Crónica: Hellfest (Clisson, Nantes) 24.06.2018

Tercer y último día en nuestro festival favorito y un comienzo por todo lo alto con Accept; siempre es un placer volver a encontrarse con los alemanes y más si uno puede compartir un minuto con ellos. Accept están atravesando un gran momento, nunca nadie se pudo imaginar tras “Predator” (1996) que la marcha de Udo sería algo a lo que pudiesen reponerse y salir aún más fuertes, mientras Dirkschneider pasea por los escenarios en un estado más que cuestionable, Wolf Hoffmann parece rejuvenecido y haber encontrado en Mark Tornillo la tabla de salvación con la que resucitar la leyenda. Mark en cambio, con su voz, trae nuevos colores a una banda que abraza un hard rock más propio de AC/DC que del metal alemán tradicional. Como también es verdad que “The Rise of Chaos” (2017), mal que nos pese, no es su mejor álbum y palidece frente a “Blood of the Nations” (2010), “Stalingrad” (2012) y, por supuesto, “Blind Rage” (2014). Sin embargo, como es costumbre en sus directos, en el Hellfest dejaron un gran sabor de boca y desde la inicial “Die By The Sword” de su último trabajo o “Pandemic” (“Blood of the Nations”) nos hicieron entrar en calor. Como antes indicaba, ¿quién podía imaginarse que Accept sobrevivirían y, en pleno 2018, utilizarían su material más reciente para abrir un concierto en el gran escaparate europeo que supone el festival francés? Uwe Lulis y Christopher Williams parecen haber encajado a la perfección y la química es innegable en “Restless And Wild” y las primeras filas se convierten en una pequeña batalla campal con “Fast As Shark” o “Metal Heart” y, antes de descorchar su gran clásico, atacan con la más reciente “Teutonic Terror” para terminar con “Balls To The Wall” y el simpático Tornillo por todo lo alto. Una banda mítica que, pese a su leyenda, se muestra igual de cercana e ilusionada que una novel en las distancias cortas; felicitamos a Tornillo por el concierto y nos estrechó la mano con todas sus fuerzas dándonos las gracias, mientras que a Hoffmann le dimos la enhorabuena por su último trabajo en solitario y, sonriente, nos agradeció nuestras palabras, de verdad que fue un placer reencontrarnos con Accept.


La expectación por ver a Zeal And Ardor se tradujo en una carpa a reventar y un verdadero problema para tomar una buena posición. He sido especialmente crítico con Zeal And Ardor desde “Devil Is Fine” (2016) y “Stranger Fruit” (2018), aunque menor pero más accesible, no me ha hecho bajar las defensas ante lo que parece haberse convertido en el último hype en el metal. Tampoco me equivocaba demasiado, Zeal And Ardor en directo son una banda correcta pero poco más, que basa todo su atractivo en el color de la voz de Manuel Gagneux en una propuesta que, si tiene éxito, es precisamente por ese toque. Me explico, no tengo problema alguno en que un artista mezcle cualquier subgénero con otro dentro del metal (fuera de él tampoco, pero ciñámonos al caso); rap con metal, death con doom, doom con black, post con black, shoegaze, sinfónico, progresivo… Mi problema viene cuando identifico que el metal no es el vehículo, como debería ser, para convertirse en un elemento más. Valga el ejemplo del folk metal; me gusta cuando una banda de metal incorpora elementos folkies pero no cuando una banda fundamentalmente folk incorpora elementos metálicos y nos quieren hacer creer que son puramente metal, cuando no es así. En el caso de Gagneux, sus composiciones (su manera de escribir, el esquema de sus canciones) no es metal y lo que hace es incorporar guitarras, doble bombo o, de vez en cuando, voces rasgadas y la electrónica parece haberse perdido.

Partiendo de lo expuesto, tampoco tengo problema con una banda que no haga metal, que cada cual haga la música que le salga de las entrañas, pero que tampoco nadie me pretenda vender su autenticidad y darme gato por liebre. El único aderezo metálico de Zeal And Ardor es la guitarra de Tiziano Volante y la batería de Marco Von Allmen (ambos justos), mientras Gagneux apoya su voz en los coros de Denis Wagner y Marc Obrist para llevar al directo las partes étnicas más melódicas de su receta y, por tanto, las que le caracterizan y le alejan del resto de bandas de metal, con las que no pueden competir a nivel instrumental, todo sea dicho.

