Crítica: Autopsy "Ashes, Organs, Blood and Crypts"

Ocho años sin disco de Autopsy y, de golpe y porrazo, nos encontramos con otro álbum tras “Morbidity Triumphant” (2022), y no negaré tampoco que me daba algo de miedo que, después de tanto tiempo, publicasen un nuevo álbum pero, amigo mío, estamos hablando de Autopsy y Chris Reifert, otro de los grandes padres del death, y este no entraría jamás al estudio si la inspiración no hubiese tocado a su puerta y así ha sido. "Ashes, Organs, Blood and Crypts" es superior a “Morbidity Triumphant” (2022), rivalizando con un álbum como “Macabre Eternal” (2011), un disco en el que no están inventando nada en absoluto y explotan al máximo la fórmula maestra de Autopsy, pero la gran diferencia es que en este disco se siente una composición aún más robusta, más trabajada y pulida (que nadie espere un disco relamido, las vísceras y el fuerte sentimiento crudo de la banda sigue sonando en cada uno de sus surcos), hay rabia punk en una canción como “Rabid Funeral” y Reifert aprieta como nunca el pedal del bombo, mientras se desgañita, pero también hay momentos de inusual pericia como en el bajo de Wilkinson mientras la guitarra de Coralles parece enloquecer, dando toda la sensación de que Wilkinson, plenamente integrado, forma parte de una banda que no quiere vivir únicamente del pasado sino que, a pesar de su brillante historia, se empeñan en adentrarse en nuevos terrenos; sólo hace falta escuchar el desarrollo en el final de “Rabid Funeral” y cómo la banda parece abandonarse plenamente a la compañía de las musas, para entender por qué Autopsy son una auténtica leyenda con la calidad como bandera.

“Throatsaw” es la mejor muestra de lo que han sido y por qué es imposible no amar a la banda, la brutalidad de Reifert, los alocados riffs sucediéndose, y Wilkinson serpenteando, ese mismo groove que parece vertebrar “No Mortal Left Alive”, y la voz más cavernosa que nunca, recién salida de un camposanto, como todo el buen death metal con denominación de origen norteamericana debería sonar. No es de extrañar que “Well of Entrails” parezca doom, pero es que Autopsy se mueven a la perfección entre ambos terrenos, con maestría para lo cafre pero también para lo más pesado y lúgubre, como si cualquiera de los muertos vivientes y aberraciones que pueblan sus portadas saliesen de la tumba y, acto seguido, corriese tras de ti -tripas al aire- mientras vomitan extraños sonidos guturales; eso es el sonido de Autopsy cuando Reifert golpea encabronado su batería y la propia “Ashes, Organs, Blood and Crypts" parece dislocarse por completo en ese puntito thrashy que tanto disfruto.

Es por eso que “Bones To The Wolves” te recordará a Slayer, sin duda, pero en “Marrow Fiend” parecen una versión lisérgica de sí mismos, sincopándose en la parte central, para bajar el pistón en los últimos compases o “Toxic Death Funk” parezca una banda punk, como Dead Kennedys en poco menos de dos minutos, y jueguen al despiste en “Lobotomizing Gods”, evocando a los primeros Autopsy, sonando más cercanos al sludge hasta el baquetazo en el que todo explota y vuelve al death más desbocado, enlazando la canción con “Death Is The Answer” y esa pequeña obra maestra que es “Coagulation”, concluyendo el disco con matrícula de honor.

Es una auténtica gozada encontrarse con Autopsy y escucharlos en tan buena forma, como si los últimos treinta años no hubiesen pasado, como si hubiesen regresado del más allá plenamente conservados en una fresca cripta por la cual Reifert, Cutler y Coralles han conservado todo su genio, grabando su mejor material, sin vivir del rédito de un nombre que quedará escrito de por vida en la historia del metal extremo. Brutales y violentos, la casquería habitual, que nunca supo tan sabrosa. 

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