Crítica: Oranssi Pazuzu “Mestarin Kynsi”

Me gustó "Värähtelijä" (2016) pero nunca me convenció su producción, tal y como dije en su momento, había grandes canciones cuyo envoltorio no era el más adecuado, cuyo rango dinámico era una verdadera pesadilla, algo que en vinilo (como bien sabrán muchos), se volvía un auténtico sufrimiento. Pero también he de reconocer que la gira me gustó y su puesta de largo en festivales hizo justicia al resultado final del álbum. El tiempo pasa y, para mi sorpresa, me encuentro con que "Värähtelijä" es más valorado por muchas personas que "Valonielu" (2013), Kosmonument" (2011) e incluso "Muukalainen puhuu" (2009) lo que me lleva a pensar; uno, me he equivocado y mi gusto ha perdido, además de no saber nada de una banda que llevo escuchando una década. O, dos (y mucho más plausible), la música de Oranssi Pazuzu ha accedido a un público mayor que cree saber tanto sobre los de Tampere como para meterse, entre pecho y espalda, toda su discografía en un fin de semana y evaluar que tanto "Värähtelijä" como “Mestarin kynsi” son piedras angulares del singular black metal de vanguardia que los finlandeses facturan. No se lo creen ni ellos.

Sin embargo, lo que me encuentro en “Mestarin kynsi” vuelve a ser algo similar a "Värähtelijä"; un buen álbum en el que hay grandísimas ideas (porque de verdad que las hay), nuevas sonoridades y un intento por parte de Oranssi de crecer y cambiar, de seguir mutando, de seguir avanzando, aún cuando estas ansias no se vean colmadas y dibujen un álbum en el que la calidad sorprende pero también los momentos en los que uno siente que la banda ha perdido cierto rumbo e intenta abarcar mucho, que la repetición de esquemas en "Tyhjyyden sakramentti" y su posterior mutación al noise, no terminan de cuajar hasta los maravillosos últimos coletazos sino que el plan de ruta trazado en "Ilmestys" se antojaba mucho más atractivo. Genialidades como "Uusi teknokratia" y su sonoridad, esa que nos acompaña durante todo “Mestarin kynsi” son las que logran zambullirnos en un mar místico, en lo más profundo del tronco de un árbol centenario, en mitad de un aquelarre nocturno; grandes brochazos de ‘crunch’ mientras la melodía y la psicodelia nos empujan entre los sesenta y los noventa, los primeros dos mil, entre lo que fue aquello y el vergel en el que se ha convertido el metal en los últimos años y el decadente esnobismo de muchos de los que lo escuchan actualmente.

Sin embargo, las dos últimas canciones, pese a los retazos de genialidad poseen sus defectos en unos pasajes en los que lo hipnótico cede paso al bucle más gratuito, a las que la mezcla no añade nada nuevo, todo lo contrario que “Oikeamielisten Sali” y ese planteamiento más valiente, en el que la banda suena magníficamente hilvanada y la producción, esta vez sí, está a la altura. En la que, como en "Ilmestys”, no hay obligación de superar duración alguna si la composición no lo requiere, en la que todo parece funcionar durante sus ocho minutos. Pequeños riesgos que logran lo que Oranssi parecían buscar, "Kuulen ääniä maan alta" y esos momentos más oscuros y gélidos que los de los propios de Bergen se mezclan con la programación y nos llevan a la húmeda Finlandia, convirtiendo la canción en lo más parecido a un “On The Run” del black, pero también grandes desaciertos como el enmascaramiento de una canción que no merece cerrar el álbum, "Taivaan portti”, y nos hace desembocar en un oscuro abismo y la constatación de que “Mestarin kynsi” posee una primera mitad bien orientada pero una segunda mitad mejor tratada y ejecutada, con una despedida completamente gratuita en sus excesivos ocho minutos.

Puede que me equivoque y haya perdido el gusto, puede que estemos hablando del “The Dark Side Of The Moon” del metal y mañana me encuentre encerando tablas de surf o sexando pollos, puede que Oranssi hayan firmado un buen trabajo, pero no la cuadratura del círculo que muchos desean y, muy seguramente, no tengan razón alguna. Sólo sé que ya hace dos títulos que, cada vez que me enfrento a uno de sus discos, acudo con la misma desazón que inseguridad, repleto de preguntas que la propia banda parece no querer responder.


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