Crónica: Hellfest (Clisson, Nantes) 22.06.2019

Por si no bastaban las dos noches anteriores, el segundo día (cuente el lector que, a pesar de ser el segundo día del Hellfest, era el tercero debido al Knotfest), nos aguardaría algunas de las mejores actuaciones de esta edición, pero también algunas sonoras decepciones por parte de la vieja guardia del festival; hay algunos artistas que conservan su esencia y se encuentran en una gran forma a pesar de los años mientras que otros, sinceramente y con todo el dolor de mi corazón, parecen haber pasado a mejor gloria. No es el caso, por supuesto que no, de Archspire quienes han firmado un grandísimo álbum como es “Relentless Mutation” (2017), el cual se ha traducido en la presencia de la banda en los principales festivales y una interminable gira que nos ha permitido verlos tanto en sala, como en su gran puesta de largo en los grandes escenarios. El simpático Oliver Rae Aleron ya lo advirtió en el Hellfest; “os traemos dos cosas; death metal y técnico…” y, fuera de bromas, vaya si lo hicieron. “A Dark Horizontal” trajo el caos a través de sus intrincados ritmos, Prewett parece un martillo hidraúlico mientras Morelli y Lamb se sincopan. “Human Murmuration” y la propia “Relentless Mutation” dejaron bien claro que cuando se trata de death metal técnico a altas velocidades, Archspire tienen pocos rivales. Rescataron “Lucid Collective Somnambulation” de su anterior trabajo y cerraron con “Calamus Will Animate” y “Remote Tumour Seeker” de, cómo no, “Relentless Mutation”, el que estoy convencido que se convertirá en un verdadero clásico y álbum de referencia, sin duda. Además, la actitud distendida de Aleron y su clásico letrero luminoso para señalarnos cuándo aplaudir, convirtieron la actuación de Archspire en uno de los grandes momentos de un festival cuya segunda jornada todavía se desperezaba.

Carach Angren, sin embargo, pese a su calidad y puesta en escena con plataformas elevadoras, me decepcionaron respecto a mi experiencia en salas. No se trata de que la música de Droomers y los Wijers no funcione a plena luz del día pero esto sumado a que me sigue pareciendo difícil que Carach Angren sean capaces de llevar su propuesta y todos sus matices al directo con una formación tan parca, me hicieron sentir que las canciones de “Dance and Laugh Amongst the Rotten” (2017) pueden dar mucho más de sí en directo. “Charlie” o “General Nightmare” son puñetazos imparables, claro que sí, y la imagen de la banda sigue siendo la envidia de Dani Filth pero sonaron levemente embarullados, sin llegar a ser un desastre, el típico “sonido Angren” se vio deslucido y tuve la sensación de estar asistiendo al concierto de una banda genérica de blackened death sinfónico con arreglos que no dieron tanto de sí en directo, como en estudio, y que pese a canciones como “Blood Queen”, “An Ominous Recording” o “Bitte Tötet Mich”, perdían fuelle en comparación con la locura de Archspire que acabábamos de presenciar, quizá sea eso y Carach Angren se puedan beneficiar del impacto de su estética en el recogimiento de una sala y, por supuesto, no tocar después de una auténtica bestia del death más técnico.

Me parece realmente asombroso el crecimiento de la banda lusa en los últimos años. Moonspell publicaron “1755” (2017), el que me sigue pareciendo una verdadera obra maestra, muy valiente, y con la publicación del directo “Lisboa Under The Spell” ya no parecen la misma banda sino una más grande. La valentía de Ribeiro y los suyos es tal que comenzaron su actuación con “Em nome do medo” y “1755” convocando a miles de seguidores frente al escenario y de ahí a “In Tremor Dei” u “Opium”. Es complicado competir con Moonspell porque son únicos en su liga y así lo demostraron, su peculiar revisión del subgénero y sus decenas de influencias, mezcladas con su orgullo patrio, les han convertido en una rara avis capaz de interpretar canciones en portugués en los mejores escenarios europeos y lograr el mestizaje definitivo entre “1755” y su anterior repertorio, sin que ello se resienta en directo. Amorim y Pereira magníficos junto a Gaspar y Paixão, con un Ribeiro comodísimo y sobrado en las tareas vocales, cerrando con la parsimoniosa “Full Moon Madness”. Moonspell reinaron por todo lo grande.

