Crítica: Pink Floyd "The Dark Side Of The Moon"

No recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que escuché alguna de las canciones que integran “The Dark Side Of The Moon” (1973), porque con este álbum ocurre como con todas esas obras de arte que pasan a formar parte del imaginario colectivo con las que uno tiene la sensación de haber nacido con ellas grabadas a fuego en algún lugar de la memoria, pero sí cuando viví la experiencia de escucharlo de principio a fin, desde “Speak To Me” a “Eclipse” y, de nuevo, una y otra vez todo el disco al completo porque “The Dark Side Of The Moon” no es un álbum con un comienzo y un final sino una experiencia cíclica gracias a esos latidos que nos sirven para sumergirnos en sus canciones. También recuerdo cuando vi por primera a Roger Waters en directo en Barcelona, precisamente en esa gira en solitario en la cual interpretaba el disco en su totalidad además de otros clásicos de Pink Floyd y para mí, tanto en disco como en directo, siempre ha habido un antes y un después.

Pink Floyd, después de la marcha de Syd Barrett, se había convertido en el grupo de los largos pasajes instrumentales, de las extensas canciones psicodélicas, como más tarde recordaría con hastío el propio Gilmour, y no fue hasta “The Dark Side Of The Moon” cuando abandonaron ese terreno (quizá por una evolución lógica o porque el propio Gilmour se había, simplemente, cansado de ello), abrazaron la idea de crear un disco con un concepto que uniese las canciones como una obra en su totalidad y es también el primero de sus álbumes en incluir las letras de cada canción, por primera vez en su historia se sentían orgullosos, no  sólo de la parte musical sino también de la lírica.



Por desgracia también sería el punto de inflexión en su trayectoria vital a causa del éxito que supuso, no sólo en el plano profesional sino también personal; el álbum se mantuvo en las listas por más de quince años consecutivos con más de cincuenta millones de copias vendidas (quince veces platino sólo en Estados Unidos, a día de hoy y a pesar de la crisis en la Industria, “The Dark Side Of The Moon” sigue vendiendo casi diez mil copias por semana en todo el mundo. ¡Yo mismo tengo  hasta cinco copias del disco en diferentes ediciones!) convirtiéndose no sólo en uno de los álbumes más vendidos de la historia pulverizando récords e instalándose como referente en la cultura popular sino que les permitió al grupo poder cambiar de vida radicalmente y nadar en la abundancia (esa misma contra la que, paradójicamente, despotrican en “Money”, single del que han vendido casi cincuenta millones de copias) y, por supuesto, asentar la autoproclamación de Roger Waters como líder indiscutible y entrar de golpe y porrazo en su dictadura con “The Wall” (1979). Pero es que, como el propio Waters, admite sin rubor alguno, con “The Dark Side Of The Moon” buscaban ser ricos y famosos, vaya si lo lograron...

Particularmente, echo de menos el contexto histórico de la Industria en el que el grupo grabó “The Dark Side Of The Moon”, una vez el resto de los Floyd vio con buenos ojos la idea de Waters, mientras ensayaban para la gira que les llevaría de Estados Unidos a Japón, decidieron comprar gran cantidad de material nuevo para el directo y comenzaron a ensayar todas aquellas canciones que les rondaban por la cabeza y que Waters había traído de directamente de su jardín. Estamos hablando de un grupo que acababa de publicar un disco y, mientras preparaba la gira de éste, ya estaba ensayando el material de su próximo álbum de estudio que, para colmo, tocarían cada noche por lo que, cuando llegaron al estudio, las canciones ya tenían más que rodaje.