“In Ashes” o “Servants” (puede que la más pegadiza) nos llevaron a la particular visión que Gagneux tiene del Sur de Estados Unidos (una realidad tan alejada de su vida como la de una banda de black metal española que pretenda evocar el culto a Odín), me gustaron “Waste” o “Blood In The River” y todo el mundo pareció disfrutar mucho de “Gravedigger's Chant” y los cadenazos góspel de “Devil Is Fine”. ¿Cómo podría irritarme menos la propuesta de Zeal And Ardor y no menospreciarla como el hype que es? Si Gagneux no pretendiese hacernos creer que es metal, si Gagneux no definiese su propuesta bajo el concepto del hipotético caso de que los esclavos negros hubiesen abrazado el satanismo en lugar de la fe cristiana porque esto, además de una estupidez, es parte de lo que ocurrió cuando llevaron sus cultos al Nuevo Mundo y sus creencias acabaron tan removidas como fragmentadas. Si Gagneux no hubiese empleado el título de la canción que popularizó Billie Holiday para contar la historia de aquellos que, como frutas extrañas, acabaron colgados de los árboles e hiciese esta misma música, pero no dijese ninguna estupidez para defenderla.

Otra banda que ha crecido tras la marcha de una vocalista que deja huella como es Angela Gossow y ha encontrado en Alissa White-Gluz una mina de oro en su imagen, además, Michael Amott (el que ha querido dejar bien claro que este es su juguete) ha fichado a un guitarrista tan enorme como Jeff Loomis (al que económicamente le conviene) y forma un gran equipo con Sharlee D'Angelo y Daniel Erlandsson, son Arch Enemy. Con “Will to Power” (2017) bajo el brazo, un álbum que no nos ha terminado de convencer, siendo “War Eternal” (2014) claramente superior, pero que parece estar funcionando a la perfección y un directo efectista en el que Alissa es la verdadera protagonista.

Apertura con “Set Flame to the Night” y el single “The World Is Yours”, desde luego, a Amott no hay que decirle cómo abrir la actuación de un festival, a la contundencia de “War Eternal” le siguió “My Apocalypse” de “Doomsday Machine” (2005) que Alissa defiende con soltura aunque se la sienta mucho más cómoda en la cafre “The Race” y su atropellado ritmo, o el medio tiempo “You Will Know My Name”, sin embargo, me produce cierta tristeza ver a Arch Enemy en directo, con un músico tan desaprovechado como Jeff Loomis al que, en cuanto pude, le pregunté por la continuidad de Nevermore y le cambió la cara, asegurándonos que sí, que habrá. De ser esto verdad, la gran incógnita es saber quién ocupará el puesto de Wane o si será material inédito. “Nemesis” y “Enter The Machine” dieron por concluida la actuación de Arch Enemy, no hay duda alguna de que Alissa y Loomis han sumado y sólo les queda la conquista de Norteamérica, tras su gira europea.

Del mencionado hype de Zeal And Ardor al de Batushka y la vieja fórmula de la atracción por lo desconocido, tras las máscaras de Варфоломей, Христофор y Мартин, por lo menos, se esconden músicos solventes que entienden su proyecto como un divertimento pero, a la vez, han firmado un álbum como es “Litourgiya” (2015) que a nadie ha dejado indiferente. Es verdad que actuar a plena luz del día resta impacto a su puesta en escena, pero supieron llevar toda la mística y encanto al escenario de The Altar en el Hellfest. Como no podía ser de otra manera, interpretaron “Litourgiya” al completo y lograron hipnotizarnos a todos desde “Yekteniya I: Ochishcheniye”, llevando al directo sus especiales juegos de voces, a diferencia de Gagneux, Batushka sí se puede decir que lograron que su actuación fuese sólida con piezas como “Yekteniya V: Svyatyy Vkhod”, “Yekteniya VII: Istina” o la oscurísima “Yekteniya VIII: Spaseniye”, uniendo imagen con música, su concepto resulta familiar, pero toma prestado… ¿qué más da si funciona? Una de las sorpresas discográficas del 2015, sigue siendo igual de sorprendente en directo, tres años más tarde.

