Crítica: Adele "21"

"Hay un incendio empezando en mi corazón, alcanzando el clímax y me está sacando de la oscuridad"


Así comienza el segundo disco de la inglesita Adele, imposible no engancharse con semejante letra acompañada de una parca instrumentación que termina estallando en mil pedazos de soul. Pero he de ser sincero; soy un pequeño esnob y de no ser porque, en pleno viaje al Sonisphere de Suiza y leyendo la Rolling Stone (algo que me avergüenza profundamente reconocer), había una entrevista a la cantante en la cual se analizaba este disco, "21" (2011), desde el torturado prisma de la creadora que se siente atormentada por la genialidad y la ruptura con su pareja mientras el experimentado productor y gurú de moda, Rick Rubin, elogiaba sin cesar nunca habría caído atrapado en sus redes, nunca. 

¿Rick Rubin? ¿Cómo? ¿El mismo Rubin de Slayer, AC/DC, Metallica o los Peppers? ¿Aquel que puso al enorme Johnny Cash de nuevo en el candelero y en los Ipods de la ya crecidita Generación X? Sí, el mismito. Así que no tuve más remedio que hacerme con el disco porque si Rubin lo produce ahí debe haber algo. Uno empieza a saber que se hace mayor cuando empieza a reconocerse en vicios que antes no tenía y escuchar un disco tan sólo por su productor es una estupidez pero acerté y una vez que empecé a escuchar este "21" me acordé de "Chasing Pavements"; era la misma chica a la que había ignorado años antes cuando se publicó aquel "19" (2008) pero es que reconozco que el efecto Amy Winnehouse y la mema de Duffy eran superiores a mí (por mucho que a ésta última le produjese el disco Bernard Butler de Suede, y mira que esto era buen reclamo para mí...) y mi tendencia fue a ignorar todo aquello que oliese ligeramente a "soul de usar y tirar". Bueno, pues con Adele me equivoqué.

"Rolling In The Deep" no es un buen single; es "el single". Hacía tiempo que no escuchaba un producto tan bien "ensamblado". Sé que el pretendido sabor soul que emana la canción es algo tan falso como la supuesta artesanía de la masa de las pizzas a domicilio, que se han formulado elementos como si fuesen una compleja fórmula química, sé que ahí hay poco de genuino pero suena tan bien que te hace olvidarte de todo. ¡Tan bien que es imposible dejar de escucharlo! El único problema de una canción como ésta es el inevitable desgaste que está sufriendo en las radios, anuncios y cuñas publicitarias.

"Rumour Has It" es sesentera y la percusión vuelve a ser tan castigadora y a sonar tan cruda como en "Rolling In The Deep" pero más marcada, más férrea, el estribillo es repetitivo pero es magnífico. Siempre me han gustado los discos que empiezan con un buen par de singles y a la tercera canción descienden en un medio tiempo o balada magistral, me parece una manera muy inteligente de saber administrar las emociones como si de un directo se tratase y "Turning Tables" es emoción en estado puro. Todos aquellos que menosprecian un disco como éste deberían escuchar "Turning Tables" una vez en su vida y librarse de todo tipo de prejuicios. 

Quizá "Don't You Remember" no es lo que uno espera a estas alturas del álbum ya que el comienzo del álbum roza la matrícula de honor y nuestro estómago pide emociones fuertes de nuevo pero es otro single en potencia en el que adentrarse poco a poco, para disfrutar y paladearlo.

"Set Fire to the Rain" con un cambio dramático en el estribillo y un bonito piano nos lleva a "He Won't Go", un momento "chill out" para encarar la segunda cara del disco que se abre con "Take It All" y la juguetona "I'll Be Waiting". Todas lo suficientemente bellas y delicadas como para sobrellevar una pérdida.

No es que "One And Only" no me guste, es que hay ciertos títulos que deberían estar prohibidos y éste es uno de ellos, a pesar de ello la canción es hermosa con la voz de Adele sobrevolando las notas del piano. Ritmo relajado y distendido en "Lovesong" y llegamos a una de las joyas del disco; "Someone Like You". "If It Hadn't Been For Love" y "Hiding My Heart" es lo más cercano a ver a Adele en un bar actuando para unos cuantos parroquianos. Un buen broche final para un disco cinco estrellas. Rick Rubin nunca falla, lo sabía...

© 2011 Sam Malone