Siempre que escribo sobre At The Gates me inunda una profunda e insondable pereza por culpa de aquellos que los escuchan actualmente y esos otros que no quieren escuchar su música. Esos que escupen que los suecos están sobrevalorados y pienso, ¿respecto a qué? ¿respecto a In Flames, Lurking Fear, Mozart, Dream Theater, Blood Incantation, Mayhem, Coldplay o qué artista? Esos otros que, innecesariamente, siempre les mentan como los padres del “Sonido Gotemburgo” y aquellos que nacieron en los noventa y aseguran que son los padres de melodeath para justificar cualquier traspiés o, mucho peor, hacerte creer que saben de lo que están hablando. Porque escriba lo que escriba y At The Gates graben y publiquen lo que sea, siempre recibirán los mismos piropos y ataques. Podríamos escribir una plantilla de su crítica y, simplemente, cambiar los títulos del disco y las canciones, que siempre se llegaría a la misma conclusión: “No están a la altura de "Slaughter of the Soul" (1995) o "Terminal Spirit Disease" (1994)”. Y me agota, me agota muchísimo escribir o hablar de At The Gates con el seguidor medio, simplemente prefiero pinchar sus discos y asistir a sus conciertos sin tener que dar muchas explicaciones.
Acepto porque, por otro lado, fui yo quien lo escribió, que "To Drink From the Night Itself" (2018) es un disco medio (que disfrute varias veces en directo y sigo escuchando regularmente), de transición, de visagra (como, acertadamente, ya señalé) entre aquel magnífico retorno "At War With Reality" (2014), que era una copia de "Slaughter of the Soul" de (1995), y que su sonido era demasiado opaco y poco definido por momentos, pero también contenía algunas piezas muy interesantes (que aquí ya son claros apuntes) y un single que era un gancho, "To Drink From the Night Itself", una copia también en papel carbón de "Blinded By Fear”, ante la que nadie se quejó, en directo era efectista y para ellos, imagino, el peaje para enganchar a las nuevas audiencias, ser reconocibles ante la vieja guardia y pedir permiso para probar otras cosas. Pues bien, de aquellos experimentos tenemos un álbum como “The Nightmare Of Being” que resulta ser su trabajo más ecléctico hasta la fecha y en el que ya parece claro que At The Gates quieren moverse hacia delante y probar, sin olvidar su pasado.
Grabado por Jens Bogren, la leyenda que es Andy LaRocque para las guitarras y pistas del bajo, además de Per Stålberg para la voz. “The Nightmare Of Being” requiere de escuchas (sin que esto sea el eufemismo del disco horrendo que hay que meter con calzador para forzarse a uno mismo), abre con acústicas y guitarras dobladas, además de la solista de LaRocque, ¿se puede pedir más? Una apertura épica guiada por la acústica antes de estallar y sonar como sólo At The Gates son capaces. “Spectre of Extinction" posee tanto de death metal melódico como del puntito thrash en los riffs o el loco cabalgar de Adrian Erlandsson, mientras “The Paradox” es un single hecho para sonar, para captar a todos aquellos que esperaban este lanzamiento, es más obvia, suena menos trabajada y abusa de la melodía en la guitarra principal pero, si prestas atención, también encontraras la melodía de la acústica y el trabajo de Erlandsson y Björler. “The Nightmare Of Being”, la canción, comienza de manera intimista, narración e introducción, nudo y desenlace por At The Gates, sonando oscura y afianzando el apartado lírico en los tiempos que nos está tocando vivir, sin embargo, la guitarra solista quiere huir de los suecos y recuerda a la música que le influenció en los setenta. Algo que también se siente en la brillante “Garden Of Cyrus”, ligeramente más compleja, con alma de instrumental, excepcionalmente arreglada y la presencia de un saxo que la separa del resto y dota de elegancia.
"Touched by the White Hands of Death" posee una espíritu plenamente cinemático en su introducción y sirve para cerrar la primera cara antes de Larsson y Stålhammar disparen sus guitarras. Y así se siente “The Fall into Time” cuando parece el comienzo de un segundo álbum, no faltan coros, tampoco arreglos sinfónicos o la voz de Lindberg sonando tan característica en una canción en la que At The Gates parecen estar buscando algo a medio camino entre el rock progresivo y el death, entre su sonido y de Opeth en “Heritage” (2011) cuando, tras casi dos minutos de introducción, y unas pocas estrofas parecen soltarse y fusionar estilos. Algo similar ocurre en el aire gótico de “Cult Of Salvation” y su puente, quizá los últimos estertores de experimentación junto a la prescindible “Cosmic Pessimisim”, antes de que At The Gates regresen a su camino en "The Abstract Enthroned" y, honestamente, una nadería como es la final "Eternal Winter of Reason".
“The Nightmare Of Being” es mejor que "To Drink From the Night Itself", suena espectacularmente bien y es la primera vez que siento que quieren progresar, avanzar y dejar atrás su pasado, sin que ello les pase factura. Algo nada malo si tenemos en cuenta que muchos son incapaces de olvidar lo que grabaron, para bien o para mal. Un disco que, como el anterior, creo que se disfruta a sorbitos a lo largo del tiempo y, aunque no guarde ningún gancho en la recámara, posee grandes momentos e ideas a pesar de los defectos que no puedo negar.