Crítica: Emperor “In The Nightside Eclipse”

Igual que pasa en el Punk y otro tipo de géneros en los cuales prima la filosofía por encima de lo estrictamente musical, en el Black hubo y sigue existiendo un corriente purista en la cual, lo que en un principio era un elemento casual pero condicionante como es el paupérrimo sonido de sus grabaciones, poco a poco se ha ido convirtiendo en seña de identidad que muchos artistas (aún en estos tiempos que corren en los cuales es extremadamente sencillo montarse un estudio casero y grabar con un mínimo de calidad) siguen defendiendo y es que cuanto peor suene; más auténtico resulta (el “Black Metal puro” debería ser frío, cortante, primitivo, tosco…). Por suerte, había un artista cuyas miras eran mucho más amplias, cuyas ansias de crecer y evolucionar eran muy superiores a los estrictos límites estéticos del Black Metal; Ihsahn que, con tan sólo “In The Nightside Eclipse” (1993), reventó literalmente los muros de la comunidad más negra de Europa. Su música era igual o más oscura y agresiva que la del resto pero también tenía aires progresivos y, por supuesto, sinfónicos. Es imposible hablar de Black Metal y no mencionar “I Am the Black Wizards” junto a “Mother North” o “Freezing Moon” y olvidar “Inno a Satana” o dejar de pensar en la magnífica portada de “Necrolord” (Kristian Wåhlin) en su intento por representar una ruta orca a Minas Morgul.

Ahora que han pasado casi veinte años y a pocos meses antes de que podamos disfrutar de la gira de Emperor conmemorando el aniversario del álbum, resulta sorprendente leer entrevistas recientes a Ihsahn y descubrir que repitieron una y otra vez, hasta la obsesión, algunas tomas. Saber que ninguno de los implicados era consciente de la importancia del disco (como ocurre con casi todas las grandes obras) y que la presencia de Tchort (Terje Vik "Tchort" Schei, que sustituía a Vidar "Ildjarn" Vaaer) fue meramente anecdótica (como la trascendencia en la carrera de Emperor) y por eso ni siquiera se le llega a tener en consideración para la celebración del aniversario. Y es que Faust, Samoth e Ihsahn fueron pioneros en eso de mezclar arreglos sinfónicos con Black Metal, bien es cierto que la fórmula –aunque absolutamente rompedora- distaba mucho de lo que luego supieron desarrollar porque en “In The Nightside Eclipse” aunque la melodía de los arreglos esté ahí, es asfixiada por el muro eléctrico de Samoth e Ihsahn que ahogan la mezcla final pero también es verdad que tenía que ser así, y que el álbum funciona perfectamente, no sólo como visagra del género, sino como auténtico punto de inflexión. Es lógico que más adelante perfeccionasen y equilibrasen la receta en discos posteriores (perdiendo progresivamente la influencia Black en favor de la Sinfónica) pero si hacemos un poquito de “arqueología musical” en la carrera del grupo, nos daremos cuenta de que la inclusión de teclados ya desde la demo “Wrath of the Tyrant” apuntaba los derroteros de un grupo que desde el principio estuvo en la búsqueda de mezclar el Black más crudo con la melodía.

Fue grabado en los famosos estudios Grieghallen durante los meses de verano de 1993 (publicado por la discográfica inglesa Candlelight Records),y fue un año convulso para el grupo (ya sin Mortiis), Samoth es arrestado y encontrado culpable tras demostrarse su participación con Varg Vikernes en la quema de Iglesias por toda Noruega. Faust también es encarcelado por el asesinato de un homosexual en un bosque noruego (alegando en su defensa que éste le provocó e hizo una invitación sexual). Tchort también fue arrestado por atracos con arma blanca y agredir a varias personas y, al margen de todos esos acontecimientos, que indudablemente también les daban una malsana publicidad, estaba Ihsahn que veía como, poco a poco, su grupo se desintegraba por segundos. Todos estos acontecimientos hicieron que toda la actividad del grupo cesase y no fuese hasta tres años después que la banda reclutase a Alver como bajista y a Hellhammer (posteriormente al ex-batería de Enslaved, Trym Torson) para publicar el EP “Reverence” y anunciar su regreso con “Anthems to the Welkin at Dusk” en 1997 (alabado por gran parte de la crítica como su mejor disco).

Pero volviendo a “In The Nightside Eclipse”, una introducción misteriosa –y de apenas un minuto como poco representativa de lo que se nos viene encima- da paso a la locura que es "Into the Infinity of Thoughts", una canción de más de ocho minutos que contiene todos los elementos del “Black más Black” pero también constantes cambios, inauditos riffs llenos de melodía y evocadores coros que hacen que el tema alcance un nivel más; entre litúrgico, épico y sinfónico. Un mar embravecido de poderosas notas “blacker” mientras la voz de Ihsahn llega a la locura más absoluta

“The Burning Shadows Of Silence” no nos da tregua convirtiéndose en la más salvaje y aterradora del disco, brutal, directa y cruda, transmitiendo toda la gelidez del invierno, quizá la más ortodoxa de todo el álbum (pasaje narrado incluido). Constantes cambios y progresiones para la preciosa y melódica “Cosmic Keys to My Creations and Times" a pesar de que Ihsahn parezca haber entrado en el clímax de un exorcismo y se deje la garganta escupiendo cada verso, cada palabra. Impresionante el trabajo de Faust (aunque no sea un batería especialmente rápido para lo que podrían demandar estas canciones) y Samoth. "Beyond the Great Vast Forest" continúa el asalto sin piedad cargada de riffs mientras la delicadeza de la introducción de "Towards the Pantheon" y sus arpegios nos harán creer que ha llegado la calma hasta que la batería la rompe con esos blast-beats cargados de mala leche y negrura, mucha negrura.

"The Majesty of the Night Sky" es posiblemente la más tranquila, guitarras acústicas y mucha melodía en los coros, arreglos y, de nuevo, una evocadora narración que le añade más emoción si cabe. Pero “In The Nightside Eclipse” todavía alberga dos grandes avales, que serán los que le hagan pasar a la historia: "I Am the Black Wizards" con esa declaración de principios que es escuchar a Ihsahn cantar : ”Soy el más poderoso pero no estoy solo en mi cosmos” en el que el cantante es “quien domina, quien controla, quien es” y termina espetando, tras lo que podríamos llamar un inconcebible estribillo o puente; “Mi imperio no tiene límites”, Ihsahn en estado puro, sin Dios ni amo. Más y más cambios hilvanados por dramáticas y brillantes progresiones en un ambiente denso, abigarrado y extremadamente tenso.

Y, para acabar, “Inno a Satana” que podría resumirse en dos palabras: “jodidamente mágica”, llena también de cambios, un brevísimo solo de batería e incluso un silencio que sólo sirve para enaltecer el brutal riff principal. Apabullante de principio a fin.

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