No contentos con esto, cuando entraron a grabar  “The Dark Side Of The Moon” en los míticos estudios de Abbey Road (en dos sesiones, en el año 72 y 73) con Alan Parsons como productor (al cual le sirvió "The Dark Side Of The Moon" como aval para su carrera en solitario más allá de los controles), se tomaron su tiempo y las canciones no sólo recibieron el mimo del estudio sino también todas las interrupciones por parte de Roger Waters para ver los partidos del Arsenal y la serie de los Monty Python “Flying Circus” (resulta gracioso que, a pesar de que el propio Waters negase que el fútbol y la serie interrumpiesen el proceso de grabación del álbum, luego financiase con parte de los jugosos beneficiosos de éste una de las próximas producciones de los Monty Python). ¿Alguien podría imaginarse actualmente el que un sello deje interpretar a un grupo que está preparando la gira de un disco que acaba de salir, nuevas canciones en directo que aún no han sido grabadas, invertir más en equipo, experimentar en el estudio, demorarse todo lo que necesitasen e interrumpir la gira para grabar la banda sonora de “La Vallée”? Ahora estamos hablando de Pink Floyd pero en aquella época no eran un grupo de estadio y sus ventas, precisamente hasta  “The Dark Side Of The Moon”, eran buenas pero discretas, nada que ver con las superestrellas en las que terminaron convirtiéndose.

Su título, en clara alusión a los lunáticos (que incluso llegó a conocerse como “Dark Side of the Moon: A Piece for Assorted Lunatics”) fue cambiado temporalmente a “Eclipse: A Piece for Assorted Lunatics” cuando supieron de la existencia de otro grupo llamado Medicine Head que había bautizado con el mismo nombre a uno de sus discos (con muchísimo menos éxito que los Floyd, obviamente, por lo que éstos decidieron retomarlo). “The Dark Side Of The Moon” habla de la locura y la ansiedad, del estrés de la vida moderna, de la avaricia y la muerte, es un disco que habla de la vida y de todos nosotros. Bajo una instrumentación sencilla se esconden gran multitud de técnicas de grabación y efectos de sonido; samplers (y estamos hablando de 1973), loops, overdubs, pistas sobre pistas y más pistas, efectos sonoros como los relojes de “Time”  grabados “in situ” en una relojería, el sonido de un ingeniero corriendo en el estudio para “On The Run”, las monedas, el ruido de la caja registradora en “Money” (por no hablar de las entrevistas a técnicos, roadies o músicos como Paul McCartney a los cuales les hacían todo tipo de preguntas para incluirlas en las nuevas canciones a modo de samplers) y, por último, mi favorito por lo sencillo pero efectista, tanto en directo como en estudio; el bombo de Mason simulando el latido humano y es que Pink Floyd en aquella época llegó a grabar hasta con dieciséis pistas (gracias a la EMI TG12345 Mixing Console), lo que les permitía en aquella época todo tipo de experimentación (a pesar de que, para aumentar el número de canales, mezclaban varios volviendo a tener disponibles pero con la consiguiente pérdida de calidad en el sonido). Con todo, esta consola fue la herramienta principal en la grabación de "The Dark Side Of The Moon" ya que, aparte de poder grabar dieciséis pistas de forma independiente y mezclarlas para hacer una sola, era también capaz de reproducir acordes de piano grabados al revés. 

Otro cachibache empleado fue el VCS3 que es un sintetizador creación de Peter Zinovieff y David Cockrell (fundadores en 1969 de la empresa EMS, Electronic Music Studios). VCS signica "Voltage Controlled Synthesizer y 3 por la cantidad de osciladores que incluye. VCS3 era portátil, sin embargo, su estabilidad tonal era deficiente y no permanecía afinado durante todo su uso. No sería lo único que permanecía desafinado durante la grabación de “The Dark Side Of The Moon” ya que, muchos años después y en plena guerra Waters/ Gilmour, sus excompañeros llegaron a afirmar que Waters carecía de oído y Rick era quien se lo afinaba, más tarde lo negaron y dijeron que fue en los primeros discos pero eso no bastó a Waters quien arremetió en más de una ocasión contra la opinión popular de que el cerebro musical de los Floyd era Gilmour porque, por mucho que les duela, Waters es el compositor y el cerebro de "“The Dark Side Of The Moon” (1973), "Wish You Were here" (1975) "Animals" (1977), "The Wall" (1979), fijémonos qué discos publicaron cada dos años en aquella década, y "The Final Cut" (1983).


