo que podría parecer lógico (ya que Downing y Ripper son los principales nombres de la banda) deja de serlo ya que hay otros tres músicos como son A.J.Mills, Tony Newton y Sean Elg que deben supeditar su crecimiento como artistas para proseguir la senda de un metal auténticamente rancio que toma las señales del género hasta convertirlas en una caricatura que nada tiene que ver con los mejores momentos de Judas Priest. “The Sinner Rides Again” se inicia con “Sons of The Sentinel”, un momento épico que, sin embargo, posee la misma originalidad que un botijo, como el resto del álbum, con Ripper Owens (quizá uno de los vocalistas más dotados, pero también uno de los más desaprovechados del metal, una auténtica pena) imitando claramente el tono de Halford, la forma de cantar, frasear las estrofas y estribillos, convirtiendo la escucha de canciones como “Strike Of The Viper” o la tópica “One More Shot At Glory” en una experiencia por la que sentimos estar frente a una banda homenaje o tributo de la principal, logrando que Primal Fear parezcan más originales que los propios KK’s Priest con dos miembros “originales”.

“Reap The Whirlwind” recuerda a "Defenders of the Faith" (1984), paradójicamente, el peor album que jamás haya grabado Downing, si atendemos a una de sus más recientes entrevistas (por supuesto, no es mi opinión, amo ese disco), como “The Sinner Rides Again” o “Keeper Of The Graves” (y su manidísima introducción acústica), prosiguen igualmente caminos ya transitados hace más de veinticinco años, de la misma forma que “Wash Away Your Sins” es todo lo que podrías esperar de esa banda homenaje a Judas que antes mencionaba. ¿Es un problema? ¿A qué viene tanto odio? ¿Es tan mal disco? Volvemos al problema de los encajes; sería mejor disco si Downing no nos condicionase tantísimo con lo que quiere y el despechito habitual, si se molestasen en ser una banda de verdad y crear su propia propuesta olvidándose de la que les parió, si KK’s Priest siguiesen su propia senda y no dependiesen tanto del pasado y la figura de Downing. En lo musical; abuso excesivo de los mil y un riffs ya escuchados hasta la extenuación, solos que suenan a otros solos, abuso de los coros con predominancia de las vocales cuando no hay letra con la que encajarlos o faltan ideas, los mismos recursos de siempre antes de los estribillos, los mismos puentes e introducciones acústicas, las mismas estructuras en todas y cada una de las canciones. En definitiva, nada horrible pero tampoco digno de mención, como para que otras webs los puntúen con cuatro fueguitos, rayitos, manitas cornudas y demás zarandajas, te juren y perjuren que es el mejor disco de metal de los últimos veinte años y prefieran ver en directo a KK’s Priest en lugar de a Judas. Claro que sí, amigos míos, claro que sí, seguid llorando.

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