Antonio Vega; un duelo salvaje

La última vez que le vi en directo fue hace muchos años, el 15 de Agosto del 2003, y el público de aquella actuación era una curiosa mezcla de niñatos borrachines mezclados con fanáticos de toda la vida que le seguirían esa noche y las siguientes; es lo que tiene tocar gratis en pleno centro de una ciudad como Madrid en plenas fiestas locales.

Para sorpresa, el concierto fue fantástico y recuerdo que disfruté bastante, cámara en mano, haciéndole decenas de fotos para el proyecto final en el que estaba trabajando. Me sorprendió aquella noche porque ese tipo de conciertos, contratados por ayuntamientos, suelen ser cortos y lo más parecidos a una verbena y, por desgracia, el respetable suele ser nefasto sin la pasta de por medio de una entrada que haga de filtro. Los repertorios suelen ser populistas; pequeñas ensaladas de grandes éxitos tocados sin ton ni son y coreados por pandillas de imberbes con cubata en mano y muchas ganas de dar por saco. Pero no, el repertorio de aquella noche (de lo poco que recuerdo) se componía de todo tipo de canciones, algunas arriesgadas y otras no tan conocidas, para terminar con -cómo no- la coreada "La chica de ayer" que no podía faltar, la única que todos los allí presentes conocía. Su actitud y entrega fueron intachables durante toda la actuación, sonó fantástico.

Al terminar la actuación, no sé cómo, pude colarme tras el escenario y, al lado de los camerinos, abordé a uno de los técnicos para que Antonio me firmase el último disco que había publicado. Una cerveza y a casa. Era la segunda vez que le veía y reconozco que no quise repetir, seguía escuchando sus discos muy a menudo pero soy muy blandito y un poco pusilánime con los artistas a los que aprecio como si fuesen vecinos (me pasa igual, por ejemplo, con el "Fresh Evidence" de Rory Gallagher, último disco del irlandés antes de fallecer y el cual no puedo pinchar sin sentir cierta pena cuando le veo sonreírme desde la portada, son las pequeñas estupideces de cada uno...) Y es que, con el paso de los años me era imposible separar una música (ya de por sí sensible) de una persona que parecía estar yéndose poco a poco.

Me habría gustado verle más veces, dos son pocas para alguien que le ha escuchado tanto como lo he hecho. Mi canción favorita es y será siempre "Lucha de gigantes" y puedo recordar perfectamente cómo fue la primera vez que la escuché, cómo fue aquella vez que la toque con mi guitarra intentando emularle y se la puse en el coche a mi chica. "Escucha atenta, es preciosa"-le dije. Eso sucedía muchos meses antes de que nos dejase y me ocurre como a muchos, resulta imposible imaginarse el mundo, la vida en general y musical en particular, sin él. No soy exagerado, es sólo que hay veces en las que creemos que determinadas personas, por el mero hecho de pertenecer a nuestro imaginario colectivo, son eternas y van estar siempre entre nosotros; Bob Dylan, Leonard Cohen o Keith Richards son músicos a los que atribuimos cualidades divinas e imaginamos siempre ahí por muy mayores o enfermos que puedan o no estar y nos resulta inconcebible la vida sin ellos.

Hoy, doce de Mayo, hace tres años que nos dejó pero muchos aún seguimos escuchando su música y lo seguiremos haciendo todos y cada uno de los años que nos queden. Como siempre ocurre con todos los grandes, parece que nos dejó demasiado pronto, que todavía le quedaban grandes canciones por componer y a nosotros muchas noches por disfrutarlas. Aunque ya no esté con nosotros nos queda lo mejor de él; que duermas bien, Antonio.


© 2012 Jim Tonic