Crítica: Ministry “AmeriKKKant”

Los noventa…. Bendita década. Pero no nos llevemos a engaños, estábamos todos tan perdidos como ahora, incluidos algunos de nuestros músicos favoritos. Pero Al, el bueno de Al Jourgensen, estaba aún más perdido que el resto, quizá tanto que dio la vuelta y se convirtió en un auténtico visionario, paradójicamente, más centrado que ninguno. “Psalm 69: The Way to Succeed and the Way to Suck Eggs” (1992) se convirtió en la biblia de un género, como fue el industrial, que impactó en una generación, la X y la ahora denominada xennial (entre la X y los denostados millennials) que supieron entender el fin de la franela a golpe de beat y ordenadores, el camino de Jourgensen no había sido fácil, de la influencia más ochentera a discos gloriosos como “The Land of Rape and Honey” (1988) y “The Mind Is a Terrible Thing to Taste” (1989) al metal industrial. Tras aquel hito, “Filth Pig” (1996) actualizaba el sonido de la banda con la pesadez de sus guitarras, sin embargo, perdía comba, algo que se sintió en “Dark Side of the Spoon” (1999). Pero la Administración Bush le vino bien a un Jourgensen que, sediento de incorrección y acidez, firmó una trilogía que comenzó en “Houses of the Molé” (2004), “Rio Grande Blood” (2006) y un “The Last Sucker” (2007) que le colocó de nuevo en lo más alto, el industrial se mezclaba con el metal. Jourgensen había encontrado la inspiración en la incompetencia de Bush y con ello anunció el final de Ministry con una gira de despedida que supo a gloria. Pero, “allá donde dijo digo, digo Diego”, y Jourgensen reactivó a la banda, sufrió problemas de salud y perdió al artífice de los riffs más robustos de sus canciones en los últimos años con la muerte de Mike Scaccia.

Si la incompetencia y estupidez de Bush le sentó bien a Jourgensen, la tibieza y corrección política de Obama, sin embargo, le hizo parir discos mediocres como “Relapse” (2012) o “From Beer to Eternity” (2013), algo injustificable si tenemos en cuenta que un presidente como Reagan le hizo dar el salto de banda electrónica a industrial, y reconozco que con la elección de Trump y los jugosos titulares que nos ha regalado en los últimos años, llegué a creer que Jourgensen escribiría el disco más corrosivo y agresivo de su carrera con “AmeriKKKant” (2018) pero me equivoqué con un álbum flojo, poco acertado, falto de inspiración u orientación, como seguidor de Ministry desde aquel “Psalm 69…” no puedo menos que sentirme decepcionado con conocimiento de causa. Lo sorprendente de “AmeriKKKant” es que, a diferencia de “Rio Grande Blood” (por poner un ejemplo) en el que parecía haber consenso en la figura de Bush, Jourgensen se ha encontrado no sólo con el mayor bajón de ventas de su carrera y las críticas más encarnizadas, sino también con que mucho de su público parece haberle dado la espalda, es como si el acuerdo mutuo (entre público y artista) sobre crítica social y política se hubiese desviado hacia el álbum de la banda y todo el mundo parezca coincidir en que lo que importa no es el contenido (político) sino el continente artístico; “AmeriKKKant” es un disco horrendo y prescindible, el peor de Ministry, y quizá su poca aceptación se deba fundamentalmente a dos motivos; Trump es un blanco fácil (valga el juego de palabras) y mucho del público norteamericano que no tragaba a Bush y vio con buenos ojos el escarnio público, sin embargo, sí ha votado a Trump con lo que cuando Jourgensen dispara al actual presidente de su país también lo está haciendo contra mucho de su propio público, ese acomodado y de clase media que tan sólo se muestra transgresor cuando asiste a un concierto.

“I Know Words” es una introducción desconcertante, por la trumpniana voz, el tono oriental y los scratches, además desemboca sin mucho convenciminento en “Twilight Zone” en la que hay demasiada presencia del plato y sí, más scratches, aunque lo mejor sea la armónica y la tensión creada por el bajo y la batería, siete minutos son demasiados para no ir a ningún sitio. Lo mismo ocurre con “Victims Of A Clown”, otro medio tiempo, más samplers, más plato y menos dirección aún. “TV 5/4-Chan” es un minuto de introducción en un álbum en el que nos hemos situado en su hemisferio sin sobresalto alguno y mucho bostezo (cuatro canciones; dos de las cuales son introducciones), “We’re Tired Of It” nos despierta pero la potencia de los riffs se ha visto desdibujada por la presencia del plato hasta parecer una mala versión de Slipknot.

Burton C. Bell de Fear Factory es incapaz de resolver el estropicio que es “Wargasm” en un disco en el que el horrendo single que es “Antifa” parece la mejor del conjunto entre canciones como ”Game Over” o esos ocho minutos y medio de sufrimiento, de lagrimón y sueño, mucho sueño, de “AmeriKKKa” en la que Ministry nos recordarán al Manson de los noventa pero sin la gracia de aquel, sin rímel, sin medias y sin laceraciones.

Decepcionante, infantil en su crítica, nada caustico, poco afilado, no hace daño sino que causa aburrimiento y eso es lo peor que se le podría decir a Jourgensen de su nuevo retoño, como cuando uno justifica el tedio de las canciones y establece una correspondencia con la edad y aburguesamiento del propio artista. Ministry deberían abandonar ya la crítica política-social para perderse en su propio y fascinante mundo, por lo menos, durante un tiempo porque ni el más cafre de los republicanos sobre la faz de la tierra es capaz de hacer que este álbum remonte el vuelto.


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