Crítica: Steel Panther “Lower The Bar”

No han sido pocas las veces que he tenido que explicar pacientemente a un lector por qué no me atraen Steel Panther, gustándome como me gustan Mötley Crüe, Poison e incluso The Darkness y por qué les evito en festivales o les he tenido que literalmente sufrir como teloneros. Cuando era un crío y escuchaba a los Crüe, estos hacía mucho que habían dejado de estar de moda, poco quedaba de aquellos chavales de pelo cardado, Crüe ya eran los Crüe de los noventa y habían sustituido el rímel por un aspecto más cercano al rock alternativo, el hair metal era algo del pasado, algo a detestar y estaba bien así. Pero ya en aquella época uno contemplaba a los Crüe de “Looks That Kill” y entendía que aquello era el uniforme de batalla y no había más pose o afectación por parte de Vinnie o Nikki que la justa porque, como defendían Poison, podían usar más maquillaje que tu hermana pero acabarían la noche con ella, además ellos llevaban aquella vida hasta sus últimas consecuencias, le extraían el jugo. Mi problema con Steel Panther es que más allá de ser los abanderados de la buena música, del glam, del hair metal y un regreso imposible a esos años dorados que por mucho que nos empeñemos nunca volverán, no lo son sino que han multiplicado tan al cubo esa estética y pervertido (nunca mejor dicho) su mensaje que resulta grotesco y sólo se les percibe como un chiste. No pongo en duda que son divertidos en directo pero porque es imposible tomárselos en serio y lo que uno está viendo no es más que un cruce imposible entre Poison, Leppard y Crüe pero de mentirijilla, con una temática que cansa tras cuatro discos en los que las bromas son igual de infantiles, planas y aburridas. Los supuestos homenajes a Van Halen o Mötley Crüe parecen parodias que no me extraña que Roth o Six ignoren o abiertamente desprecien porque parecen más una burla que otra cosa.

Recuerdo que hace muchos años (viene a cuento de esta crítica), tuve una importante reunión de trabajo y me apareció una chavala de Dallas que ya en la comida, allá por los postres, hablando de todo un poco, me preguntó por mis aficiones y se le iluminó la cara cuando le dije que amaba la música porque, buscando con urgencia en su bolso, sacó su móvil y me enseñó varias fotos de su marido con un amigo de la infancia que resultó ser Michael Starr. Allí estaba el bueno de Starr completamente repeinado y vistiendo un polo en mitad de una celebración en una barbacoa. Nunca olvidaré su desconcierto cuando admití conocer a Steel Panther pero percibió mi poco interés en Starr. Es un tío muy majo, le ves en el escenario y es otra persona pero en realidad no es así, es como un disfraz –me aseguró para intentar que su conversación me interesase. ¿Con amigas así quién quiere enemigos? La verdad es que no me sorprendió, era la época del “Balls Out” (2011) y a ella parecía hacerle mucha gracia, además de avergonzarle ligeramente, las bromas de las canciones de su amigo pero eso no evitó que me siguiese enseñando fotos de Starr de copas con ellos, cenando, de fin de semana... Supongo que si hubiese sido Vince Neil o Lee Roth la habría asaltado a preguntas pero comprobar que Starr tiene tan poco rock ‘n’ roll o glamour en su vida privada me terminó de deprimir y acabé tan hundido que una vez nos despedimos y a modo de exorcismo tan sólo se me ocurrió pinchar “Too Fast For Love” (1981) en el coche y encomendarme de nuevo a Sixx, Neil, Mars y Lee.

No, no soy un pureta y tampoco soy tan auténtico o corre por mis venas el auténtico espíritu de Hollywood Boulevard pero, aún sonando bien (Jay Ruston), “Lower The Bar” me parece un auténtico coñazo de principio a fin y reconozco sus puntos fuertes; en el hay buenos momentos, algún que otro estribillo y la colaboración de mi querido Rick Nielsen en “She’s Tight” (menudo título...) pero, a pesar de saber que son una broma y debo reírme, me cansan las constantes referencias a felaciones, cunnilingus, culos prietos, coñitos, pezones y lúbricas proposiciones, salidas de tono, lenguas, babas o bolas chinas. Me agotan porque creo que hasta el seguidor más apasionado de Steel Panther (si es que hay alguno que no se los tome a chiste) se merece algo mejor y debe pedir algo más a la banda de sus desvelos; ¿cómo es posible que crean que la reivindicación del hair metal es el enésimo chiste sobre una mamada? Y, en el caso de que admitamos que son tan sólo una banda para pasar el rato, ¿a alguien le puede hacer gracia que hablen de las mujeres como ganado o de meterle los dedos hasta el codo?

“Goin’ In The Backdoor” es una buena apertura (nunca mejor dicho, que diría Starr) y la guitarra de Satchel suena bien aunque el solo sea tan poco imaginativo, Foxx y Zadinia hacen un buen trabajo, pero es inevitable negar que han tenido canciones más resultonas para abrir sus discos anteriores en una carrera que ya parece descendente. Obviamente, las constantes referencias y las bromas a la “puerta de atrás” son eternas como el forzadísimo final con Starr y su falsete. “Anything Goes” es un robo a Van Halen como “Poontang Boomerang” al “Cherry Pie” de Warrant. Hasta ahora, como vemos, tres canciones poco imaginativas, con chistes repetidos y el sonido de bandas clásicas. ¿Aciertos? El sonido y lo sueltos que suenan, como el cencerro de Stix en la última.

Pero aquí no acaba la cosa, “That’s When You Came In” (que ya habíamos escuchado en directo), por lo menos, suena más a Bon Jovi que los actuales o “Wrong Side Of The Tracks (Out In Beverly Hills)" es más imaginativa que las anteriores y no tiran del catálogo de influencias habituales, como “Now The Fun Starts” que es la más atípica del conjunto parece un esfuerzo auténticamente titánico para una banda con un planteamiento tan limitado y supongo que disgustará a los seguidores y provocará algún que otro bostezo en directo.

Algo que arreglarán con “Pussy Ain’t Free” cuyo riff suena a la década de los ochenta/ primeros de los noventa, y posee versos de una sensibilidad fuera de toda duda; “Pussy ain't free, let me tell you, brother! You'll pay for that shit one way or another!”

Un medio tiempo, “Wasted Too Much Time”, y de nuevo canciones simples y ramplonas como “I Got What You Want” o “Walk Of Shame” en la que, por lo menos, se agradece la armónica o ese final con Nielsen en “She’s Tight” aunque el riff sea de nuevo otro robo, esta vez a Eddie Cochran en una canción que está más cerca del punk que del hard rock. Un disco que no me entretiene y tampoco me escandaliza, que no me divierte sino que me aburre por lo grueso de las bromas, la constante repetición y la poca inspiración. Vale, lo capté hace mucho, son un chiste pero no hace gracia y tampoco hace falta que nadie me los quiera vender como los salvadores del hair metal, el glam o el hard porque no están haciéndole ningún favor a ninguno sino todo lo contrario.


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