Crítica: YOB “Our Raw Heart”

Va a ser cierto que el verdadero arte, la luz, nace del sufrimiento. Mike Scheidt, guitarrista y vocalista de YOB, fue diagnosticado y operado de diverticulitis y escribió “Our Raw Heart” desde la cama del hospital (no será, sin embargo, el único genio que en su lecho encuentre la inspiración y la fuerza para escribir grandes obras…). Y, mientras que muchos críticos, de indudable pluma, aseguran que el octavo álbum de YOB es un cruce entre “Clearing the Path to Ascend” (2014) y “Atma” (2011), yo prefiero dar las gracias porque no sea así y tenga las señas de identidad de ambos pero la inspiración y genialidad de “The Illusion of Motion” (2004), “The Unreal Never Lived“ (2005) e incluso “The Great Cessation” (2009), además de una luz y una energía vital que hacen que uno dude de si el drama de Scheidt ha producido semejante álbum o han sido sus ganas de vivir. Que nadie se asuste, esto no quiere decir que YOB se hayan convertido en los Coldplay del doom y canten rodeados de confeti multicolor con forma de mariposas; las guitarras opresivas, los amargos pasajes, la voz nasal y los rugidos, la pesadez y la densidad están asegurados pero el tono vital, la energía y la luz de “Our Raw Heart” es innegable. Más de setenta minutos de agresiva y sólida psicodelia revestida de dulce brutalidad.

Producido por Billy Barnett y publicado en Relapse Records (como no podía ser de otra manera, en preciosos y coloridos acetatos, eso sí, del gramaje de una oblea; lo que me lleva a pensar que Relapse quizá deberían preocuparse más del grosor y la calidad en la fabricación que de la estética), “Our Raw Heart” se abre con “Ablaze”, Foster y Rieseberg golpean y asistimos a la catársis de de Scheidt y su doloroso lamento. “The Screen” es hija de Sabbath y el sludge más sucio y vicioso, la crujiente guitarra de Scheidt se mueve con dificultad en su grueso andar (lo que, sin duda, en el doom es todo un elogio), mientras el parece ladrarnos. “In Reverie” posee tintes drone pero Foster es quien tira de YOB y Rieseberg le sigue, hasta que Scheidt se suma a lomos de una sinuosa pieza de diez minutos que nos lleva a “Lungs Reach” en la que parecen disfrutar creando atmósfera hasta la monstruosa parte central en la que, al final del túnel, nos devoran, como Sarlacc y su digestión milenaria…

La gran paradoja de “Our Raw Heart” es que la composición más extensa, “Beauty in Falling Leaves”, no sea un tópico forzoso en un álbum de doom sino la canción más bella de todo el álbum; desde su comienzo místico-oriental y su doliente, pero mágico crescendo, hasta su emotividad noventera y la calidez de las válvulas de los amplificadores de YOB, por todos los feedbacks del mundo mundial, entre ecos y voces dobladas, intensidad y apasionamiento en cada una de sus embestidas en la cadera de nuestra psique. Un pequeño recordatorio al pasado de los de Oregon en “Original Face” y su sonido hecho añicos hasta la final “Our Raw Heart”, catorce minutos de clímax desde su minimalista introducción, su sucísimo desarrollo con un Scheidt pletórico y un especiado final, de púrpura y oro, como su portada.

El mejor álbum desde “The Great Cessation” solo puede ser motivo de celebración, porque Scheidt sigue en nuestro mundo y su bendición es nuestro regalo. El verdadero arte, sin duda, nace del sufrimiento pero eso sólo le ocurre a los que, como él, son auténticos artistas, para el resto de los mortales, el sufrimiento sólo trae amargura, esa que la música de YOB puede llegar a curar, a menos que tengas cáncer de alma, claro

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