Crítica: Thom Yorke “ANIMA"

A menudo, me ocurre que me cuesta mucho más leer sobre Thom Yorke que escuchar su propia música y eso sólo podría significar dos cosas; una, Yorke se ha convertido al mainstream más puro o, seguramente y mucho más plausible, aquellos que escuchan a Yorke -y no digamos ya, esos otros que empeñan en escribir sobre él- son una pandilla infumable de pretenciosos que se esmera en demostrar lo supuestamente inteligentes que son en una auténtica borrachera de referencias, obras y autores, para justificar el profundísimo mensaje del líder de Radiohead (nótese la fina ironía en mi paradoja). Si, en mitad de la noche, conoces a alguien que te asegura escuchar a Yorke, sólo hay una opción, huir lejos antes de que te aburra; si es un texto, evita leerlo porque te producirá la misma pereza mental que un mal Sudoku. Es habitual que una crítica sobre un disco de Thom Yorke diga más de aquel que la escribe que del propio artista porque, además, no siempre hay un mensaje, no siempre es tan forzado y profundo, la música está para que nos diga algo muy diferente a cada uno y analizar a la milésima cada segundo de las nuevas canciones del inglés o diseccionar sus letras, suele acabar en el más estrepitoso de los ridículos, como cuando en los versos de “Traffic” hace rimar; “I can't breathe, there's no water I jump free, foie gras, a brick Wall, a brick Wall, you're free…” y se queda tan ancho.

Y a mí, que quizá intento no intelectualizar el arte demasiado para no convertirlo en algo abstracto, alejado de mi corazón, me interesa más la conexión emocional de las canciones con mis propios sentimientos. El título de “ANIMA” de Yorke está basado en la teoría de Carl Gustav Jung y podría copiar/pegar cualquiera de los muchos textos que existen en Internet, asegurarte que lo leo por las noches e intentar rodear tu hombro con mi brazo imaginario para olerte detrás de la oreja pero sólo hay una frase que recuerdo de Jung y su teoría; “Cuando alguien dice no puedo dejar a esa mujer aunque lo querría hacer, eso es el Ánima". Eso dijo Jung para explicar, grosso modo, algo mucho más complejo pero, sin embargo, eso es el ánima que yo conozco muy bien, que he vivido y que, a veces, todavía se presenta en mi dormitorio por las noches.

Es por eso que las canciones de Yorke en su tercer álbum, me dicen mucho más de lo que un estricto y sesudo análisis de cada uno de sus beats y palabras podría aportarme. “Traffic” contiene ecos de su banda madre, el sintetizador y su pulso procede, sin embargo, de "Tomorrow's Modern Boxes" (2014) pero tiene más de "Amok" (2013) y Yorke juega con su voz sobre la base. Paisajes desolados, como los de "Last I Heard (...He Was Circling the Drain)" o “Not The News”, mezclándose con momentos más chill, “Twist”, se alternan con piezas como “Dawn Chorus” o “The Axe”, en las que parece jugar a deconstruir la canción y se empeña en narrar; no hay estribillo, no las podrás cantar, pero jugarán con tu estado de ánimo. “I Am a Very Rude Person” debe más a “The Eraser” (2006) y, como oyente, lo agradezco porque me hace recuperar el hilo del álbum y recordar a un Yorke más accesble, como me ocurre con la ‘radioheadiana’ “Impossible Knots” o ese interruptus tontorrón que es “Runwayaway” para entender que “Anima” no es posible escucharlo picoteando de aquí y de allá, sino de un tirón, intentando vivirlo como una pequeña experiencia asequible para casi cualquier paciencia media, ya que estamos hablando de un álbum que dura poco menos de cincuenta minutos, algo que también agradezco a Yorke y es la contención en un material así (esa misma que convirtió a "Tomorrow's Modern Boxes" en un experimento breve), nueve canciones se antoja el número perfecto.

La campaña de publicidad, como casi siempre, ha sido brillante con anuncios en el metro de Londres, por parte de ‘ANIMA Technologies’, una empresa que te ayuda a recordar tus sueños al despertarte, y la unión con Paul Thomas Anderson en Netflix y la clara demostración (también ejemplificada por The National y su maridaje con Mike Mills) de que la música y el cine, no siempre produce vibrantes genialidades. Pese a todas sus buenas ideas, “ANIMA” vuelve a poseer la bonita naturaleza del perro verde; es demasiado vago en su objetivo, la dirección no está tan clara y queda desdibujado como un conjunto de piezas -algunas más acertadas que otras- deslavazado. Me ha gustado y lo seguiré escuchando, pero no es la obra maestra por la que muchos se golpean el pecho y tampoco una absurdez pretenciosa como otros se empeñan en explicarte, sin creerse demasiado.

Por otro lado, si te sigues acordando de ella, y eres capaz de enlazar tus propios estados de ánimo con la música de Yorke, ya has conseguido mucho más que la media. Aunque, quizá, sólo quizá, no quieras recordar nada de lo soñado al día siguiente y también así estará bien…


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