Crítica: AC/DC "Power Up"

Si hace unos años alguien me hubiese dicho que la vida, tal y como la conocíamos, iba a parecer en suspenso, que íbamos a valorar más que nunca abrazar a los nuestros, o recibir un nuevo álbum de AC/DC en nuestras manos, habría pensado que se trata de un relato distópico orwelliano pero, ya ven ustedes, aquí me encuentro; con Eddie Van Halen bajo tierra, usando mascarillas desechables, y abriendo un nuevo disco de mis australianos favoritos, mientras la caja se ilumina y suenan los primeros acordes de “Shot In The Dark”, con Phil Rudd, Cliff Williams y mi querido Brian Johnson de nuevo en el barco. Pero, antes de dedicarle unas pocas líneas a su nuevo álbum, “Power Up”, me gustaría sacudir un poco a toda esa panda de capullos cibernéticos que pueblan las redes; esos descerebrados veinteañeros que se meten con la vieja guardia metalera y a estos últimos que atacan a esos adolescentes que han empezado a escuchar metal, a esas tiñalpas que posan en Instagram haciendo los cuernos y exhibiendo vinilos a los que darán el mismo uso que a un posavasos, a esos capullos y capullas que atacan a AC/DC porque hacen siempre lo mismo y a esos que, desinformados, creen que de la formación dorada sólo queda vivo Angus, a los que se ciscaron en los muertos de Axl Rose por atreverse a cantar con la banda (haciendo un dignísimo papel sobre las tablas), en definitiva de todos aquellos que reducen a AC/DC a una puta caricatura, para bien o para mal, porque amar a la banda es algo que no se puede, ni debiera explicar; o lo sientes o no lo sientes, amigo. AC/DC es un sentimiento; o corre por tus venas o estás jodido. Y quizá porque, poco a poco, casi todo comienza a importarme bastante poco que, fíjense ustedes, soy de los que piensan que les debemos demasiado a Sabbath, a Maiden y, por supuesto, a AC/DC entre muchísimos otros. Que las horas y horas, la capacidad para curar nuestras dolencias y evadirnos de la cruda realidad que han demostrado Johnson, Williams, Rudd, Slade (sí, él también), Stevie y los hermanos Young es para que, como mínimo, muchos se laven la boca antes de hablar de la banda y Frances Farmer baje en llamas para caer sobre todos ellos.

 

Pandemia mundial y AC/DC parecen tener el remedio, “Power Up” no es su mejor disco, pero posiblemente sí el mejor desde "Ballbreaker" (1995) y eso ya es decir mucho. ¿Estoy loco? Llevo demasiado poco en sus trincheras para ser un veterano, pero sí desde aquellos históricos conciertos en Las Ventas, en todas sus giras desde hace veinticinco años, además de estrechar sus manos, como para negarme a la evidencia. “Stiff Upper Lip” (2000) poseía el músculo, “Black Ice” (2008) el single y “Rock Or Bust” (2014) era la excusa para lanzarse a la carretera, pero “Power Up” es la esperanza, la inyección que muchos necesitábamos en estos momentos. Con todo, tampoco me he vuelto loco, “Power Up” es infinitamente mejor que “Rock Or Bust”, posee una unidad y solidez compositivas mayor, se puede escuchar de cabo a rabo sin que uno sienta que pierde fuelle, pero carece de singles, propiamente dichos. Aquí no hay una "Rock 'n' Roll Train" con la que abrir un concierto, pero tampoco una bobada como “Play Ball” y lo agradezco. Las canciones de “Power Up”, de nuevo bajo la producción de Brendan O'Brien y mezcladas por Mike Fraser, están compuestas por Angus y Malcolm, rescatadas de apuntes en el tiempo, e interpretadas por la base rítmica de Rudd y Williams, con Stevie a la rítmica y Angus fraseando sobre ella, mientras la chillona voz de Johnson vuelve a brillar como siempre. Joder, sí, es lo de siempre pero, ¿para qué cambiar si suena tan bien? ¿Por qué querría escuchar un disco de AC/DC y que sonase diferente? Si lo que necesitas es que tu banda pierda la identidad en cada álbum en búsqueda de una pretendida y forzadísima originalidad o falsa creatividad, quizá tu banda de postureo sea King Gizzard & the Lizard Wizard y no una de sexagenarios a los que tu opinión, francamente, les importa una mierda y no tienen la necesidad de reinventarse porque hace mucho tiempo que encontraron la fórmula mágica y llevan pateándose la carretera desde hace casi cincuenta años, justo cuando tú estabas de huevo en huevo.