Todo lo contrario que Whitesnake en lo que parecía una jornada en la que asistíamos a un gran concierto para ver lo opuesto en la siguiente actuación. Atacar a Whitesnake es fácil, aunque siguen publicando discos muy dignos, es verdad que la banda británica parece aferrada a una suerte de hard rock de onda media en el que han perdido cualquier influencia bluesy inglesa de su primera y más gloriosa época, para abrazar un sonido de guitarras estándar. Es por eso que la crítica a Whitesnake parece tan sencilla porque además, a sumar a todo ello, hay que tener en cuenta el actual estado vocal de David Coverdale, el paso del tiempo no le ha tratado bien y tras “Bad Boys” y “Slide It In”, su voz se empezó a resentir hasta acabar convertida en un auténtico gruñido con constantes escapadas del vocalista durante los desarrollos de la banda. Emociona (y más a un seguidor de Whitesnake) escuchar canciones como “Love Ain't No Stranger” o “Slow an' Easy” siempre es agradable (aunque eche de menos más de “Slide It In” de 1984 o “Come an' Get It” de 1981) pero también doloroso ver al que fue una auténtica bestia, sufrir para cantar las estrofas de una canción tan sencilla como “Is This Love” y tener que apoyarse en el público, convirtiendo en un karaoke el final con “Give Me All Your Love” y “Here I Go Again”. Reb Beach genial, como siempre, y Tommy Aldridge imparable (lo que tampoco es una novedad) mientras que Devin y Hoekstra cumplieron con solvencia, igual que Luppi, a los que imagino que Coverdale indica el sonido deseado, aunque no sea el más adecuado para los tiempos que corren y, por supuesto, su leyenda.

Nuestra siguiente parada era cita obligatoria con Candlemass, pura magia de la mano de uno de los regresos más esperados. La vuelta de Johan Längqvist se antojaba como el aderezo perfecto para una banda ya icónica que, pese a su ausencia, y siendo muy justos, han seguido publicando discos de gran calidad pero, lógicamente, ha sido “The Door To Doom” el que ha revitalizado su carrera de la mano de Längqvist a modo de novedad. Pasado el tiempo, lo que me ocurre con dicho álbum es digno de estudio, no me parece tan bueno pero tampoco tan malo, sino el disco perfecto para reencontrarnos con los Candlemass de Längqvist. Es absurdo pedirles un “Epicus Doomicus Metallicus” (1987), tampoco un “Nightfall” (1987), tampoco “Caldmeass” (2005) o “Death Magic Doom” (2009) sino el disco que han publicado. Y así saltaron a la arena del Hellfest, hacienda sonar “The Well Of Souls”, con el bajo de Edling retumbando y la pesadísima pegada de Jan Lindh, en lo que fue todo un interruptus en uno de esos conciertos que pasan volando y dejan con ganas de más. Los suecos, descerrajaron “Mirror Mirror” o “Astorolus – The Great Octopus” (que me gusto muchísimo más en directo que en estudio) y nos deleitaron con “Bewitched”, mi favorita de “Nightfall”, para acabar con “A Sorcerer's Pledge”, “Black Trinity” y, lógicamente, con el clásico absoluto que es y seguirá siendo, por lo siglos de los siglos, “Solitude”. ¿Qué decir? Candlemass no se habían ido, claro que no, sigue siendo un gran placer verlos en directo, leyenda viva.

Siguiendo la tónica de este segundo día, acudimos al escenario principal para ver de nuevo a Def Leppard y, sin temor de herir a nadie, no me gustó nada en absoluto lo que vi. Las últimas dos o tres giras de los ingleses nos mostraron a una banda con un pasado glorioso, en constante trabajo por seguir creando buenas canciones, por ofrecer conciertos a la altura de su leyenda pero lo que me encontré en esta occasion fue a una banda complaciente, con el piloto del automático encendido, comenzando su actuación con la versión de Depeche Mode, “Personal Jesus”, sonando corriente e insulsa, sin mejorar la original o tan siquiera intentar aportar algo diferente. Igual que lo ocurrido con Whitesnake, es alarmante la forma en la que han perdido fuelle durante los últimos años. Siguen sonando bien y Joe Elliott, al contrario que Coverdale, no ha perdido la voz de manera tan llamativa pero, a cambio, tuve la sensación de estar viendo a una banda que pisó la directa e, interpretando sus clásicos, el alma depositada en ellos fue inversamente proporcional a la respuesta del público. Sonaron “Rocket y “Animal”, obviamente “Let's Get Rocked” pero también “Two Steps Behind”. “Love Bites” y un auténtico single repleto de pasión como es “Bringin' on the Heartbreak” totalmente desprovista de cualquier atisbo de emoción, cuando sonaba “Hysteria” mi decepción era tal que no tuve otra que alejarme lentamente del escenario, queriendo creer que el verdadero motivo de tal desaguisado fue que a Leppard les tocó salir al escenario en una hora y posición que no es la que les corresponde y que quizá la banda acusó esa desilusión. Sé que hubo gente a la que le gustó, me alegro por ellos, no fue mi caso.

