Crítica: Ihsahn “Telemark”

Tras tantos años escuchando música, me queda más que claro que Ihsahn es uno de mis artistas, pero en los tiempos también he entendido el porqué. No se trata de sus discos seminales con Emperor o sus múltiples proyectos; Thou Shalt Suffer, Peccatum o Zyklon-B. Es mucho más sencillo, con Ihsahn siento que estoy realizando un viaje vital; através de sus canciones, su constante avance y transformaciones, además de su respeto por su pasado y las actuaciones esporádicas de Emperor. Nada más que añadir para un artista en constante crecimiento que demuestra que evolucionar no siempre es dar pasos al frente sino la libertad creativa frente a la parca y limitada liberta de maniobra. Es por eso que cualquier paso suyo es celebrado, porque significa una refrescante visión, a veces más innovadora que otras, y es eso justamente lo que pienso de “Telemark”. No puedo considerarlo un gran paso como tal porque es simplemente el alegato de un músico que mezcla sin complejos, en el mismo saco, su raíz más negra (aquella procedente del black metal) con su amor por el progresivo, el rock o el metal más clásico.

Así es “Stridig”, una mezcla de lo anteriormente dicho, un EP surgido del entretenimiento, que incluye tres nuevas canciones y dos versiones; una de Lenny Kravitz, “Rock And Roll Is Dead”, y “Wratchild” de Maiden. ¿Alguna queja? Imposible. “Stridig” fue lo primero que escuchamos y sirvió como aperitivo, para abrir boca y dejarnos con ganas de más; la raíz es claramente noruega y, si atendemos a la escucha, seremos conscientes de que Ihsahn no está realizando una pirueta tan original como para no encontrar su rastro en “Eremita” (2012), tanto que hasta el saxo de Jørgen Munkeby (SHINING, aunque ahora estos parezcan reconvertidos al petardeo más absoluto) hace lo propio con una canción en la que, sin embargo, lo mejor está en la guitarra; el contrapunto, el trémolo furioso pero también el ‘staccato’ y un momento de languidez en el puente que no hace otra cosa sino prepararnos para la descarga final.

“Nord” tira aún más del black en un medio tiempo en el que lo que llama la atención es la voz de Ihsahn, así como los coros del puente al estribillo, y ese alarido central, el entretejido de su guitarra con el saxo de Munkeby (confiriéndole un sentimiento más jazzy a esta segunda canción pero, al mismo tiempo, dotándola de más y más sombras) y el crescendo final, mientras que de la propia “Telemark” ahonda en esa sensación de oscuridad junto a cierto elementos folk y, como escrito anteriormente, la propia del oyente cuando cree conocer todas las cartas del noruego y, a pesar de ello sentir que, de nuevo, está reinventándose y este EP no es más que la carta de presentación para sus próximas canciones, como bien demuestra la canción homónima; agresividad e intensidad.

Respecto a la versión de Kravitz (procedente del que quizá sea mi disco favorito de él, “Circus”) es quizá lo conceptual lo que justifica su importancia; el desmarque del noruego de sus parámetros estéticos y la aceptación (por mi parte, innecesaria a estas alturas) de su riquísimo panteón de influencias y gustos, para desgracia de sus seguidores más auténticos y fundamentalistas. Me gusta la versión por el toque de Ihsahn, que creo que le sienta estupendamente bien, pero no porque sea una nueva visión de la de Kravitz; que pierde encanto setentero. Más cómodo, y sin menos quebraderos de cabeza, se le siente en “Wratchild” en la que tampoco mejora la original, pero deja claro con ella que es tan sólo un divertimento.

Un buen EP que cumple la función de los EPs, servir como adelanto o puente entre álbum y álbum, o también como válvula de escape para un artista que se quiere demostrar que no siempre tiene que estar embarcado en una gran producción, cuando el corazón le pide disfrutar.


© 2020 Blogofenia