 

Pero, como afirmaba unas líneas más arriba, “Power Up” no es sobresaliente, tampoco creo que ellos buscasen algo así, este álbum es la demostración de que ninguno de los cinco puede hacer otra cosa que juntarse y grabar, sonar como ellos. “Realize” es tan directa que entra de golpe, un pequeño subidón pero lineal en su composición, con unos coros que recuerdan a la época de "The Razors Edge" (1990) y un fraseo nervioso de Angus bajo la voz de Brian cuando este canta las estrofas. Me encanta “Rejection” pero baja demasiado las revoluciones y eso en un álbum de AC/DC, para colmo llamado “Power Up”, debería estar penado; por el contrario, la pista de Brian y los coros son sensacionales, y si queremos volver a subir en la montaña rusa, ya tenemos “Shot In The Dark” con ese inicio más cercano al boogie de ZZ Top que a los AC/DC de siempre, y en la que todo encaja como un puto puzle. Aunque mi favorita sea "Through the Mists of Time" porque me parece brillante cómo arranca la guitarra y cambia el tempo cuando entra la banda, cómo juguetea Brian sobre la melodía y engarza con el estribillo, de nuevo con potentes coros que nos elevan y recuerdan a una década ya olvidada, la de los ochenta.

 

Las guitarras de nuevo suenan como las de Billy Gibbons en "Kick You When You're Down" la canción exuda puro sentimiento sureño en su estribillo, mientras que “Witch’s Spell” recuerda en su guitarra a “Money Talks” (de nuevo "The Razors Edge") y la canción gana en filo gracias a la rítmica de Stevie y el riff de Angus. “Demon Fire” es puro blues de carretera, el clásico número al que AC/DC nos tienen acostumbrados en directo, evocando el sentimiento de “Whole lotta Rosie” cuando Brian recita en voz más grave y la banda entra de lleno. Mientras que la breve “Wild Reputation” poco aporta a un álbum que se ralentiza demasiado con “No Man’s Land”, recordándonos que estamos en su segunda cara, en su recta final. No son malas canciones, pero pisar un poco el acelerador no les habrían sentado nada mal. Sí me gusta el pequeño experimento que es “Systems Down” y la valentía de Stevie en la guitarra (igual que en “Money Shot”) o cómo Cliff frasea con su bajo mientras Rudd marca el compás. Precisamente, “Money Shot” hace que “Power Up” recupere algo de cuerpo, igual que “Code Red” que significa no sólo un final dignísimo sino una guitarra verdaderamente sabrosa cuando Brian parece bailar mientras canta y así rejuvenecer a la banda, sonando con más vigor y sangre en las venas que en algunas canciones (“Wild Reputation” o “No Man’s Land”) y, por supuesto, todo “Rock Or Bust”.

 

No hay nada de malo en pinchar un disco y sentirte como en casa, al igual que uno prefiere sus viejas y desgastadas zapatillas a unas completamente nuevas, a menos que seas un amargado y sientas que estás de vuelta de todo. No hay nada de malo en reencontrarse con tus amigos de siempre y que te recuerden, como en “Shot In The Dark”, que a pesar de toda la oscuridad que nos rodea siempre hay un pequeño rayo de luz que puede iluminarnos y, como “Power Up”, dibujarnos una sonrisa en la cara. ¿Qué puede haber de malo en ello?


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