Crítica: Pain Of Salvation "In The Passing Light Of Day"

Quizá es que esperaba mucho menos de “In The Passing Light Of Day” o quizá, simplemente, es que tras estar al borde de la muerte, Daniel Gildenlöw, no podía hacer otra que grabar un disco realmente tan intenso como el que nos ocupa pero es que tras los excelsos “The Perfect Element I” (2000) y “Remedy Lane” (2002) e incluso “Be” (2004), pero en menor medida, sentí que algo faltaba en Pain Of Salvation con el polémico “Scarsick” (2007) y dos discos como “Road Salt One” (2010) y “Road Salt Two” (2011) que, por suerte o por desgracia, me tocó vivir de alguna manera y, a pesar de su calidad, nunca me terminaron de convencer aquellas influencias bluesy en una banda sueca progresiva que, a la mínima de cambio, nos descerrajaba azucaradas melodías teñidas de desgarros y algún que otro forzadísimo acercamiento al delta de mentirijilla desde su apartamento de Eskilstuna. ¿Qué queréis que os diga? ¿Debo sentir lo mismo por “Chain Sling” que por esa impostada y polvorienta puesta en escena de “Tell Me You Don’t Know” o ese auténtico rollo llamado “What She Means To Me” en la que muchos quisieron ver influencias de lo más varopintas y furtivos homenajes cuando únicamente sonaba a una versión de ABBA de tercera regional? Seamos serios, por favor. Puedo llegar a tolerar algo como “No Way” pero no eran los Pain Of Salvation de “Remedy Lane” ni de ninguno de sus discos anteriores y ellos lo sabían, tanto como nosotros. No es que las dos partes de “Road Salt” pudieran decepcionar a cualquier oyente (sobre todo la segunda, a mi gusto claramente superior) pero sí a un seguidor de la banda que tras “Scarsick” sentiría que habían perdido el rumbo y más con la publicación del horrendo “Falling Home” (2014) que no era más que un regurgitado de estos tres últimos, además de algunas insospechadas versiones a las que intentaron dotar de una nueva dimensión dejándonos directamente el mal sabor de boca de aquellos inconscientes que se atreven con “Holy Diver” o “Perfect Day” de Dio y Reed presumiendo de inconsciencia o querer precipitarse al abismo antes de tiempo y sin mucho sentido.

Sorprendentemente, la enfermedad de Gildenlöw les sorprende en el que podríamos entender como su mayor momento de popularidad siendo este el que atraiga la mayoría de las miradas y, por supuesto, los melodramáticos rumores púberes de aquellos seguidores más intensitos que parecen querer dotar a Pain Of Salvation de una realidad que no les corresponde cuando aseguraban que la banda, o el proyecto de Daniel, se desharía a causa de su enfermedad en unos meses en los que las noticias llegaban con cuentagotas. Por suerte, Gildenlöw, ha salido adelante y no sólo eso sino que con “In The Passing Light Of Day” parece haber querido recuperar el rumbo sin demasiadas estridencias; en él nos encontramos con una magnífica producción, buenos desarrollos a cargo de una instrumentación a la altura de la mano de Ragnar Zolberg, Gustaf Hielm, Léo Margarit y Daniel Karlsson a los teclados, además de una de las principales señas de identidad de la banda y no es otra que sus descarnadas y emocionales letras que, por supuesto, dan en la diana sentimental de todos nosotros y esos seguidores que antes mencionaba, claro que sí. Pero, por otro lado, es justo reconocer también que aunque sea su mejor trabajo desde “Be” (y eso son trece años, ni más ni menos), no está a la altura de sus primeros cuatro trabajos y este “In The Passing Light Of Day” se siente, en ocasiones, como una forzadísima vuelta a los orígenes; ese ‘back to basics’ tan cacareado por bandas que, tras el descalabro, se ven forzadas a echar la vista atrás y recuperar los restos del naufragio.

Ningún experto recomendaría abrir un disco con diez minutos de canción a menos que sea “On A Tuesday” y Daniel cante una estrofa tan sentida y con tanto sentido como; “I was born in this building It was the first Tuesday I had ever seenAnd if I live to see tomorrowIt will be my Tuesday number: 2119. How life has its way of turning your best suits the wrong way” en la que no solamente sentimos el zarpazo de la muerte sino también la titubeante sensación de haber vuelto a nacer y ser consciente de ello. A través de los contrastes entre lo que podría ser un medio tiempo y el staccato de una guitarra de riff entrecortado con otros de más intensidad llegaremos a un puente con arreglos de cuerda y piano, apropiado para construir el clímax de un fraseo que nos volverá a introducir en el cuerpo central de la canción y de ahí a otro medio tiempo, quizá más heroíco (también más empachoso), con el que cierran el primer corte y nos conducen sabíamente a “Tongue of God” en la que “Cry In The Shower, smile in the bed” parece un mantra antes de lanzarse a la existencial duda de quiénes somos, otro acierto.

Quizá los sentimientos de culpa poscoitales no sean la mejor inspiración para un álbum de regreso al mundo de los vivos como es “In The Passing Light Of Day” y quizá también deberíamos recordárselo a Daniel pero “Meaningless” es resultona por el juego de voces mientras que la minimalista balada a piano de “Silent Gold” y las añoranzas y remordimientos por los supuestamente amores perdidos rompan el ritmo del disco y cueste reconocer a esa banda que abría con “On A Tuesday”. La levemente caótica “Full Throttle Tribe” nos sacará de esa innecesaria ensoñación en la que volveremos a caer en “Reasons” y es que parecen ser la opereta de una relación acabada, como “The Taming of a Beast” en un ejercicio que podría ser quizá el peor de todo “In The Passing Light Of Day”. El crescendo de “Angels of Broken Things” merece la pena tanto como el solo de guitarra mientras que el cierre con “If This Is the End” por todos los Reznor del mundo y larga odisea de “The Passing Light of Day” dejan el listón bastante más alto que el cuerpo central del álbum.

Un disco que produce un efecto curioso y es que produce mejor sensación en el recuerdo más inmediato que durante la escucha y es porque es una colección de canciones de picos en el que los grandes momentos son muy grandes e inevitablemente nos recuerdan a aciertos pasados y los malos momentos no lo son tanto como sí poco reseñables. Un gran regreso por parte de Daniel Gildenlöw que nos hace olvidar aquel “Falling Home” pero seguir suspirando por “Entropia, “One Hour by the Concrete Lake”, “The Perfect Element I” y, claro, “Remedy Lane”. Qué decir…


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