Crítica: My Dying Bride "The Ghost of Orion"

La vida se sirve en tragos cortos pero amargos; no quiere decir que algunos otros no alivien la ingesta pero, en general, el ser humano tiende hacia el sufrimiento ante su propia incapacidad para aceptar el transcurso de los acontecimientos y lo digo por experiencia propia. Y si no, que se lo cuenten también a Aaron Stainthorpe y cómo la vida le ha devuelto la ilusión a través de la recuperación de su hija en una banda que ha sufrido bajas y la lógica incorporación de Jeff Singer y Neil Blanchett. Pero, queridos amigos míos, cuando escucho doom y, en particular, a My Dying Bride quiero dramatismo, quiero contundencia emocional, quiero sentimientos en ese profundo choque entre olas que, a veces (muy contadas veces) siento en mi cerebro, quiero la viscosidad de la sangre, quiero la amargura de la vida y la dulzura del amor de cuando la persona que amo y yo nos fundimos desnudos en un abrazo en mitad de la noche. En definitiva, lo quiero todo, agitado pero no revuelto. Y lo que me encuentro en este álbum de My Dying Bride, curiosamente el decimotercero, es la capacidad intacta de los ingleses para componer magníficas canciones, pero que adolece de todo aquello que he relatado. Me explico, “The Ghost Of Orion”, producido por Mark Mynett, posee las formas, las maneras, es un disco trabajado que suena a las mil maravillas, pero que adolece de sentimiento y eso resulta imperdonable en My Dying Bride.

Más cuando no les estoy pidiendo "The Dreadful Hours" (2001) o "Songs of Darkness, Words of Light" (2004), pero me conformaría con "Feel the Misery" (2015). Como también sé que Stainthorpe ha intentado conservar fresca toda esa amargura y dolor, ese sentimiento, insuflándole algo de esperanza, un poco de esa luz al final del túnel que podemos apreciar en "To Outlive the Gods" y que, seguramente, traiga las voces corales, los dobles juegos y el cello de Jo Quail, claro que sí, pero cuando pincho "Your Broken Shore", a pesar de sentir el regusto conocido de haberlo escuchado con anterioridad y caer en el error de pensar que “lo han vuelto a hacer”, siento que My Dying Bride no llegan a una de sus muchas cimas. Y, a pesar de ello, tanto la inicial “Your Broken Shore”, como “Tired of Tears” y las constantes referencias a la hija de Stainthorpe, logran conmoverme de alguna manera que no consigo entender y que supongo que mi cerebro quiere forzar desde la razón y el conocimiento de su desgracia pero no desde la propia música de la banda, quizá por los versos o las guitarras de Andrew Craighan, como "The Solace", con la ayuda de Lindy Fay Hella (Wardruna) y su capacidad para llevarnos de viaje a otras eras, otros tiempos…

Como también es verdad que esas canciones, aunque bellas, no calan lo suficiente y, para colmo, descentran a My Dying Bride que parece que, conocedores de ello, resuelven el problema regresando al doom en “The Long Black Land” y la pieza más larga del álbum, “The Old Earth” que, sin embargo, se alarga demasiado y uno termina por sentir que con unos pocos menos de minutos, Stainthorpe y Craighan podrían haberla resuelto con mucho más acierto. Sin mencionar, claro está, las propias “The Ghost Of Orion”, y “Your Woven Shore”, dos composiciones que dejan al álbum de los ingleses en media docena y la constatación de que, aunque bien construido, está falto de su habitual gracia.

Cuando uno acude a escucha un disco de doom, lo quiere todo y My Dying Bride, aún con su calidad habitual, está falto de algo. Una tesis mucho más plausible es que quizá a Stainthorpe, estas canciones lo han perseguido durante la enfermedad de su hija y, seguramente (o eso quiero pensar), había cierto sentimiento de urgencia por quitárselas de encima, por grabarlas y exorcizar todo lo vivido. Quizá sea eso, quizá nada, quizá My Dying Bride han grabado un disco coyuntural o de transición, quizá yo lo interprete así tras más de veinte años escuchando su música, pero lo quiero todo y ellos, esta vez, no me lo han proporcionado…


© 2019  Jim Tonic.