Con una portada a cargo de Hipgnosis, colaboradores habituales y por siempre ligados a las imágenes imposibles de los Floyd, (de la que se creía que el prisma de la portada estaba basado en las Pirámides de Guiza de Egipto) representa tres elementos: la iluminación en los conciertos de la banda, las letras del álbum y el deseo de Richard Wright de ver una portada más sencilla y pulcra que las que aparecían en sus trabajos anteriores. Según recuerda Storm Thorgerson; "Estaba más relacionado con un espectáculo de luces. Realmente no habían organizado su espectáculo de luces. Por otro lado, está el triángulo, que como símbolo de pensamiento y ambición, creo que era uno de los temas de las letras de Roger Waters. Así que el triángulo era un icono muy útil para hacer uso de él y convertirlo en un prisma; ya sabes, el prisma pertenecía a los Floyd" En realidad, pudo haber tenido a un hombre disfrazado de Silver Surfer (o un surfero pintado de plateado como recuerda Storm), el cómic de la Marvel, "no sería Silver Surfer, sería un hombre sobre una tabla de surf. De hecho yo estaba más interesado en la ola, en una ola escalonada, porque pensaba que era una buena representación de los Floyd y los fans" pero al grupo no le pareció tan buena idea y la descartaron de inmediato, lo que no desecharon fue la majestuosa idea de las pirámides y dentro de la carpeta desplegable venían dos pósters, uno de ellos con fotografías de la banda en concierto con el nombe del grupo fragmentado en piezas y el otro con una imagen de las Pirámides de Guiza tomada por Powell y Thorgeson en Egipto con película infrarroja.


Dejamos caer la aguja y lo primero que escuchamos son esos latidos, la voz de Chris Adamson con el ya clásico "I've been mad for fucking years, absolutely years, been over the edge for yonks. Been working me buns off for bands. I've always been mad, I know I've been madLike the most of us have. Very hard to explain why you're mad. Even if you're not mad" y el comienzo instrumental de "Speak To Me" y la locura a la que nos llevan los gritos tras los samplers hasta la calma de "Breathe" como una oleada y la inocencia juvenil que exuda su letra con estrofas tan especiales y bellas como "Breathe, breathe in the air, don't be afraid to care. Leave but don't leave me. Look around, choose your own ground. For long you live and high you fly and smiles you'll give and tears you'll cry and all your touch and all you see is all your life will ever be" es quizá la más optimista y jovial de un disco, un tema que defiende el placer de lo sencillo, de la propia existencia, hasta que se cruza en su camino el estrés y la ansiedad de "On The Run", el ajetreado modo de vida de nuestro día a día, el acelerado ritmo vital que llevamos, el transporte público, los coches y sus atascos y, cómo no, los aeropuertos y las carreras por llegar a tiempo, por coger ese avión (la fobia personal a volar de Rick) del que parece que depende nuestra propia existencia hasta llegar a "Time"y esos relojes grabados por Parsons, con esa introducción de Mason, una advertencia siniestra a aquellos que malgastan el tiempo ya que éste y su lento e inexorable transcurrir termina por alcanzarnos a todos al final de la función. El solo de Gilmour es verdaderamente abrasivo y quema en el oyente, tan áspero como el tema en sí mismo. Por suerte, encontraremos algo de paz en el reprise de "Breathe" en lo que parece ser una metáfora de la vejez como una especie de segunda adolescencia en la que uno no puede temer, en absoluto, ser uno mismo sin miedo alguno.