Muy diferente a lo ocurrido con ZZ Top. Los de Texas salieron y vencieron (quizá no tanto como hace ya varias ediciones, hace seis años) pero se metieron al público en el bolsillo con su boogie vacilón. El tiempo pasa por Gibbons, Hill y Beard pero no por su música, su propuesta es tan sencilla como siempre; Gibbons y Hill en el centro, dando algún que otro paso de baile, y Beard marcando tras los tubos de escape cromados de su batería. “Got Me Under Pressure” puso a todo el Hellfest a bailar y “Waitin’ For The Bus” templó los ánimos para llevarnos al blues polvoriento de “Jesus Just Left”, no es la mejor elección para un festival de música extrema pero “Gimme All Your Lovin'” volvió a calentarnos y terminar por dejarnos anclados en un medio tiempo con “I'm Bad, I'm Nationwide” y la cruda “I Gotsta Get Paid” bajando considerablemente las revoluciones para no volver a retomarlas hasta bien entrados los bises, convirtiendo Clisson en un bar fronterizo. Me encantó escuchar su version de “Sixteen Tons” para qué negarlo, antes de “Beer Drinkers And Hell Raisers” y ese final de quitarse el sombrero con “Sharp Dressed Man”, “Legs”, por supuesto “La Grange” y “Tush”.

La noche entró en calor y ninguna otra banda mejor que la más caliente del mundo. KISS regresaban al Hellfest en lo que es su última gira. Sobran las quejas, los niños que se quejan de Gene Simmons pero vanaglorian a Ghost, esos que lloran amargamente porque no están Ace o Peter, a este tren hay que subirse sí o sí, antes de que pare. “Detroit Rock City” o “Shout It Out Loud” abrieron la noche con un Stanley aguantando bien las notas y sus clásicas bromas con el público, es verdad que las hemos escuchado hasta la saciedad pero no sere yo el que se queje, “Deuce”, “Say Yeah” y “I Love It Loud” antes de que Gene afronte “War Machine” y escupa fuego. “Lick It Up” y todo el Hellfest coreándola o “Calling Dr. Love” antes del solo de Eric y Thayer en “Cold Gin” en un final de fiesta de infarto con “Psycho Circus” (qué disco aquel, me sigue encantando escucharla en directo) o “Love Gun” y todo el festival convertido en un agran discoteca en “I Was Made for Lovin' You” para afrontar los bises con la bonita “Beth”, “Crazy Crazy Nights”, la imprescindible ”Rock and Roll All Nite” y unabuena dosis de azúcar en “God Gave Rock 'n' Roll to You II”. Es verdad que Kiss no arriesgaron, que jugaron a caballo ganador pero, al fin y al cabo, es su última gira y se merecen el baño de masas.

Para cerrar, tras la luz y el fuego, pirotecnia, el maquillaje y el confeti, llegaba la sobriedad de Cult of Luna, a punto de publicar su nuevo álbum “A Dawn to Fear” y un escenario en el que es preferible decir que jugaron con la oscuridad, en lugar de la iluminación. “The Silent Man” y su ruidoso comienzo nos dio la bienvenida mientras la pesadez de “Owlwood” superó con creces la propuesta de otras bandas más contundentes; esa es la magia de Cult Of Luna, capaces de componer la más delicada melodía o atar nuestros pies al suelo con la misma fuerza de la gravedad. 

“Finland” de Somewhere Along the Highway” (2006) convirtió su música en una auténtica tormenta para colmarnos de tensión en las partes más lentas y “Ghost trail” trajo algo de calma a una carpa, como es The Valley, que estuvo verdaderamente abarrotada. De “Vertikal” (2013) sonaron “Disharmonia” y, claro, “In Awe Of” en una actuación que, pese a las ausencias, engrandecieron la sensación de que la música de Cult Of Luna, en efecto, pare monstruos.

Segunda jornada en el que empezamos a acusar el lógico cansancio de llevar varios días viendo a diez bandas por día, corriendo de la zona de prensa hasta los escenarios y de vuelta al hotel, pero sabiendo que lo que estábamos presenciando, como no podía ser de otra forma en el Hellfest, era histórico.


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Cult Of Luna pics © 2019 Sven Olgson