Crítica: Wolves in the Throne Room “Thrice Woven”

Que muchos se sintieran decepcionados con “Celestite” (2014), a pesar de las necesarias explicaciones de Aaron (descacharrante su desnortado razonamiento por el cual la música electrónica puede ser más oscura que el black parido en un fiordo noruego), era lógicamente proporcional al hype pero también al miedo ante el nuevo álbum de la banda de los hermanos Weaver con un productor como Randall Dunn (Master Musicians of Bukkake, no es broma, pero también Earth, Sunn O))), lo último de Myrkur y, cómo no, “Two Hunters”, “Black Cascade”, “Celestial Lineage” pero también “Celestite”) que, depende cómo queramos verlo, puede significar la fe en el camino andado y la cordura de continuar con aquel que comparte la visión estética de la banda o, por el contrario, el poco arrojo para cambiar de productor y que ello suponga un nuevo punto de partida. Pero en esa esa extraña ecuación resultante entre el artista, su obra y el público, quizá no fue este último el que más decepcionado pudo sentirse con un álbum que se sentía tan artificial en sus influencias alemanas como la mismísima banda cuando escucho “Thrice Woven” y adivino el aire embotellado, nada fresco, de unas canciones que parecen querer reencontrarse con todos aquellos que orgasmaron con “Diadem Of 12 Stars” (2006) o “Two Hunters” (2007), una especie de concesión a ese público que hizo que a los Weaver les pitasen los oídos durante los últimos tres años cuando les dieron por muertos y maldijeron su nombre y los parches de sus chaquetas por atreverse a publicar composiciones instrumentales de base electrónica.

Y es que, a pesar de lo bonito de algunas de sus canciones y el reencuentro con los de Olympia, tras las primeras semanas –justo cuando la euforia de escuchar el nuevo lanzamientose apacigua- me he ido encontrando con un álbum que entra de golpe; inusualmente bien. Y esto que en cualquier otro artista o disco sería sinónimo de éxito, con Wolves In The Throne Room me extrañaba hasta que, una vez digerido, días después, me sentía plenamente capacitado a poder escribir una crítica con un mínimo de fundamento y no una firmada por la urgente agonía de aquellos que se ven obligados a reseñar discos en apenas veinticuatro horas con tal de arrancar unas pocas visitas de más a sus blogs, cuando las canciones todavía no han creado poso alguno en uno mismo, cuando todavía no huele a café recién hecho siquiera.

Abrir con la canción más robusta en términos compositivos, "Born from the Serpent's Eye" (con la ayuda de Anna Von Hausswolff), es siempre una buena opción cuando las que continúan el álbum están a su misma altura. Sin embargo, eso no ocurre en “Thrice Woven”, "Born from the Serpent's Eye" es un comienzo mágico pero el ejercicio tras el blast beat se siente un poquito forzado. Están las señas de identidad de Wolves In The Throne Room, hay black metal y mala leche (pero vestida con tintes otoñales, de batita de cuadros y chimenea, nada demasiado hiriente), capas y capas de atmósferas gracias a Aaron sobre las que las Nathan y Kody frasean pero todo ello ya lo hemos escuchado con anterioridad en su obra y con mucha más inspiración. De la composición me gusta su riff principal, su puntito de ruptura poco antes del cuarto minuto y cómo toda la canción parece transformarse en una criatura muy diferente pero, aunque Anna Von Hausswolff sirve para articular las dos partes de la canción, su momento rompe demasiado el ritmo hasta el clímax final. Con todo y como antes señalaba, "Born from the Serpent's Eye" es una buena composición, trabajada y mimada a pesar de la tremenda concesión que supone.

La guitarra de Steve Von Till (Neurosis) se deja sentir en "The Old Ones Are With Us", una buena canción en la que hay predominancia de sintetizador (a muchos nos recordará a Vangelis por su fría textura) sobre la distorsión de las guitarras y la acústica de Steve, además de poseer uno de los estribillos más melódicos de la banda y, de nuevo, otro puente –esta vez acústico- que repetirá su consabido esquema y el usado, por supuesto, en "Born from the Serpent's Eye". ¿Entiende ahora el lector lo que quería decir al comienzo de esta crítica?

Un poquito de ruido controlado en “Angrboda” en lo que parece un cliché blacker, además de otro puente, como en las dos anteriores o, de nuevo, el encanto de Anna Von Hausswolff en una medieval “Mother Owl, Father Ocean” que nos prepara para la batalla final en "Fires Roar in the Palace of the Moon" y sus ecos de “Celestite” en el uso del sintetizador además del robo a Emperor en el sabor del riff no son avales suficientes para sostener todo el peso de un álbum de, tan sólo, cinco canciones (cuarenta y dos minutos de duración), tras seis años desde “Celestial Lineage” y es que da toda la sensación de que si con “Celestite” quisieron rizar el rizo con un trabajo que les hacía dar un giro de ciento ochenta grados tras reinventar durante la última década un subgénero como el black metal, parece que con “Thrice Woven” han intentado contentar a todos y hacer un “back to basics” que gustará a los menos exigentes pero plantea un escenario mucho aún peor para una banda que se caracterizaba por la innovación. Cuando un lobo deja de tener hambre es que está enfermo…


© 2017 Jim Tonic