Y llegamos a la muerte con "The Great Gig In The Sky", el piano de Rick es bello y calmado, como si nos sumergiéramos en un baño templado y la voz de Clare Torry empieza con temple hasta llegar al clímax, a un sentido orgasmo en el que resulta del todo macabro elucubrar un paralelo con el momento de abandonar este mundo. La anécdota es la de la propia Torry, la cual siguió las indicaciones de Rick y Parsons en todo momento y, cuando preguntó por la letra, fue la primera sorprendida cuando le dijeron que tan sólo se preocupase de cantar llegando a disculparse por el éxtasis alcanzado en la sesión para, años después y en vista del éxito alcanzado por “The Dark Side Of The Moon”, llevar a los Floyd a los tribunales reclamándoles derechos de autoría en "The Great Gig In The Sky" y así uno entiende que los primeros millones de copias del álbum no la incluyan a ella como coautora (más tarde les ocurriría algo parecido con los críos en "The Wall")

El tintineante ruido de monedas de Waters, la caja registradora y el sampler de papeles rotos nos introduce en la pieza más famosa del disco, "Money" y su bajo critican el ansia consumista, el capitalismo y la avaricia. Irónico que haya sido uno de los singles más vendidos de la historia de la música y aquel que haya reportado mayores beneficios a sus autores (sin contar el éxito en el que se convertiría, seis años después, "Another Brick In The Wall (Part 2)"), el saxo de Dick Parry es una locura en esta canción y cuando llega al clímax, ahí está la guitarra de Gilmour para hacer estallar la canción en mil pedazos. Todos los solos de Gilmour son primeras tomas por mucho que nos cueste llegar a creérnoslo, Gilmour es un defensor a muerte de la naturalidad y espontaneidad de las primeras interpretaciones y en “The Dark Side Of The Moon” tenemos el mayor de los ejemplos pero también es cierto que tuvo tiempo de ensayar todos y cada uno de éstos durante la larga gira que les llevó de un lado a otro del globo.

La reverberación de "Us And Them" es culpa de Chris Thomas y la sincronía vocal de Gilmour y Wright es una obra de arte, David es una experto en doblar su propia voz en dos tomas pero la armonía que logra con Wright es insuperable. El saxo de Dick Parry vuelve a ser el protagonista (curioso que los dos singles del álbum fuesen "Money" y "Us And Them", justo en los que su papel es primordial) en una canción que habla de "nosotros y los demás", nosotros siempre tenemos la razón, somos los buenos y los demás son sólo eso; los demás, aunque ellos también sean "nosotros". Parece complicado de explicar la dicotomía etnocéntrica de "lo nuestro y lo de los demás" y saber aplicarlo, alejándolo de toda connotación política, a las relaciones personales pero Pink Floyd lo logra con maestría, elevando el Pop a la categoría de arte. La psicodelia vuelve a tomar brevemente los mandos en "Any Colour You Like" pero por poco tiempo y hasta "Brain Damage", con alusión incluida a Syd Barret y la enajenación mental a la que llegó debido a las drogas alucinógenas; "Hay alguien en mi cabeza pero no soy yo".

Para acabar con "Eclipse" y cantar al unísono todos los lunáticos porque todos vemos lo mismo, sentimos lo mismo, pensamos lo mismo aunque seamos tan diferentes. "¡No hay una cara oculta de la luna, en realidad, es todo oscura!" decía Gerry O'Driscoll y la primera vez que la mujer de Roger Waters escuchó el disco se echó a llorar, quizá porque habla de todos nosotros, de nuestros sentimientos, de nuestros miedos, de nuestras vidas. Quizá ése es el motivo por el que todo aquel que se adentra en  “The Dark Side Of The Moon” y lo escucha lo suficientemente concentrado termina en estado de trance o con la sensación de haber viajado a algún lugar del subconsciente, quizá ése sea el motivo por el cual hablamos de una "experiencia" y no de un disco cualquiera. Si ya lo conoces, escúchalo a oscuras y a solas, si no lo conoces prepárate para el viaje porque no serás nunca más el mismo.

© 2013 Jim Tonic