Blogozarro #6 "AKIRA"

No tenía ni diez años cuando fui al estreno de una película de dibujos animados que lo cambiaría todo, no sólo para mí sino para todos; para el público e incluso la industria del cine. Resulta curioso ver cómo han cambiado las cosas con el paso del tiempo; los niños de ahora consumen más violencia que antes gracias a los videojuegos, el poco sentido común de la programación de las cadenas y el acceso sin límites a internet y esto, a menudo, es utilizado como excusa de su comportamiento, falta de valores y educación pero ahí me tenías a mí, vistiendo "pantalón corto" y sentado en una sala de cine, rodeado de veinteañeros y treintañeros fanáticos de un cómic japonés para adultos y, lejos de afectar en mi comportamiento de adulto, tener acceso a este tipo de películas desde tan pequeño me abrió los ojos e hizo sentir hambre de saber, descubrir, leer y escuchar. "AKIRA" se estrenaba a finales de los ochenta por todo lo grande para unos pocos aficionados (valga la paradoja) del cómic y de la ciencia ficción, aquello que ahora se denomina "anime" y hace unos años todo el mundo parecía saber para, ahora, haber terminado volviendo al ghetto de unos pocos entendidos (otakus). A decir verdad, "AKIRA", era una película demasiado agresiva, transgresora y violenta para un niño y creo recordar, sin temor a equivocarme, que era el único de la sala. Recuerdo aquellos primeros minutos con emoción (¡no es lo mismo ver este tipo de películas en casa, es mucho mejor en pantalla grande!), comenzaba a sonar la música de Geinoh Yamashirogumi (una banda sonora magnífica, la recomiendo a todo el mundo, hacedme caso...) y aquellas percusiones tradicionales mezcladas con electrónica mientras millones de luces de un Tokyo post-nuclear y futurista, totalmente devastado, nos deslumbraban a todos al ritmo del tema "Kaneda" y la salvaje lucha sobre aquellas vanguardistas motos contra la banda rival.

Sin exagerar, a la altura de "Blade Runner" o "Star Wars", "AKIRA" supuso el aire fresco que la animación necesitaba, el empujón definitivo al, todavía desconocido en España por aquella época, manga japonés. Pero la virtud de "AKIRA" era que de "manga" tenía únicamente la denominación de origen. Olvídate de todos los tópicos reinantes en el cómic japonés porque la obra de Katsuhiro Otomo tenía más de Philip K Dick y Moebius que otra cosa. Los personajes de Otomo se mueven como personas, sus reacciones son coléricas y viscerales, sus movimientos rápidos, no hay lugar para la caricatura de ojos grandes y bocas desencajadas pero sí para el detallismo en la realidad cotidiana. Los protagonistas caen enfermos, mueren, sienten envidia, se traicionan, se quieren y mueren y lo puedes ver en sus púpilas. La sangre ocupa un lugar de excepción; es roja y negra, densa como el aceite pero no gratuita, no hay rastro  de exageración o tendencia al "gore" más caricaturesco propio del género sino que es tan real y efectista que llega a salpicarte. Se utilizaron técnicas totalmente innovadoras para una película de sus características, el famoso "pre-scoring" de la Disney, en el cual se graban las voces antes de realizar las animaciones con lo que se pueden "encajar" perfectamente los gestos e inflexiones en el personaje, hay momentos en los que a uno le parece estar viendo a personas de carne y hueso y esto quiso SONY a primeros de los noventa; crear la adaptación con personas reales. Un proyecto que, según avanzaba, se le iba de las manos debido a su alto coste (más de trescientos millones de dólares de la época) pero del que, veinte años después, nunca han desistido e incluso se han hecho numerosos castings y pruebas siendo el más ridículo aquel en el cual se le proponía a Leonardo DiCaprio encarnar al mismísimo Kaneda (protagonista de la obra, un cruce imposible entre James Dean y un jovencísimo Mel Gibson de Mad Max en versión adolescente, un antihéroe que no tiene la necesidad divina de ser "el bueno de la película" sino que es empujado por los acontecimientos y su propio instinto de supervivencia a arriesgar su vida).

