Crítica: Depeche Mode “Spirit”

Seré terriblemente cínico con este álbum de Depeche Mode porque estoy seguro de que nadie sobre la faz de la tierra ha crecido con su música como es mi caso; terriblemente cínico porque me moría de ganas por escucharlo y, sin sentirme completamente decepcionado, sí que creo que es quizá su disco más flojo pero tampoco puedo decirlo en voz alta. No negaré que les he visto en directo tantas veces como para que alguien con sentido común no crea que he perdido el juicio pero sí pocas veces comparadas con algunos de sus ‘devotioners’ (este término lo has leído aquí por primera vez, no lo olvides), como tampoco negaré que en mis tiempos más alocados perseguí a Dave Gahan y Martin Gore porque a Fletcher, el bueno de Fletch, aunque me lo he encontrado por casualidad nunca le he prestado la menor atención; el auténtico pegamento de dos personalidades tan geniales y equidistantes, tan antagónicas, como la de Gahan y Gore, el aglutinante de Depeche Mode nunca ha despertado en mí mayor fascinación que mi vecino del cuarto pero le estoy tremendamente agradecido por ser la auténtica encarnación del sentido común. Y, sin embargo, a estas alturas “Spirit” me ha decepcionado. ¿Por qué?

Supongo que es imposible hablar de Depeche Mode y su icónico y glorioso pasado en los ochenta o su resurgimiento en los noventa sin mencionar a U2 porque siempre han compartido cantera, aparte de fotógrafo, y ambas carreras han sido objeto de horrendos comparativos por parte de sus filas y sesudos estudios por los periodistas de NME, MOJO o SPIN. Y es que los irlandeses lo hicieron todo, absolutamente todo bien, hasta 1993; supieron envejecer con dignidad y credibilidad mucho antes de que perdieran la cordura con “Vertigo” y demás sandeces mientras una banda como Depeche Mode parecía haberse reencontrado con un regreso como “Ultra” (1997), un notabilísimo “Playing The Angel” (2005) –benditas giras aquellas- y unos correctitos “Sounds Of The Universe” (2009) y “Delta Machine” (2013); seguro que el lector más avezado se habrá percatado del pretendido olvido de “Exciter” (2001), no era malo pero sí desnortado. Depeche Mode habían sabido conjugar su pasado con su presente, envejeciendo tan bien como mal Bono y los suyos en ese constante ‘gimmick’ mesiánico tan cargante tras toda la ironía y buen hacer del exuberante y maravilloso ZooTv.

Después de aquello, Depeche Mode le habían ganado la partida a ellos y al resto; Depeche Mode mantenían una dignidad a prueba de bombas y cuando publicaban una colección de canciones que no estaban a la altura de su legado, no pasaba absolutamente nada porque conservaban esa sensación ‘artie’ por la cual serían respetados por generaciones posteriores y les mentarían como ahora muchos nombramos a Kraftwerk y además estaban los conciertos; ¡pocas bandas te hacen vibrar como Depeche en directo! Y aquí ya no hay ni rastro de ironía porque Depeche Mode nunca se habían permitido el lujo de publicar un álbum aburrido, hasta “Spirit”…

Producido por James Ford, “Spirit” adolece de dirección, con la política y la conspiración, la paranoia alojada en el ojo que todo lo ve, en el futuro distópico que ha dejado de ser una fábula y mucho menos futuro para convertirse en un plomizo presente en el que todos nos sentimos manipulados y, de alguna manera, inexplicablemente engañados o desencantados. En esas coordenadas, Depeche Mode se mueven como pez en el agua y a Gahan se le siente especialmente cómodo en unas letras –dominadas casi por completo por Gore, como casi siempre- que cantará con su característico tono, como en esa apertura que es “Going Backwards” en la cual son capaces de crear una malsana intensidad mientras claman por un regreso a todo lo contrario que estéticamente significa actualmente su propuesta y que desembocará en la aún más explícita “Where’s The Revolution”, más forzada pero infinitamente más pegadiza.

¿Todo lo contrario que estéticamente significa su propuesta? Sí, Depeche Mode han ido perdiendo ese sonido más orgánico de mediados de los ochenta y mediados de los noventa con el que sonaban tremendamente contundentes pero salpicados con teclados y sintetizadores para haberse convertido casi por completo y desde hace unos años en una banda con la electrónica como colchón de sus canciones. No tengo ningún problema en ello, son geniales y capaces de crear excelentes texturas y siempre nos quedará la guitarra de Martin y su característico slide –en segundo plano, por desgracia- además sigue siendo un compositor de peso pero lo que no me gusta desde “Sounds Of Universe” es que hayan perdido esa presencia y cuando las canciones no parecen estar a la altura sean saturadas con electrónica como tabla de salvación.

“The Worst Crime” de Gahan es elegante pero todo un interruptus en tercera posición, es justo decirlo, como la más experimental “Scum” en la que supongo que muchos críticos aseverarán que tiene toques industriales pero resulta gratuita y no ayuda a que el álbum coja ritmo y despegue. Como la templadita “You Move” en la que lo mejor son los arreglos o ese tipo de canciones redentoras como “Cover Me” en las que no hay otra banda sobre la faz de la tierra que sea capaz de ser tan certera en ellas como Depeche Mode y, por suerte, posee un impresionante ‘outro’ en el que sube la intensidad y también nuestro pulso.

La tortuosa “Eternal” nos devuelve a Martin pero es tan breve que nos deja con ganas de más y sólo podemos entenderla como un interludio a la segunda cara en la que en “Poison Heart” lo que únicamente funciona es la letra ya que la música ha sido poco acertadamente distorsionada por la cavernosa reverberación y sólo sentiremos algo de emoción cuando entra Martin en las segundas voces, bendito Martin, acompañando a Dave. El problema en este punto es que a Depeche Mode le quedan pocas cartas sobre la mesa para intentar salvar “Spirit” y en “So Much Love” suenan complacientes copiándose a sí mismos, “Poorman” nos rematará sin piedad, “No More (This Is The Last Time)” prometerá más en sus primeros segundos de lo que nos termina ofreciendo sonando completamente agotados, aún siendo una de las mejores de la recta final junto con la melodramática “Fail” y ese “We’re fucked” que canta Martin con todo el desapasionamiento del mundo y que transmite mucho más que las once canciones anteriores juntas.

“Spirit” es un disco al que hay que concederle su tiempo para que cale en nosotros pero tampoco demasiado porque aunque posee buenas ideas tampoco merece mayor atención y es una pena. Un sonido preciosista y trabajado que pierde consistencia e impacto por culpa de unas composiciones que no están a la altura de una banda como Depeche Mode que siempre parecía haber tenido algo que decir en estudio. Pues bien, esta vez no, “Spirit” parece la justificación necesaria para lanzarse a la carretera y eso resulta tan doloroso e imperdonable en ellos porque es el signo inequívoco de una decadencia para la que no estamos preparadas ninguna de las dos partes.


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