Crítica: Asking Alexandria "Asking Alexandria"

El suplicio que experimento escuchando los discos de Asking Alexandria lo suplo, con creces, escribiendo sobre ellos. Recuerdo con cariño los enojados ataques de aquellos que creyeron ver en “The Black” (2016) uno de los grandes discos de la historia del rock y en Denis Stoff al reemplazo definitivo de Danny Worsnop porque lo cierto es que no nos hemos podido reír más en los últimos meses, esto no es una banda sino un chiste entre chavales. No sólo escuchamos y leímos a Ben Bruce defender aquel álbum y hablar del nuevo fichaje como si hubiesen encontrado al mejor frontman de la historia, sino que tuvimos que aguantar a una horda de adolescentes escribiéndonos airadas misivas defendiendo también “The Black” mientras Worsnop se reciclaba como músico country e incluso fingía acento norteamericano o se disfrazaba de Texas Ranger escupiendo tabaco de mascar de mentirijilla y Bruce, despechado, le lanzaba dardos envenenados con la misma quina que una adolescente herida por el desplante de su mejor amiga. Como todas las relaciones, aquello acabó como tenía que acabar y fue con Stoff haciendo las veces de kleenex (y anunciando en redes sociales un nuevo, fresco y muy excitante proyecto del que nunca se sabrá nada) en un paso fulgurantemente absurdo e innecesario por una banda de metalcore que una vez creyó que podría comerse el mundo y ha acabado convertida en la versión aguerrida de *NSYNC, aquella boy band de Orlando montada por un empresario y que situó en el mapa a Justin Timberlake que, ahora que lo pienso, según el todopoderoso y cargante, Dave Grohl; es uno de los artistas más grandes del pop a nivel galáctico, interplanetario, tanto que le fichó para cantar "Make It Right" en el último álbum de Foo Fighters. Una muestra más de lo difusos que actualmente parecen los límites entre el pop de saldo y el rock inofensivo, cuando el que fuera batería de Nirvana tiene que promocionar su último álbum con golpes de efecto tales como Timberlake o resucitando de entre los muertos a Rick Astley.


Pero, volviendo a Asking Alexandria, desconfío de los discos sin título, aquellos que se llaman como la banda, porque deben ser publicados al comienzo de su carrera, de lo contrario tan sólo ocultan dobles intenciones como aquella de hacernos creer que es el que mejor representa el sonido de la formación, un nuevo punto de partida o una declaración de principios, cuando lo que realmente significan -en el noventa por ciento de los casos- son carencia de ideas o irremediables pérdidas de rumbo, desgana y apatía a partes iguales. En el caso de “Asking Alexandria”, la banda ha decidido cambiar de productor, lo que se agradece porque su relación con Joey Sturgis parecía ya completamente agotada. El problema es que han decidido trabajar con un coleguita y no un profesional serio de esos que se las hacen pasar canutas a los artistas buscando aquello que han perdido o actuando de censores en la sombra cuando las cosas se tuercen (siento tener esta visión de los productores, pero son lo que son). Bruce y Worsnop han acudido a Matt Good de From First To Last o, lo que es lo mismo, recurrir a un dentista desdentado, una meretriz nonagenaria o una clínica de implante capilar y que te trate un tipo con el mismo pelo que Humpty Dumpty (para aquellos que no lo sepan; un personaje infantil que era un huevo sentado sobre un muro y siempre e invariablemente acaba cayendo y rompiendo su cáscara).

La producción de “Asking Alexandria” es tan moderna como el hule o el metacrilato. Saturadísima y con tendencia al acabado sintético, plástico; ausencia de rango, aburridota y gris pero muy molona, con demasiada presencia de arreglos, repleta de ‘hooks’ (que dicen los entendidos) y la batería de Cassells tan procesada que parece un teclado más mientras las guitarras suenan como puro ruido blanco. Lo que más me sorprende es la cantidad de críticas positivas que está recibiendo un álbum de estas características, en el que no sólo somos testigos de la poca integridad de la banda y la banalización del metal o el hard rock sino que es prácticamente imposible que alguien con dos dedos de frente escuche “Alone In A Room” no esboce una leve sonrisa con el colmillo goteante ante los efectos dance, el sonido prefabricado y las voces de Worsnop (que parece haber dejado atrás su etapa de 'outlaw' del Salvaje Oeste) para cantar de nuevo con la ausencia de nervio de un tipo que viene de un entorno tan conservador como Beverley. Ben y Danny, ambos rozan la treintena y la ausencia de gónadas de su música parece tener relación directa con sus eternas voces púberes.

“Into The Fire” y los coros sampleados, la repetición de estructuras, dan forma a una canción tan aburrida que hace divertido al videoclip (a medio cruce entre la estética de “Sin City” y “Death Proof”) en el que Danny es testigo de la muerte de Bruce y el resto de la banda. Ni siquiera el ‘breakdown’ central trae algo de emoción. "Hopelessly Hopeful", a pesar de su tempo atropellado, no puede ocultar su espinazo pop; no está mal como single pero en ella la banda parece haber perdido por completo sus señas de identidad a favor de un sonido totalmente genérico. El horror llega con el fraseo de "Where Did It Go?" (uno de los momentos más bajos del álbum) o el medio tiempo de “Rise Up” en la que las voces son propias de Alvin y Las Ardillas. Un desastre que no arreglarán en "When the Lights Come On" (sampleado de público incluido) y su rollito dubstep o la marcianada que es “Under Denver” y que podría haber sido parte de “One More Light” (2017) de Linkin Park.

Como en los mejores y mayores desaguisados de la música, no nos libramos de la canción de fogata, pero lo cierto es que en un disco de estas características lo último que podríamos esperar es una canción acústica como “Vultures”. Y, claro, siendo así no sorprende la ligeramente agresiva pero edulcorada “Eve” en una recta final con menos inspiración y más acabado plástico que nunca con “I Am One”, “Empire” con el toque hiphopero de Bingx o “Room 138” con todos los teclados de los ochenta clamando venganza en cada uno de los supraproducidos segundos de canción.

Los cambios, la evolución, están sobrevalorados en la sociedad actual; no siempre es positivo cambiar cuando es algo forzado y no siempre se evoluciona cuando se avanza dando palos de ciego. Una cosa hay que agradecerle a Worsnop y Bruce y es la definitiva defunción de Asking Alexandria, una banda a la que futuras generaciones conocerán por haber protagonizado millones de memes y haber vendido miles de camisetas a chavales cuyos ídolos estaban tan perdidos como ellos mismos, pero no por haber publicado un solo álbum que les justifique.


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