Crítica: Architects “Holy Hell”

La primera en la cara, lo siento mucho por todos esos seguidores que Architects han sumado en los últimos meses y, seguramente, ya luzcan un tatuaje de ellos (muy significativo, por cierto). “Holy Hell” es un buen disco y he querido darle el tiempo que se merece, evitando escribir su crítica a las pocas escuchas, logrando así que las canciones dejasen poso en mí. Es más, por primera vez, en mucho tiempo, he escrito y vuelto a escribir este texto, ajustándolo a un criterio más templado, viviendo con las canciones del álbum día tras día, lejos del ‘hype’, del calentón y las ganas de escuchar nuevo material de Architects. Pero, sintiéndolo mucho por ellos (por esos seguidores del tatuaje), aún conteniendo buenas canciones y mejores melodías, “Holy Hell” no es la obra maestra por la que muchos braman. Y, como en muchas otras ocasiones, estoy plenamente convencido de que la exaltación y la exageración se deben más a cuestiones extramusicales que a la contenida en los surcos de su nuevo álbum. Es por eso que es especialmente difícil encontrar el equilibrio entre una crítica más templada y unas canciones que la mayor parte de los medios han ensalzado y elevado a la categoría de obra maestra. ¿De verdad, es para tanto?

No es cuestión de comparar “Holy Hell” con auténticas obras imperecederas que hayan superado la durísima prueba del tiempo y realmente trascendido su propio ámbito, comparar el último álbum de Architects con obras cumbre de la música sería tan absurdo como ese tipo de chavales que, con apenas veinte años y pantalones cagados, aseguran que la banda de Searle debería interpretar su contenido en el Albert Hall o entelequias adolescentes similares. Para encontrar la medida de “Holy Hell” deberemos acudir a dos hitos de la banda; uno, el que sigue siendo su mejor álbum hasta la fecha, “Lost Forever // Lost Together” (2014) y, segundo; la trágica muerte de Tom Searle. El primero, porque nos sirve para comparar, junto con el resto de su discografía. Y el segundo, mucho más jugoso para nosotros, porque es de utilidad para ser testigos de cómo Architects asimilan, catalizan y, posteriormente, escupen la rabia por la pérdida de Tom a través de su música.

Si fuese terriblemente asqueroso, Architects suspenden en ambos puntos porque la sombra de “Lost Forever // Lost Together” sigue siendo lo suficientemente alargada como para oscurecer este nuevo álbum y, lo más importante, no logran la catarsis por la muerte de Tom o, por lo menos, transmitirla de manera excesivamente dramática al oyente (aquel que escuche este disco de manera casual, sin conocer la pérdida, no se llevará mayor sensación de agresividad o drama que de otras obras). En “Holy Hell” hay dolor, claro que sí, pero con tanto amor por la melodía y tendencia a la sacarina que, con todos los breakdowns del mundo, los riffs con amor por el Drop B y la contundencia de Dan Searle a la batería, el resultado sigue siendo demasiado blando, un metalcore suave, lejos del desquicie y el caos de obras como "Nightmares" (2006) o "Ruin" (2007). Quizá sea precisamente por Searle, la mano en la producción y ese exceso de programación, de beats o por Dean, quizá por ambos, que a “Holy Hell” le sobran arreglos enlatados de cuerda en canciones que, pese a estar brillantemente ejecutadas y compuestas con aparente mimo, son opacadas por el mismo y repetitivo tratamiento en la producción y esa maldita compresión propia del subgénero, por los mismos recursos, la misma estructura y ese colchón, ajeno a la interpretación más orgánica, de cuerdas y sampleados. Siempre le ha sentado bien a la música de Architects, pero lo poco gusta y lo mucho cansa y “Holy Hell” peca de una emocionalidad forzada a base de ambos recursos y una atmósfera tan densa como artificial.

La querencia por la melodía o quizá, infinitamente peor, por la ñoñería y cursilería cuando la sensibilidad es tan impostada, llega con “Death Is Not Defeat” en la que la introducción da paso a ese metalcore genérico (bien interpretado, que nadie me malinterprete) en el que tenemos la sensación de haberla escuchado antes y la sorpresa es reducida a la mínima expresión. Otra cosa que me sorprende es el reemplazo de Tom, Josh Middleton de Sylosis, aval suficiente como para que su presencia se hubiese notado más. Middleton no es ningún advenedizo y su destreza con las seis cuerdas está más que probada. ¿Por qué no se nota su mano tanto como debería? La promesa de continuar con Sylosis no es suficiente para calmar los ánimos de aquellos que todavía esperamos un álbum que nos haga olvidar “Dormant Heart” (2015) tras el jugoso “Monolith” (2012).

Como antes señalaba, casi el mismo esquema para “Hereafter” y Sam luciendo un tono más rasgado y esa introducción en “Mortal After All” con pocas novedades en su riff y desarrollo de la composición de un álbum que, para colmo, parece exhibir sus mejores ases en las primeras posiciones. Hasta el empacho más absoluto de arreglos enlatados en “Holy Hell” en la que el abrasivo riff debería haber tomado más protagonismo, el trabajo de Josh y Adam es excelente pero no puedo con las cuerdas, como tampoco con la electrónica de “Royal Beggars” de la que me gusta particularmente la letra y los mensajes que Sam Carter parece, esta vez sí, cantar con cierta desesperación o ese toque machacón, casi industrial en las guitarras, de “Modern Misery” o la base rítmica de Dean y Dan. Claro que hay aciertos pero no los suficientes.

Lástima de “Dying To Heal” con la que parecen entrar en punto muerto, el pastel definitivo en “Doomsday” y “A Wasted Hymn” (por favor, los arreglos del final son aborrecibles y le restan fuerza su carga de profundidad) en una obra que debería exudar tanta mala leche por la pérdida de un hermano y amigo, como ese intento (tan propio de Architects pero tan fútil) de intentar racionalizar sentimientos que tan sólo pueden ser expresados a través del corazón y digeridos con el estómago. No, no me parece el mejor de su carrera, “Lost Forever // Lost Together”, y tampoco supera “All Our Gods Have Abandoned Us” (2016). Si estamos ante un álbum de transición o no, lo dirá el siguiente y el camino de verdad ya iniciado sin Tom y su cerebro en la composición. Pero, desde ya, “Holy Hell” tampoco es la elegía definitiva...


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