Crítica: Darkthrone “Arctic Thunder”

Es normal que cada disco que Darkthrone publican siga generando tantísima expectación, principalmente, por la absoluta negación de su propia naturaleza en todos los sentidos. Ted Skjellum (Nocturno Culto) y el popular Gylve Nagell (Fenriz) no sólo se niegan a actuar en directo, no siendo nunca del todo claros con los motivos que realmente les alejan de los escenarios, mostrándose siempre ambigüos ante la eterna pregunta, sino que rechazan abandonar sus trabajos y dedicarse por completo a la música (cuando su marca quizá sea una de las más reconocibles de todo el metal extremo y cada lanzamiento sea mimado hasta el exceso por Peaceville) y disfruten ensayando en el tiempo libre que sus respectivas profesiones (profesor en la enseñanza pública y funcionario de correos) les permiten sino que desde su primer álbum, “Soulside Journey” (1991), no han publicado uno sólo que tenga que ver con el anterior e incluso en su famosísima y seminal "Unholy Trinity" (formada por “A Blaze in the Northern Sky”, “Under a Funeral Moon” y “Transilvanian Hunger”) se pueden encontrar vestigios de esa evolución que, sin huir de la oscuridad, les hizo abandonar los férreos postulados de un subgénero como es el del black metal que, independientemente de los generosos e inmediatos beneficios que les hubiese reportado, les habría convertido en una auténtica caricatura veinte años más tarde.

Y es que a Darkthrone, como dúo, se les podrá acusar de muchas cosas pero no hay duda de su inteligencia; artísticamente nacieron en el momento adecuado, se subieron al carro del black cuando debieron (de forma natural, sin que pueda interpretarse como algo negativo) y se salieron por la tangente convirtiéndose en una banda de crust punk de manera gradual; matando por inanición ese hambre transilvana con la ausencia de ‘blast beats’ en “Total Death” (1996) y “Ravishing Grimness” (1999), añadiendo alguna pincelada electrónica a esa catedral barcelonesa que tiñeron de negro en “Hate Them” (2003) y abandonando por completo el black en “Sardonic Wrath” (2004) pero lo únicamente cierto es que cuando ya abrazaron plenamente la ideología estética del crust en “F.O.A.D” (2006) Darkthrone ya tenían puesta su mirada en la orientación más clásicamente heavy metal de “Dark Thrones and Black Flags” (2008) que terminó doblegando toda esencia punk en el genial “The Underground Resistance” (2013), lo que me lleva a hacerme la siguiente pregunta; ¿por qué la mayoría de chavales que ahora mismo escuchan a Darkthrone quieren que Nocturno Culto o Fenriz vuelvan a facturar discos de black metal cuando pocos ‘puramente black’ hay en su discografía y aquella "Unholy Trinity" es tan sólo la cima de una carrera que, si dejamos que siga su progresión, parece ser un gigantesco monolito de hielo al metal en toda su expresión? Supongo que por ignorancia. Esa misma que nos hace querer que las bandas hagan giras aniversario de discos publicados hace treinta años, que formaciones irreconciliables se suban al escenario, que artistas pierdan peso y vuelvan a tener el pelo largo o graben disco clónicos por nuestra incapacidad para aceptar los cambios y disfrutar del pasado tanto como del presente o sentirnos excitados por lo que el futuro nos depare.

Es por eso que Darkthrone sea quizá una de mis bandas favoritas; por su honestidad. No es difícil contactar con Fenriz y arrancarle una respuesta a través de redes sociales, es un tipo con gran sentido del humor y auténtico que vive el metal con pasión (independientemente del subgénero) y lleva una vida tranquila recientemente casado, trabajando ahora también para la comunidad siendo diputado electo por casualidad y contra su voluntad, en paz y armonía con sus gatos y ensayando con su amigo Nocturno Culto en ese proyecto llamado Darkthrone que muchos se empeñan en querer dirigir por no entender realmente su naturaleza indómita.

