Crítica: Slayer "The Repentless Killogy"

Si estás leyendo estas líneas es porque, de alguna manera, te interesa Slayer. Una banda que algunos, inexplicablemente, atacan mientras otros la adoran hasta la obsesión enfermiza; que unos defenestran tras "Seasons in the Abyss" (1990) y otros, aún más auténticos, con "Reign in Blood (1986), mientras miles de chavales lamentan habérselos perdido en directo y otros contábamos sus actuaciones cual muescas en la culata de nuestros revólveres imaginarios. Todo vale para un nombre que ha trascendido el tiempo y se ha convertido en un reclamo intergeneracional que, nos guste o no (nos lo creamos más o menos), abandonan los escenarios en un dignísimo estado de forma con Bostaph tras los parches y el carismático Gary Holt con su ya memorable guitarra Dexter, siendo este "The Repentless Killogy (Live at The Forum in Inglewood, CA)", el supuesto testamento en directo de una gira inolvidable que he tenido la suerte de ver en más de media docena de noches y que me ha dejado un grandísimo sabor de boca. Atrás quedan los que reivindican a un auténtico monstruo como Lombardo, los que lloran a Hanneman y, tirando de cinismo, aseguran que esta no será la última gira de los de Huntington Park y, de todos los mencionados, estos son los últimos que deseo tengan razón.

Es cierto que Slayer tocaron, paradójicamente, el cielo con "Seasons in the Abyss" (1990), he de darle la razón a Albert Mudrian de Decibel Magazine pero también que, por el camino, hubo dignísimos momentos como "Divine Intervention" (1994) o "Christ Illusion" (2006), que todos sentimos la pérdida de Hanneman y la tristísima salida de Lombardo pero también hemos recibido con los brazos abiertos a Holt y Bostaph, dos músicos plenamente solventes que, a estas alturas de la película, no tienen que demostrar nada a nadie. Que “Repentless” no es una maravilla, pero si un noble ejercicio de estilo que les ha permitido pasearse por los escenarios y despedirse ahora que Tom Araya parece completamente saturado de la vida en la carretera y prefiere recuperar la suya propia, antes de perecer sobre un escenario.

Así, "The Repentless Killogy” mezcla la ficción con las canciones en directo pero tampoco te engañaré; no creo que sea el directo definitivo de Slayer (ese ya se publicó en 1991, "Decade of Aggression: Live"), no supera a “Through The Never” de Metallica en su narración y ni siquiera el repertorio es todo lo espectacular que debiera, así como el sonido o la realización de unas tomas en directo en las que se abusa de los mismos movimientos frenéticos y cambios de plano ya vistos hasta la saciedad. ¿Entonces? "The Repentless Killogy” posee la magia de la despedida, del registro, de la golosina para todos aquellos que los disfrutamos en esta gira y vimos a Holt romperse el cuello con los riffs de “Repentless” (recuérdalo, seguro que puedes y sientes todavía ese hormigueo en los brazos, vamos…), coreamos su estribillo, y gritamos "War Ensemble" junto a Araya. Las carreras interminables por conseguir las baquetas escondidas de Bostaph, peleamos por una maldita púa de Kerry y volvimos a casa más cansados, pero más felices porque de eso trata la música y su capacidad para conmover, remover las tripas de uno. La gracia de este directo es su valor documental, teñido por la nostalgia del recuerdo, no su valor per se, no es posible racionalizar aquello que es pura emoción.

Por supuesto, las lógicas discusiones sobre el repertorio serán las protagonistas de aquellos tristes que no entiendan nada de lo que escribo; si deberían haber incluido "Black Magic" en lugar de "You Against You", si ya estamos hartos de escuchar "Dead Skin Mask", Araya no llega a los altos del grito desgarrador de la grabación original de "Angel Of Death", si Kerry está únicamente interesado en el dinero y resucitará a Slayer en unos años, cuando la única verdad es que me costará digerir la ausencia del nombre de la banda en todo festival que se precie, según vayan pasando los años echaré aún más de menos verlos sobre el escenario y recordaré, con una sonrisa, todas esas noches que, desde "Divine Intervention" (1994) he podido verlos sobre las tablas; con Hanneman, con Lombardo, con Bostaph o Jon Dette, frente a esos pobres que nunca tendrán la oportunidad o prefirieron quedarse en casa (conozco a un par, como poco). Me siento afortunado y, como decía al comienzo de esta humilde reseña teñida de añoranza por una de mis bandas favoritas, sólo deseo que algún día regresen, los principios de cada uno me dan igual a estas alturas, “Vive rápido, a tope, sin arrepentimiento…”, pues eso.

Texto © 2020 Trve Lord Of Metal