Crítica: Foo Fighters "Saint Cecilia"

Escribir sobre un EP con apenas media docena de canciones puede ser una labor muy tediosa o si, por el contrario, se trata de una banda como Foo Fighters; muy divertida. Veréis, no odio a Dave Grohl, es más; le he escuchado hasta la saciedad cuando estaba tras los parches pero el problema es cómo ha evolucionado, tanto él como su propuesta, en los últimos años. "Saint Cecilia" es la patrona de los músicos o el pequeño hotel en el que se alojaron a su paso por Austin. Según el propio Grohl, al terminar el documental "Sound City" sintió que se quedaba con un gran vacío y decidió embarcarse en un proyecto como "Sonic Highways" (del que ya ha anunciado segunda parte), con la bendición de sus productores, y en plena gira de éste, al llegar al estado de Texas y tener algunos días de descanso, decidieron montar un estudio en las dependencias del hotel. Allí se respiró un bonito ambiente de distensión y cervecitas en el cual no faltaron otros músicos como la banda de Jazz del Preservation Hall o el propio Gary Clark Jr que improvisaba con su guitarra sentado en el patio alumbrado, tan sólo, por la ondulante luz de una vela y las estrellas titilando sobre un cielo de terciopelo azul (por favor, riámonos todos un poco del escenario descrito). Todo muy romántico y muy relajado para grabar y dar forma a cuatro canciones que, seguramente son descartes del flojito álbum anterior, y una como "The Neverending Sigh" que Grohl jura y perjura haber tenido guardada veinte años y, al escucharla, uno entiende por qué  y desearía que volviese al lugar del que salió y no volviese a ver la luz. ¿Estoy siendo demasiado duro? No, "The Neverending Sigh" -como el resto del disco- es quizá lo más mediocre que Foo Fighters hayan grabado en toda su carrera. Cinco composiciones que, tal y como entran por la oreja derecha, salen de por la izquierda sin dejar sabor alguno. Respeto muchísimo a todos esos chavales que estaban deseando descargárlo y escuchan este "Saint Cecilia" con el alma en vilo, de verdad que sí. Pero siento decirles que no vale gran cosa y ellos mismos lo saben también en el fondo de su corazoncito. Así que, por lo menos, intentaré explicar mi postura en estas pocas líneas de las que dispongo para que, aunque seguramente nunca compartan mi visión sobre uno de los grupos más sobrevalorados de la historia de la música reciente, por lo menos me entiendan y sepan situar este EP en su lugar; la papelera de reciclaje de sus ordenadores.

¿Por qué no soporto al actual Dave Grohl? Fue el sexto batería de Nirvana y, de no haberse descerrajado un tiro, Cobain tenía más que rumiado echarle tras "In Utero" como barruntaba en sus últimas conversaciones cuando incluso se planteaba desintegrar al propio grupo. Pero Grohl en los noventa nos caía simpático a todos. Krist era un coñazo, anodino y obsesionado con el conflicto de los Balcanes y Kurt demasiado sombrío y taciturno, Grohl aportaba la energía justa, la diversión, era bromista y desenfadado y además, es de justicia reconocerlo; golpeaba la batería en directo como un animal. En el 95, cuando publicó el primer álbum de Foo Fighters todavía conservaba esa frescura y se la transmitía a su grupo y sus canciones, los Foo Fighters de los primeros dos discos eran divertidos e impredecibles,  tocaban en salas de mala muerte y viajaban en una camioneta (a pesar de que Grohl podría haberse permitido otra serie de lujos), eran capaces de cenar en un Burger King antes de su propio concierto y estar con sus propios seguidores (como nos ocurrió en su primera gira madrileña en la difunta sala Aqualung con Built To Spill como teloneros). Grohl en los noventa venía del hardcore y del malogrado grunge, criticaba a los grandes dinosaurios de la música y atacaba sin piedad a todo el starsystem. ¿Quién nos iba a decir que diez años más tarde era él quien se moría por entrar y adoptaría las cualidades más odiosas de las estrellas a las que antes criticaba? Veinte años después de aquella noche en Madrid, Grohl está en todas partes; busques lo que busques en Internet aparece en millones de vídeos y eventos (rivalizando con el mediático Bono al que ha dejado muy atrás con sus discursos políticos, siendo ahora Grohl con su cansina insistencia en reivindicar a Rush, el blues, el punk, el hardcore, el pop y hasta el soul el que sature los medios), presenta galas, introduce a bandas míticas en el salón de la fama estadounidense, aparece en todas las portadas y protagoniza salidas de tarro tan vergonzosas e impropias de él como actuar sentado en un trono, querer montar su propio festival, presidiendo el "día de los Foo Fighters" y disfruta siendo el centro de todas las miradas hasta tal punto de llegarse a plantear una gira bajo el nombre de Nirvana como dijo hace menos de un años al NME; "Tengo un gran respeto por esas canciones y, si ocurre, tiene que ser en el momento adecuado" y, claro,  Dale Crover saltó a la desesperada ofreciéndose. El único acierto de Brett Morgen fue dejarle fuera de "Montage Of Heck" a pesar de que se justifique alegando que Grohl no vivió aquello como amigo íntimo de Cobain para, poco después, equivocarse alegando una imposibilidad de agendas y Grohl lamentando su misma ausencia.