“Arctic Thunder”, que toma su nombre de una de las bandas de los ochenta favoritas de Fenriz (a los que pidió permiso para bautizar el álbum así) es la confirmación del abandono definitivo del crust que se confirmó con “The Underground Resistance”, además de un disco de metal bruto y primitivo que, sin embargo, bebe de las fuentes del heavy metal con reminiscencias black. Producido por ellos mismos, grabado en su base de operaciones, con una portada tomada el mismo Fenriz durante una acampada en el bosque de Nordmarka (Oslo), que ha llevado al engaño y los falsos rumores de una vuelta al black metal más tradicional por ese sector con menos luces que el propio bosque de la foto, que entiende que si muestras árboles a la luz del crepúsculo o en plena noche ya debe ser algo inequívocamente black, posee dos ediciones; la general con el logo plateado al gusto de Nocturno Culto (en vinilo negro o unas pocas copias en blanco) y una limitadísima con el logo y el vinilo naranja, al gusto de Fenriz que afirma que es su color favorito en otro simpático puntapié a la comunidad más ortodoxa que nunca entenderá que no sea el negro y Darkthrone estén otra vez pibotando.

No, no es un disco de black metal pero hay oscuridad a raudales como en el riff principal de “Tundra Leach” que, según Fenriz, se le ocurrió mientras estaba en esa acampada y, como él mismo asegura, es una canción clásicamente heavy pero lo que no nos cuenta y deja para nuestra sorpresa es ese cambio a los tres minutos que añade aún más dramatismo y cuyo segundo riff quizá no sea tan oscuro como el que la abre y les aleje de su propia esencia más temprana, esa por la que todos claman, pero vale su peso en oro. El golpe de timón definitivo es “Burial Bliss” en la que Fenriz se deja los brazos en la batería; no cuesta reconocer los elementos que tanto le gustan en esos tempos sencillos y primitivos, poderosos y efectistas en los que la caja se convierte en una locomotora o quizá uno de los mejores riffs de Darkthrone en los últimos diez o quince años y os aseguro que no exagero; “Boreal Fiends” en el que parecen haber evitado cualquier distorsión o modulado y se acercan más que nunca a los Black Sabbath de 1970, manteniendo en esencia esa maldad innata que sería capaz de abrir las mismísimas puertas del infierno.

Como “Inbred Vermin” nos recordará a todos a Motörhead, no por el trepidante y traqueteante rock n’ roll con dosis de speed que practicaban, sino por su esencia y la guitarra de Nocturno Culto a partir del primer minuto de canción en la que no hay duda que el espíritu de Lemmy corre por sus venas. La canción homónima al álbum es quizá aquella que más se acerque a las coordenadas de aquella mítica "Unholy Trinity" pero es del todo imposible no entender unas miras mucho más amplias en su riff o la siniestra “Throw Me Through the Marshes” en la que la voz de Ted (dominante en todo “Arctic Thunder”) parece volverse aún más siniestra con ese puntito roto que tan bien sabe arrancarle a su garganta.

Un álbum breve, tan sólo ocho canciones, que se hace corto y que cierra con “Deep Lake Tresspass” (en la que recuperan el segundo riff de “Tundra Leach” como clímax) y “The Wyoming Distance” que estoy seguro que ambas anuncian el siguiente paso de Darkthrone; de corte más narrativo y épico pero conjugando todos los elementos de su carrera y es que en “Arctic Thunder” hay black pero también heavy y un poquito de thrash, rock ‘n’ roll y riffs que son propiamente doom. No creo que nadie que realmente ame a la banda, como es mi caso, pueda sentirse decepcionado ante un álbum como “Arctic Thunder” que, al margen del clásico debate estilístico, derrocha la pasión de dos artistas por cuyas venas corre su amor por la música pero que son incapaces de negar la frialdad de esos riffs nacidos en la mismísima Noruega. La crítica y los fans siguen ladrando al paso de Darkthrone, luego cabalgan…


© 2016 Lord Of Metal