Otra de las actuaciones estrella del Hellfest, por lo menos para nosotros, era la de Amorphis que coincidía con Baroness (los cuales tuvieron que hacer un set acústico por la urgencia familiar de su batería que tuvo que abandonar la gira) y Megadeth, por lo que tuvimos que dividirnos. ¿Todavía queda alguien que no sepa que “Queen of Time” (2018) es uno de los grandes discos de este año? Amorphis han vuelto a hacerlo y tras “Under the Red Cloud” (2015) han grabado un álbum magnífico, lo saben y el comienzo con “The Bee” y “The Golden Elk” es mágico, eché de menos “Message In Amber” pero, a cambio, tuve “Sacrifice” o “Silver Bride” y, por supuesto, “The Castaway” de mi adorado “Tales from the Thousand Lakes” (1994) que conseguí que Holopainen, Koivusaari, Laine y Rechberger me firmasen. ¿Se puede ser más feliz? Sí, con “Death of a King” de “Under the Red Cloud” (2015), “House of Sleep” de “Eclipse” (2006) y la promesa a Koivusaari de volver a verles en su próxima gira con Soilwork.

De músicos que están atravesando un gran e insospechado momento tras el cambio de vocalista a uno como Mustaine que parece haber encontrado la paz en Kiko Loureiro y Dirk Verbeuren y, por supuesto, gracias a un álbum como “Dystopia” (2016) que le ha abierto las puertas de un nuevo público y al resto nos ha hecho creer que hay vida más allá de “Endgame” (2009) tras los olvidables “Th1rt3en” (2011) y “Super Collider” (2013). La actuación de Megadeth comenzó por todo lo alto, con “Rattlehead”, la tremenda “Hangar 18” (que sí, que la han bajado varios tonos para que Mustaine pueda llegar; como hacen otras miles de bandas) pero que sigue siendo un avarle cañonazo en directo, por no hablar de la recuperación de “The Conjuring”, Dirk se deja la vida y hace palidecer el recuerdo de un Drover sin alma, como el simpático Loureiro con su enorme talento, pero algo pareció ocurrir a partir de “Symphony of Destruction” y el single” Dystopia” que se tradujo en una horrible versión de la obligada en suelo francés; “A Tout Le Monde” con Mustaine literalmente incapaz de cantar y prácticamente inaudible en “Peace Sells” o “Holy Wars... The Punishment Due”. 


Horas más tarde fue su tour manager el que nos explicó que sufrieron mal sonido en el escenario principal, el sonido de los instrumentos fue subido mientras que el de la voz no, terminando Mustaine por ahogarse y quedándose afónico. Amo a Megadeth tras tantos años de militancia en sus filas (mi primera gira fue con Mustaine, Ellefson, Friedman y Menza) pero la explicación no me convenció hasta que, días más tarde, pude volver a verles junto a Kiss y tuve que darles la razón, ya que ofrecieron un gran concierto que me quitó el mal sabor de boca de su actuación en el Hellfest. Por otra parte, sería injusto no reconocerle a Mustaine su gran actitud durante el festival, siendo completamente accesible para todos los seguidores, no sólo se dejó ver por la zona de prensa, sino que amablemente atendió a decenas de fans que esperaron durante horas para conocerle. Puede que Mustaine tenga facilidad para los titulares y se despache a gusto, sea mordaz en redes sociales, pero pocos seguidores que le hayan conocido en persona podrán tener queja de su trato en las distancias cortas.

Alice In Chains llegaban a un festival en el que la triste noticia de la muerte de Vinnie Paul había dejado tocados a muchos artistas que no dudaron en rendirle homenaje y los de Seattle no pudieron ser menos. Con “Rainier Fog” aún sin haberse publicado, interpretar algunas de sus canciones en directo podría parecer todo un riesgo pero no fue así. El cuerpo de canciones de Alice In Chains está dividido claramente por la desaparición de Layne; aquellas hasta “Alice In Chains” (1995) y las posteriores, de “Black Gives Way to Blue” (2009) y “The Devil Put Dinosaurs Here” (2013) a “Rainier Fog” (2018), estilísticamente se integran bien dentro del repertorio, pero es innegable que una buena canción como “The One You Know”, por ejemplo, palidece frente a “Them Bones”. Aceptar esto es esencial para disfrutar de una carrera notable y dignísima como la de Alice In Chains con William Duvall y últimamente no han sido pocas las quejas que hemos recibido cuando, sin despreciar el presente de la banda, aquellos más apasionados nos han enviado acalorados emails a raíz de nuestra crítica de “Rainier Fog”, creo que no la han entendido bien. Es un disco estupendo que, por desgracia, tiene que lidiar con un pasado histórico y la sombra de Layne que, como afirmábamos, es demasiado alargada, punto.

