Crítica: Paul Gilbert "Burning Organ"

Paul Gilbert pertenece a esa extraña especie de músicos que siguen su camino sin importarles tendencias, estilos, corrientes o modas pasajeras. Publicando discos cuando les viene en gana, con los sellos, productores y distribución que sea y ajenos a las ventas de estos álbumes. Y nosotros, que los disfrutamos, somos afortunados porque accedemos a "productos sin cortar", a un material que sería impensable para otros artistas y músicos multimillonarios. Pero el caso de Gilbert es aún más extraño porque, para colmo, es uno de los mejores guitarristas del mundo y eso cala en todos sus discos. Da igual sin son eclécticos, rock, metal, progresivos o más poppies, cuando uno se enfrenta a un disco de Gilbert no sabe lo que se va a encontrar pero sí que va a cumplir con un estándar de calidad que es el domina toda su discografía. Después de  "Flying Dog" (1998) o "Alligator Farm" (2000), entre otros, Gilbert se destapaba en pleno 2002 con un disco como "Burning Organ" en el cual predominaban los temas directos, más pop, pero revestidos con su habitual virtuosismo y humor. Publicado en el sello Shrapnel Records y con gran éxito en Japón, "Burning Organ" puede que no contenga ninguna canción íntegra a piano, teclado u órgano como muchos críticos despistados apuntan (al menos, media docena de canciones sí comienzan con tal instrumento) pero basta con ver a Gilbert en la portada tocando uno en llamas para saber que lo que nos vamos a encontrar es Rock N' Roll en estado puro con grandes melodías tarareables y pegadizas hasta el extremo.

Y sólo así puede definirse "I Like Rock", con un órgano como introducción (de Linus Of Hollywood) y un riff y un estribillo que se pegan como un chicle convirtiendo el tema en toda una fiesta, justo lo que Gilbert busca. Voces dobladas, un ritmo contagioso y un riff llenod e nervio sirven para que "I Like Rock" te de la bienvenida a este "Burning Organ", el solo es rápido pero no es el auténtico protagonista sino que Gilbert le da más importancia a la melodía y la superpone a su habilidad en el mástil. Los coros son magníficos y aunque la canción peque de simplista ("I wanna play guitar every day!"), es magnífica en su conjunto, es sólo un alegato: Gilbert ama el Rock casi tanto como nosotros, ¿por qué no cantar a los cuatro vientos ese amor? No tendría sentido componer una canción como "I Like Rock" y no darle ese empuje vitalista. Pero la fiesta continúa (¡y de qué modo!), "My Religion" arranca también con un órgano y Gilbert haciendo "shredding" para, al poco, convertirse en un medio tiempo lleno de fuerza y cierta emoción gracias a su puente, una de mis favoritas. Volvemos a las batería llenas de fuerza (a cargo de Marco Minnemann) y las guitarras vibrantes pero al servicio de una canción que bebe directamente del Pop o del Rock de Onda Media. El solo de Gilbert encaja a la perfección y redondea la composición. Pero si queremos que este "Burning Organ" pase la prueba de fuego, probad a "pincharlo" mientras conducís y subid el volumen, ya veréis como vuestro pie pisa el acelerador y sus canciones os inyectan optimismo y felicidad.

"Bliss" nos recordará ligeramente a Racer X en su acelerado riff y cuando Gilbert grita, justo antes de la estrofa, la guitarra parece arder como el órgano de la portada. Apasionante, acelerada, llena de "groove" y "feeling", "Bliss" es como un vendaval. La parte central deja algo de calma con un distendido desarrollo de Gilbert a la guitarra para subir en un "in crescendo" que nos devuelve justo al puente para acabar de nuevo en el estribillo. Sirenas en "Suicide Lover" y de vuelta al Pop con la ligera urgencia del Punk, Gilbert suena acelerado y divertido, ¡suena tan bien! En "Friday Night (Say Yeah)", sin embargo, nos vamos al encanto de los cincuenta o los sesenta, Rock bonito sin complicaciones, inspirado y mágico. En tan sólo cuatro temas hemos cubierto todo un espectro de estilos e influencias de manera fluida, nada artificial, a través de grandes canciones. 

Pero la sorpresa más divertida llega con "I Am Satan", una canción divertida y jovial pero de amor, una delicia llena de humor en la que el mismísimo Señor de las Tinieblas no sabe cómo decirle a su amada Judy quién es y lo canta en una canción: "I am satan, I rule darkness and fight off the day, I am satan,You may wanna run but I hope you will stay, I am satan, This year's king of the underworld, But there's nothing I can do, And I'd feel oh so blue without you" en la que es imposible no sonréir y cantar en el estribillo con Gilbert. ¡Es jodidamente grande!

"G.V.R.O." sirve como descanso entre las dos caras de este "Burning Organ", una guitarra clásica nos da cierta paz hasta "My Drum" en la que parece que la banda ha tomado de nuevo el escenario. Con unos arreglos más robustos y más rítmica, con Gilbert desgañitándose antes del solo de batería, ya hemos entrado de nuevo en calor con "Amy Is amazing" en la que es capaz de sonar como un grupo alternativo sin sonrojarse. En "Muscle Car" se vuelca en el Rock más aguerrido, ese que se mezcla con el Rock y nos recuerda un poco a Rory Gallagher en el músculo y no creo que sea por azar porque hasta la voz de Gilbert suena más bronca y el solo más lento pero igual de caliente que los del irlandés.

"I Feel Love" de Donna Summer es grandiosa, la mezcla de música disco con Hard Rock resulta de manos de Gilbert pero es que esa guitarra suena como si fuese de otro mundo y así es difícil que no salgan las cosas. Me gusta cuando los guitarristas son tan versátiles como para "tocar todos los palos" con facilidad pero sin perder su propia identidad. Linus Of Hollywood y la guitarra de Gilbert se dan la mano en "Burning Organ", una composición muy "zappiana" que, a modo de jam, nos conduce a "Keep on Keepin' On" que sirve como gran despedida con una melodía llena de nostalgia y falsete incluido (además de una sorpresa llena de energía llamada "Maseito" dedicada a un DJ japonés). ¿Qué más podemos pedirle a un disco?

Gilbert es grande por como es; por su sentido del humor, sus alocadas ideas y su extravagancia pero seamos sinceros, no hay nada de locura en el fondo de sus canciones sino genio y figura. Una maravilla de disco que entra de un tirón y, cuando acaba, te pide, te susurra y te acaba gritando para que lo pinches de nuevo.

© 2013 Jack Ermeister