Crítica: Tame Impala "The Slow Rush"

Te aferras a una cintura, apuras el último trago de ginebra y piensas en ella, mientras suena Tame Impala en directo; piensas en alguien a quien no le importas en absoluto y a la que sólo le importa otra persona, aunque sea tangencialmente, que a ti -maravillosa casualidad- tampoco te importa en absoluto, ni siquiera para haceros daño (sí, en esa misma sensación de extraña entropía en el mensaje, de aislamiento, que también sentí en la maravillosa enajenación mental de cuando Bon Iver te hace tocar el cielo en sus conciertos y el lector más avezado recordará). Pegas otro sorbito de ginebra y recuerdas un libro de Ellis que te gustaba, lo mezclas en tu cabeza con uno de Carver, piensas lo mucho que le pega Tame Impala, te colocas en los aseos del festival y sales sorbiéndote la nariz, te cuesta respirar y sientes que te va a estallar la cabeza, maldita vasodilatación, te metes entre la gente, te vuelves a agarrar a esa cintura y piensas en esa persona a la que no le importas, mientras Parker canta “Yes I'm changing, yes I'm gone…” y crees entenderle pero no es así, mientras se descubre ante ti que la vida ha pasado entre disco y disco de Impala y Parker parece haberse tomado su tiempo, perfeccionando el sonido de “The Slow Rush” (2020) quizá su álbum más flojo, si tenemos en cuenta que venimos de “Innerspeaker” (2010), “Lonerism” (2012) y “Currents” (2015) pero todo un logro si tenemos en cuenta la montaña rusa en la que Parker se ha montado desde la publicación del anterior, del ámbito más independiente a encabezar festivales, casarse o perder a su padre, y que estamos hablando de un álbum en el que pasamos del pop ensoñador a la neo-psicodelia en un segundo, en el que creemos escuchar soul para cambiar al Sonido Filadelfia, de Animal Collective a música de ascensor, amables melodías repletas de esa mística por la que Parker va a lograr que repitas una y otra vez sus frases y latiguillos como si fuesen mantras que, a fuerza de cantarlos, uno interioriza, haciendo suyos, cuando no lo son...

Por eso, cuando suena “One More Year”, todo es tan familiar y la sensación tropical y arreglos desfasados parecen encajar en la alquimia pop de Parker, para recordarte que estás atrapado en un bucle y el tiempo es cíclico, o como cuando suena “Instant Destiny” y tenemos la superficial sensación de ir en un yate petardo, con cierta cadencia soul y el estribillo con la aguda y acolchada voz como recurso. Recuerdos de George Michael en “Borderlines”, alternados con momentos de recogimiento y pop en “Posthumous Forgiveness”. Hay rythm and blues en “Breathe Deeper” o “Tomorrows Dust” (de la que me queda el amargo sabor de boca de que las decisiones tomadas hoy son polvo del pasado) pero pasado por el tamiz de la psicodelia, hasta ese single totalmente adictivo (“Lost In Yesterday”) en el que se dan la mano hasta tres décadas, de Paul Simon a Michael Jackson, de los mencionados Animal Collective a Tame Impala, por gracia propia. En una canción que, además de pegarse como un chicle y resultar irresistible, Parker parece querer regresar a sus propios caminos comunes y acordar una especie de pacto con el oyente.

Los setenta regresan en “Is It True”, en un pacto a medias; Tame Impala ponen la pista y tú disimulas siguiendo el ritmo en un último estertor en una melodía creada en un Supermercado, el de este “The Slow Rush” que termina por agotar en ese constante ‘tease and denial’ en el que nada llega a quemar o hacer sentir el menor rubor hasta el épico cierre que es “One More Hour” y por el que tienes que pagar un interludio, un entretenimiento, como “Glimmer”, para escuchar ecos de Supertramp a modo de cierre. 

Es verdad que impresiona el que Parker sea el artífice de este pequeño monstruo, pero también que se siente cierta frustración al ser testigo de tanta clase y maestría y tan poco dirección o concreción, y produce la misma sensación de aquel genio loco de Minneapolis al que tanta perfección terminaba pasándole factura en sus constantes retoques, añadidos y cambios, en ese reverberante mar de estribillos memorables del que, sin embargo, no es posible salvar el álbum en su totalidad. Me gusta porque es Tame Impala y conecta con una pequeña parte de mi corazón, pero no lo considero digno de la triada anterior…


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