Crítica: The Dead Daisies "Make Some Noise"

Cada vez valoro más a bandas como The Dead Daisies porque no nos engañan y ni siquiera lo intentan, olvídate de fingidas poses, de absurdas declaraciones o promesas que casi ningún artista llega a cumplir, The Dead Daisies no son la banda definitiva de rock; lo saben y no lo pretenden. A cambio, lo que nos encontramos es un buen álbum de hard, con canciones pegadizas repletas de sabor y mucha, mucha actitud positiva, doce canciones que destilan la buenísima química que la banda ya demuestra sobre los escenarios en donde tan sólo tienen un objetivo que es hacértelo pasar bien mientras disparan una canción tras otra y asistes perplejo a una banda de cincuentones que se comen a crudos a chavales de veinte y te arrancan una sonrisa mientras te amorras a una cerveza. Pero es que “Make Some Noise” es fácilmente el mejor álbum de esta banda que formó Jon Stevens y por la que han ido pasando nombres como John Tempesta, Frank Ferrer o Tommy Clufetos a la batería respectivamente, Dizzy Reed a los teclados, Darryl Jones al bajo y precisamente Stevens o Bernard Fowler para los que, afortunadamente, han encontrado un reemplazo de auténtico lujo como John Corabi que, honestamente, parece haberles revitalizado y a esto hay que sumarle al simpático y efectivo Doug Aldrich en sustitución de Richard Fortus. Ambos músicos, Corabi y Aldrich, no necesitan presentación alguna y es posible que esa segunda división de popularidad en la que, por desgracia, actualmente transitan es la que, aparte de su talento, haya inyectado de energía a una banda en la que todos sus miembros son currantes y, conscientes de que no llenan estadios, salen a devorar y sudar los escenarios de todas las salas por las que pasan e incluso a la banda que se atreva a llevarlos de teloneros.

A estas alturas, su debut (“The Dead Daisies”, 2014) no significo gran cosa excepto la anécdota y la noticia de una formación en la que todos sus miembros eran caras conocidas dentro del mundillo y, por supuesto, el morbo que producía ver cómo se las apañarían. “Revolución” (2015) demostró que el proyecto tenía continuidad y en “Make Some Noise” lo que nos encontramos es su clara continuación pero “supervitaminada y mineralizada” con canciones que no pasarán a la historia pero se te pegarán como un chicle y con las que no despegarán el pie del acelerador en todo el álbum. ¿Cómo es posible que una banda de segunda que no ocupa los titulares ni agota sus conciertos, formada por músicos de primera pero no en su mayor momento de gloria, hayan grabado un álbum que enamorará a los fans del hard y de todo el rock? Esta es la magia de la música y lo aclaro desde el principio; “Make Some Noise” no es una obra maestra pero entra de un tiro…

Lo primero que pensé al escuchar a John Corabi completamente en forma y mejor que nunca fue ¿por qué se preocupan Aerosmith y están pendientes de los constantes bandazos de Steven Tyler cuando tienen a Corabi en plenas facultades? Entiendo que una banda como la de Boston si quiere encontrar un imposible reemplazo para alguien tan carismático como Steven Tyler se encuentre en la misma picota de AC/DC cuando perdieron por el camino a Brian Johnson y la gente pedía a gritos a Joel O'Keeffe de Airbourne, Cormac Neeson de The Answer, Justin Hawkins de The Darkness o Marc Storace de Krokus. ¡Seamos serios, esto es un negocio en el que hablamos de muchos millones y en el que hay que noquear de verdad! Por ello entiendo que Corabi nunca esté entre los candidatos de Joe Perry o Brad Whitford (y más tras la experiencia con Mötley Crüe que, personalmente, disfruté muchísimo) pero bastaría que escuchasen este “Make Some Noise” para que entendiesen que están perdiendo el tiempo si lo que quieren es continuar con su banda mientras Tyler disfruta de jurado en programas de búsqueda de talentos o cantando country en los descansos de los partidos de fútbol americano.

Precisamente, la lejana referencia a la banda de Angus Young no es demasiado gratuita cuando escuchamos “Long Way To Go” y escuchamos ese comienzo tan propio de los australianos en la que la sección rítmica con Marco Mendoza y Brian Tichy puede presumir de ‘groove’ mientras David Lowy y, en particular, Doug Aldrich sacan filo a sus guitarras con un John Corabi que, como decía, no podría estar mejor en ese tono roto que destila puro hard. Con el que precisamente jugará en la vacilona “We All Fall Down” que junto a la más evidente “Song And A Prayer” nos recordarán a Aerosmith, sobre todo esta última en su parecidísimo estribillo con “Falling In Love (Is Hard On The Knees)” de “Nine Lives” (1997) pero, como antes señalaba, The Dead Daisies no lo ocultan y la canción suena rematadamente bien.

Más cafres y más macarras se vuelven en “Mainline” con ese acelerón que tan bien les viene y creíble resulta por lo cómodos que se les siente o ese riff de Aldrich que Aerosmith lleva casi dos décadas buscando sin éxito. Como alegría demuestran con la versión de “Fortunate Son” de la Creedence Clearwater Revival (bendito siempre John Fogherty) y en la que nos sorprenden no porque la lleven a otra dimensión y nos descubran otra visión del tema sino por la declaración de principios que supone grabar una canción tan icónica simplemente porque les apetece, ajenos a cualquier crítica.

Pero quizá el mejor momento de un álbum que no decae, es la segunda cara en la que “Last Time I Saw The Sun” nos recuerda al mejor rock sureño, el medio tiempo de “Mine All Mine” con todo su sabor bostoniano de Tyler y Perry en esos coros y “Freedom” u “All The Same” rematan de manera aún más enérgica probando todos los chupitos del bar no sin antes una última versión, “Join Together” de The Who que esta vez sí hacen completamente suya, a diferencia de lo ocurrido con la de Fogherty, y conforma una espectacular despedida. ¡Qué bien sienta una buena dosis de rock cuando no hay otra intención que la de hacernos pasar un buen rato y olvidarnos de todo; grandes Corabi, Aldrich, Lowy, Mendoza y Tichy!

© 2016 Jim Tonic