Aun así, disfruté muchísimo de “Check My Brain”, tras “Bleed The Freak” de “Facelift” (magnífica elección de una canción que sigue sonando conmovedora y no ha sufrido de tanta sobreexposición como los clásicos, piel de gallina al escucharla en directo…) o una “Again” que sonó agria como nunca. Cantrell está en un estupendo estado de forma, y lo mismo digo de Kinney e Inez, el tiempo no parece haber pasado por ellos, porque William Duvall me sigue pareciendo la elección perfecta para ayudar a Cantrell a llevar al directo muchas canciones, además me gusta mucho su actitud, lejos de la parodia y con gran respeto por un cancionero inmortal. Como suele decir un amigo mío, si en un directo de Alice In Chains cierras los ojos, puedes seguir sintiendo el espíritu de Layne, Amén…

“Hollow” o, en especial, “The One You Know” como homenaje a Vinnie Paul sonaron estupendas pero, en cambio, “Them Bones” o, mi favorita, “Dam That River” siguen siendo impresionantes en un concierto excepcional en el que no faltaron “Nutshell”, “Man In The Box”, “Would?” y el clímax con “Rooster”. Me faltaron muchas pero, claro, es una actuación en festival y, aunque les vería una semana más tarde de nuevo, sigo echando en falta una gira propia de ellos, sin que compartan espacio y tiempo con otros artistas. Una de las bandas de mi adolescencia, una cita vital para mí…

Ya he insistido en infinidad de ocasiones, que esta gira de Iron Maiden me ha servido para reencontrarme con la banda y, como a mí, le ha ocurrido a muchos seguidores. Respeto “The Book of Souls” y me parece un buen disco pero no el que quiero escuchar de Iron Maiden, tiene grandes momentos y otros en los que, sin bajar el nivel, no me gustan las canciones; ni su duración, ni su orientación y en directo (aunque jamás me vaya a perder una gira de Maiden) no disfruté especialmente del repertorio. Es verdad que escuchar de nuevo “The Trooper” o ” The Number of the Beast” a muchos puede no aportarles demasiado pero hablamos de clásicos que todavía te hacen hervir la sangre, que “Fear Of The Dark” sigue emocionando aunque la hayamos escuchado mil veces y que Maiden son más grandes que la misma vida como para ponerle pega alguna a una gira así. El corazón se acelera con la introducción de “Doctor Doctor” y todos sabemos lo que se nos viene encima, pero ninguno esperábamos un…. ¡avión! “Aces High” y un enorme hinchable con hélices corona el escenario, Harris nos ametralla y Dickinson repleto de energía y cantando con ilusión cada una de las estrofas.

La gracia de esta gira es escuchar aquellos clásicos pero también esas otras que, como “Where Eagles Dare” o “The Clansman” parecían haberse perdido en el tiempo en un repertorio inmenso como el de los ingleses. Seguramente a Blaze le haya hecho más ilusión que a nadie ver cómo Dickinson recupera “The Clansman” y la verdad es que la canción sigue siendo mágica, tras el auténtico cañonazo que sigue siendo “The Trooper”, llega el momento de “Revelations” (“Piece Of Mind”) o “For the Greater Good of God” de” A Matter of Life and Death” (2006) o “The Wicker Man” del excepcional álbum de reunión que es “Brave New World” (2000) pero quizá, en dónde más disfruta Dickinson, es con “Sign of the Cross” o la propia “Fear Of The Dark” en las que se presta a interpretar con un resultado espectacular.

Murray y Smith están sensacionales, como siempre, Gers a la guitarra tiene un papel más protagonista en esta gira, mientras Nicko marca con precisión mientras sonríe. Y es que, honestamente, no creo que nadie podamos objetar nada a una gira cuyos conciertos concluyen con “The Evil That Men Can Do”, “Hallowed Be Thy Name” y la histórica “Run To The Hills”. Vuelan las baquetas y las muñequeras, se despiden sonrientes de Francia, en una semana estaría viéndoles de nuevo en España. ¡Larga vida a Maiden y al Hellfest, que sea así por muchos años!


© 2018 Jesús Cano/ Albert Gràcia
Fotos GRACIAS a ©2018 Metalinjection.net