Crítica: Eric Clapton "Old Sock"

¡Pero qué equivocados estamos! La vida ya es lo suficientemente complicada como para preocuparse con problemas que no merecen nuestra atención, al final, toda esta gran aventura de vivir se reduce a encontrarse a uno mismo y vivir en paz. Eric Clapton ya se quitó la espinita en 1977 cuando publicó "Slowhand" (muchos años antes de que cualquiera que ahora se atreva a criticarle hubiese nacido), se redimió con "From the Cradle" (1994) y "Pilgrim" (1998) y reventó las listas con su "Mtv Unplugged" en 1992 (además de poner de moda el formato acústico en aquellos conciertos televisados que, posteriormente, nos han regalado grandes momentos pero que a mediados de los noventa se convirtieron en toda una fiebre) pero, muchos años antes de todo esto, Clapton ya había formado el primer súper-grupo de la historia del Rock (hablamos de Cream, palabras mayores), había perdido la virginidad con John Mayall y sus Bluesbreakers por toda Europa, se había embarcado con Steve Winwood en Blind Faith y había salido ileso de un disco que casi le devora como "Layla and Other Assorted Love Songs" (1970). Y digo todo esto por todos aquellos que, desde hace años, se llevan las manos a la cabeza cada vez que Clapton publica discos y acuden prestos a criticarle y menospreciarle.

Eric Clapton no tiene nada que demostrar, ya lo ha hecho todo y a una edad en la que muchos todavía no sabemos ni dónde caeremos muertos. Está fuera de toda crítica, debería vivir más allá del bien y del mal y, sin embargo (a pesar de ser un auténtico intocable), es uno de los músicos que más ataques y bilis produce entre sus enemigos. Clapton no perdió el toque hace lo que quiere, cada día es mejor músico y su gusto es impecable pero el fin del Eric Clapton que todos conocíamos no fue culpa de un disco o una gira, de una mala venta o crítica. Fue justo aquella noche en la que, precisamente, subastó a la auténtica "Brownie" con fines benéficos y conoció a Melia, ésta le completó y le enamoró, Eric comenzó a escribir su autobiografía (fantástica, por cierto) en mitad de un gira por Oriente y se dio cuenta de que ya no le interesaba todo aquello que había conseguido, prefería estar en casa y disfrutar de su mujer y sus, recién nacidas, hijas. La noche que Eric dejó de ser Clapton fue durante esas Navidades en las que Melia le regaló una Stratocaster Mejicana blanca, modesta pero preciosa (según él), y la rasgueó delante de sus hijas en el salón de su casa entre regalos. Atrás quedaron las grandes giras, las largas noches de estudio y la carrera por escribir canciones y defenderlas. Entraron las ganas de vivir en paz, de componer discos con Cale, de rendirle homenaje a Robert Johnson, de grabar versiones y pasar largas temporadas surcando el mediterráneo en compañía de su familia.

Por tanto, "Old Sock" es como esa vieja prenda de vestir que a nadie le gusta, maltratada y vieja, pero que nos hace sentir tan bien cuando la llevamos, que nos hace sentir cómodos y, tras su portada, se esconde el Eric Clapton más relajado y en paz de la historia; sin afeitar, sin peinar, cómodo y sonriente pero seguro, así son las canciones de "Old Sock" y, quien espere incendiarios solos o sentidas canciones como las de  "Layla and Other Assorted Love Songs" que se vaya olvidando porque "Old Sock" será un disco que gustará con el paso del tiempo, al que acudiremos en las largas noches de verano mientras disfrutamos de nuestros amigos, pero nunca será un disco de desamor o pasión. Puede que su tono pueda recordarnos al "Ocean Boulevard" (1974) por sus aires reggae y esa distensión que se palpa en todas sus canciones pero "Old Sock", siendo un disco inferior a aquel, es completamente diferente y transmite tanto optimismo como calma.

Y sólo así uno es capaz de apreciar la versión, la vuelta de tuerca, de "Still Got The Blues" que se marca al lado de Winwood en la que el emotivo fraseo de Moore se convierte en un piano, en una guitarra clásica e incluso en unos arreglos de cuerda. No hay necesidad de quemar la casa con el sonido de su Strato intentando emular la Les Paul del irlandés o colgarse su "Beano", ninguna, Clapton disfruta cantando "Still Got The Blues" y contagia esa sensación al oyente en una toma en la que se ha cuidado cada segundo y en la que los arreglos son capaces de ahogar a la guitarra en el último minuto de la canción y salir bien parado.  Con el sospechoso habitual, Doyle Bramhall II, a los mandos y Justin Stanley, Eric Clapton se rodea de algunos amigos como J.J. Cale, Paul McCartney, Taj Mahal, Winwood e incluso Julie y Ella Clapton en un álbum con una plantilla tan extensa y tan habitual en su universo que denota que nuestra sensación al escucharlo no es casual sino que el propio Clapton ha disfrutado del proceso registrando algunas de sus canciones favoritas.

Y, aún con esas, es capaz de llegar a emocionarnos con "Angel" porque suena de auténtico lujo y consigue transmitir como, por ejemplo, no lograba en el anterior "Clapton" (2010), o recuperar el blues con "Goodnight Irene" de Leadbelly acompañado únicamente por un slide y una acordéon. El reggae de "Further On Down The Road" acompañado de Taj Mahal es optimismo en estado puro, un tema que suena caluroso y soleado, despreocupado y, sin embargo, con mucho sabor (y que ya pudimos escuchar en directo en alguna que otra ocasión), el nervio y el groove llega con "Gotta Get Over" y Chaka Khan (en la que incluso se llega a escuchar una risotada, muy de fondo, claro) y en "All Of Me" es Paul McCartney quien aporta su inconfundible timbre para un tema que, esta vez sí, podría haber entrado perfectamente en aquel "Clapton" que antes mencionaba, a pesar de sonar a "estándar" es un buen caramelo en el que hay que aprender a disfrutar de su piano y el sonido de la guitarra. 

"Till Your Well Runs Dry" de, el olvidado por muchos, Peter Tosh, es contagiosa y vuelve a los coordenadas reggae de  "Further On Down The Road"  pero con más cadencia y el cambio de ritmo, de la estrofa al estribillo, es sencillamente genial, y por esos derroteros sigue "Your One And Only Man" de Otis Redding y es que parece que Clapton disfruta versionando canciones y dándoles la vuelta especiándolas con esas curiosa receta de blues, reggae y rock. "Every Little Thing", más convencional y puramente Clapton en su sonido, nos deja escuchar su voz en un buen primer plano y notar el paso de los años en ella, pero pronto vuelve al reggae y pasa de ser un lamento al más puro estilo del inglés para convertirse en una canción de aires jamaicanos, pegadiza a más no poder.

"Our Love Is Here To Stay" de los Gershwin vuelve al jazz más informal y acústico de bar, con una guitarra acústica y unas escobillas, para volver de nuevo con Tosh en "No Sympathy". No seré yo el que diga que es su mejor disco, ni siquiera pieza fundamental para entender la carrera del genial guitarrista, pero sí uno de sus álbumes más agradecidos, resultones y simpáticos de toda su discografía, irradia tanta felicidad que es imposible resistirse a él. Clapton ha anunciado su retirada de los escenarios en unos años, le duele la espalda, está medio sordo y ya no le interesa el Rock sino vivir y hacer lo que le venga en gana pero sigue siendo Dios y creo que se lo ha ganado a pulso, no seamos tan imbéciles de querer juzgarle ahora, disfrutémosle mientras le tengamos.


© 2013 Jack Ermeister