Crítica: Marilyn Manson "We Are Chaos"

Los actuales seguidores de Marilyn Manson no se creen ni a ellos mismos, me recuerdan a una corte de plañideras que nunca vivieron los noventa (y, por tanto, el ascenso y caída de Brian Warner) y creen atisbar cualquier destello en su obra actual. Seré honesto, es bastante más digno que los bodrios anteriores; “Heaven Upside Down” (2017), “The Pale Emperor” (2015) y el funesto “Born Villain” (2012), o aquella castaña llamada “The High End Of Low” que pretendía ser el cacareado regreso tras el fiasco económico de “Eat Me, Drink Me” (2007) y una gira que no llenó los recintos por los que pasó. Hasta ahora (como verá el lector más avezado), me remito a números; ninguno de estos discos ha sido especialmente bien tratado por la crítica, pero tampoco un público que no ha corrido presto a la llamada del directo y un Manson que ha visto cómo su posición ha ido descendiendo en los carteles de los festivales en los que ha actuado, hasta tener que hacerlo a plena luz del día. Hechos constatables como mi propia opinión; no escribe un advenedizo, no me he subido al carro del hater por casualidad, ni siquiera considero que pueda odiar a Manson pero estoy en una posición tan delicada como para no llevar las uñas pintadas de negro y guantes de rejilla a mi edad y tampoco puedo decir en voz alta que estuve en las giras de “Antichrist Superstar” (1996) o “Mechanical Animals”  (1998) una vez más o que he tenido el gusto de conocerle en persona y, por desgracia, asistir a los conciertos de sus últimas cuatro giras también y ser testigo del auténtico despeñe de un artista que hace veinticuatro años estaba llamado a convertirse en icono de la contracultura porque los más jóvenes y esos góticos, noobs de pacotilla, misántropos de Instagram (ríamos juntos), me acusarán de ser un pureta o ir de trve, de no tener ni puta idea, ¿qué le vamos a hacer? Si lo viviste no puedes decirlo; mejor si no lo viviste y hablas sin saber para mañana estar a otra cosa, claro que sí.

 

Pero sí, albergo sentimientos encontrados; recuerdo a un tipo flaco como un látigo, blanco como la leche, frotándose el ano en primer fila, mientras le escupíamos y nos lo devolvía, mientras interpretaba “Cake And Sodomy”, nevaba en “Apple Of Sodom” o sonaba “Tourniquet” y el espectáculo dantesco de un "señoro", grueso como tonel, y andares propios de Javier Gurruchaga (Joaquín Reyes lo habría hecho con mayor dignidad), quedándose afónico en la segunda canción (“Angel With The Scabbed Wings”) en su concierto del Download Festival en Madrid (2018) y hacer el ridículo con sus seguidores adolescentes sobre el escenario en “Kill4Me”. ¿De verdad alguien puede defender algo así? Querer a Marilyn Manson o apreciar sus primeros trabajos no significa tragar con todo, sino admitir, en un acto de madurez, que lo mejor pasó y que el personaje fagocitó al músico y a una banda que jamás volverá a existir.

 

Es por eso que “We Are Chaos” quiere ser saludado por muchos como lo mejor que ha grabado desde "Holy Wood (In the Shadow of the Valley of Death)" (2000), ajenos a que han pasado veinte putos largos años ya de auténtica morralla en el estudio, que “The Pale Emperor” (2015) parece la referencia a tomar en una carrera en la que es imposible salvar sus últimos trabajos y que cuando las canciones parecen despegar es porque recuerdan a lo que una vez fue. Me descojono cuando sus nuevos seguidores hablan de madurez compositiva porque estamos hablando de un tipo de cincuenta años que lleva en el dique seco, según esos mismos, desde que tenía treinta (recuerda, la descacharrante mención a "Holy Wood”) y se empeñan en mentar en vano a Alice Cooper sin ni siquiera conocer bien su carrera o a Bowie, dos colosos a nivel creativo y compositivo, comparados y sin comparar con Warner.

 

Me resulta interesante la unión de Shooter Jennigs con Manson a pesar de que es infinitamente más atractiva sobre el papel que en sus resultados. Así, el hijo de Waylon produce “We Are Chaos”, al que dota de una oscuridad que el propio Manson parecía haber perdido, pero no enmascara dos cosas; la preocupante pérdida de voz (algo que se soluciona en el estudio, con tan sólo un dedito) y, lo peor aún, el penoso nivel compositivo de un artista incapaz de levantarse. Si te gusta “Red Black And Blue” es por su batería y el bajo, te recordarán a lo que una vez Manson significó, pero no quiere decir que sea una buena canción, cinco minutos que, en realidad, son tres y medio, que no presenta ningún peligro y en ningún momento se encabrona como le pedimos, que transcurre lineal. Algo parecido al single, “We Are Chaos” en el que muchos quieren ver a Bowie (imagino que por su guitarra acústica) que en directo (si la pandemia lo permite) se convertirá en una canción de catequesis, de un álbum que encierra sus mejores ases en estas dos canciones. "Don't Chase the Dead" es floja como la madre que la parió; un medio tiempo saturado de sintetizadores, lineal y aburrida, como "Paint You with My Love" en la que quizá lo mejor sea la lúbrica referencia de una balada ñoña.

Lo peor de “We Are Chaos”, sin duda, es la ausencia de sorpresas; "Half-Way And One Step Forward" o la mediocre "Infinite Darkness" podrían haber sido parte de “Born Villain”, como la irritante "Perfume" o la autoparodia que es "Keep My Head Together" (a la que le sienta muy bien la saturación, todo hay que decirlo), el aburrido dramón que es “Solve Coagula” y el descalabro, muy a lo “Pale Emperor”, que es la acústica “Broken Needle”, tan forzada que resulta artificial. Canciones que no ocultan el penoso nivel creativo de Manson y, quizá lo peor de todo, la indulgencia de un público que se conforma con esto y cree que amar su música es justificarlo todo. Llevo diez años diciendo lo mismo de todos y cada uno de los discos de Manson; necesitan canciones y no cosmética, necesitan algo de fondo y duro trabajo, no rímel y carmín, pero algo me dice que ni al propio Warner le importa gran cosa ya su propia carrera, haga lo que haga seguirá siendo Manson y muchos correrán defenderlo. Me gustaría saber qué piensa Reznor de los discos actuales de su antiguo amigo, qué pensaría un veinteañero Warner si pudiese ver sus actuales actuaciones sin sentir vergüenza ajena…

 

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