¿Y de qué trata "AKIRA"? La explosión de una nueva, y aún más poderosa, bomba nuclear en pleno centro de Tokyo provoca la III Guerra Mundial, la ciudad es reconstruída sobre los restos de la antigua siendo bautizada con el nombre de Neo-Tokyo. Kaneda es un joven inadaptado, estudiantes de un correccional, parias sin oficio ni beneficio cuya única diversión es tomarse la guerra por su cuenta contra la banda motorista rival. En una de esas correrías pierden a uno de los suyos; Tetsuo (el clásico adolescente con problemas de autoestima), éste tiene un accidente de moto cuando un niño de aspecto extraño y envejecido se le cruza en una carretera abandonada...

La próxima vez que abra los ojos no estará en un hospital sino en las instalaciones del gobierno y habrá sido utilizado como conejillo de indias, habiendo desarrollado unos poderes psíquicos que le asemejan casi a un Dios pero cuyos efectos secundarios no podrá controlar. El entramado de la novela gráfica nos desvela los siniestros propósitos de un proyecto militar que experimentaba con niños a los que trataban con el fin de potenciar sus habilidades psíquicas, siendo Akira (cuyo nombre significa "Luz" en japonés) el mayor éxito, Tetsuo, en su búsqueda por entender y calmar sus dolores, querrá despertar a este niño, el cual ha permanecido criogenizado durante más de treinta años. Un argumento un tanto bizarro (como esta sección) pero que se desenvuelve con agilidad tanto en el cómic como en el película.

La película, cuyo éxito provocó que estuviese acabada antes de que el cómic tuviese final (hablamos de más de dos mil páginas, todas entintadas a mano, una auténtica obra de arte) se convirtió automáticamente en un clásico de culto. Comenzó a editarse en Japón en 1984 y rápidamente se convirtió en un superventas cuya expansión en Estados Unidos vino de la mano de Marvel Comics. El que Katsuhiro Otomo no pudiese concluir el faraónico cómic (por aquella época éste alegaba todo tipo de problemas con el "coloreado") antes de que la película estuviese acabada y preparada para su distribución puede ser la razón por la cual existen diversas diferencias entre el final de una y el de las páginas (aunque Alejandro Jodorowsky asegure su autoría en él después de una noche de copas con Otomo en un bar de Tokyo) en lo que mucha gente cree ver el punto flaco de su adaptación al cine y es que, mientras que la primera hora es auténticamente hipnótica, la segunda tiende a disiparse en un mar de tramas abiertas por el cómic aún inconcluso en aquella época. Pero el final no llega a defraudar de ninguna de las maneras y aquel que no ha podido apartar la mirada de la pantalla se encontrará totalmente recompensado cuando se encuentre a un Tetsuo convertido en un monstruo y a Kaneda, sobre su inimitable moto roja BMW, armado con un láser cortando en dos, tres, cuatro y mil trozos a su antiguo amigo, haciéndole abandonar el mundo material, abrazando la luz y entrando en el panteón divino junto con Akira.

Excesiva e impresionante, "AKIRA" merece tanta atención por parte del aficionado al cómic como del cinéfilo o amante del Rock. Si el "Nevermind" de Nirvana es la piedra angular para entender los primeros noventa, "AKIRA" es la bisagra entre dos décadas, nada más y nada menos, y comprender que, sin una obra de su envergadura, el cine y el cómic no serían lo que son actualmente. Han pasado más de veinte años desde sus estreno y todavía sigue resultando fresca e innovadora, todavía sigue siendo un plato fuerte para muchos estómagos. Quizá no la hayas visto pero eso tiene solución...

© 2011 Jesús Cano