Atrás quedan sonadas despedidas por teléfono a un amigo suyo como el infeliz Franz Stahl o el propio William Goldsmith al que hizo la cama ante Gil Norton regrabando todas sus pistas mientras el batería de Sunny Day Real State descansaba y, mientras crece su imagen de salvador cósmico del legado del rock n' roll, su música también se resiente. "Saint Cecilia" es un EP pobre que pretendía ser una celebración de la vida y, después de los atentados, y en un acto de doble pirueta mediática sin red, Grohl se lo dedica a las víctimas de la masacre ocurrida en París pero, eso sí, habiendo cancelado lo que le quedaba de gira europea mientras uno de sus ídolos, nuestro querido Lemmy, le da una lección de cojones y lucidez o un cansado Bono, irónicamente ahora más creíble que nunca, vuelve a la capital francesa para tocar las dos noches que le quedaban tras el luto decretado por las autoridades.

"Saint Cecilia" es una canción plana en su concepción, en su estructura, con un riff que recuerda levemente al "Get It On" de Bolan y con el ya clásico esquema de los Foo Fighters. Otra cosa que me sorprende de Grohl y los suyos es que, cuanto más tiempo pasa, más inofensivos suenan; su música es tan accesible, "poppie" y blanda que, si ahora alguien grabase una versión de su propio vídeo de "Walk", una pegatina de los Foo Fighters estaría al lado de la de Coldplay. Hace un par de años le mandamos un mensaje, vía redes sociales, a Krist Novoselic, advirtiéndole que el grupo de su amigo corría el riesgo de convertirse en Coldplay con guitarras y doy fe de que no le hizo maldita la gracia pero, por lo menos, no nos bloqueó como Billy Corgan cuando le dijimos que su último disco era más de lo mismo. Con "Sean" alcanzamos las profundidades abisales de la mediocridad más absoluta, una indigna "cara b" de "Sonic Highways"; dos minutos de puro aburrimiento.

He leído a mucha gente asegurar que "Savior Breath" les recuerda a Motörhead… Lo resumiré rápidamente; no. Y a esos chavales que lo dicen les daré un consejo; escuchad a Lemmy hasta que os sangren los oídos.  "Savior Breath" es una canción machacona, con un poquito de sabor pero, de nuevo, carente de emoción y en la que las guitarras se empastan de mala manera mientras a Grohl le añaden un poquito de "crunch" a la voz como si saturase el micrófono cuando canta; otra de sus virtudes (y una de esas que le emparentan con Jack Black), es que es capaz de gritar en voz baja y hacer que muchos se crean que se está desgañitando... En "Iron Rooster" recuperamos las tonalidades de los primeros Foo Fighters cuando se ponían melosos, las acústicas suenan bonitas pero si esta canción la hubiesen publicado en los noventa les habría caído todo tipo de críticas por sonar a "banda de campus universitario". No tengo nada en contra de "Toad the Wet Sprocket", "Hootie & The Blowfish" o, más reciente, Zac Brown pero ya me entendéis, ese tipo de bandas inocuas, ese tipo….

Y, para acabar, la canción guardada durante veinte años, el arma secreta; "The Neverending Sigh". Un riff pegadizo, con algo de gancho pero un desastre en general. Ese tipo de jams a las que nos acostumbran en directo, entre tema y tema, algo parecido al refrito de "Psycho" de Muse. Obvia, facilona, vulgar, corriente y moliente, poco más que decir. Hay seguidores que dan gracias a Dios por este EP después de que Grohl haya cancelado lo que quedaba de gira, que aseguran sentirse felices; me alegro por ellos pero yo espero algo más, mucho más de una banda que, cuando se tomaba sus Mentos, era mucho más divertida. Espero más de esa banda que quiere su propio festival, su día de gracia y cuyo cantante presume de haber estado en dos formaciones históricas y actúa sentando en un trono. 

© 2015  Mick Brisgau