Blogozarro #3 "Pelotas de béisbol y cómics en los noventa"

Ayer, leyendo de nuevo "Silencio" de Batman, me quedé mirando largo rato los espectaculares dibujos de Jim Lee y recuperé algunos números de sus X-Men. A pesar de los años transcurridos siguen resultando tan sorprendentes como cuando era un adolescente.

Hice memoria y recordé lo excitantes que resultaron los primeros noventa en el mundo del noveno arte, aquel terremoto editorial que fue Image Comics y lo que queda de todos ellos.

A mediados de los ochenta, el cómic de superhéroes había llegado a cierto estancamiento estilístico (que no en cuanto a guión) y las grandes editoriales del mundillo (que prácticamente se repartían el pastel entre Marvel y DC, para qué engañarnos) ficharon a gran cantidad de savia nueva con la que reenganchar a nuevos lectores. Creo que viví aquella época con la edad apropiada. ¿Qué mejor que ser un auténtico niño para disfrutar de todos aquellos personajes e ir formando poco a poco mi gusto?

Un año me regalaron muchísimos cómics por mi cumpleaños y uno de ellos fue en el que aparecía Veneno ("Venom") dibujado por Todd McFarlane (un frustrado jugador de béisbol que, debido a una lesión, terminó dedicándose al mundo del cómic aunque nunca haya olvidado su pasión y sea actualmente poseedor de una enorme colección de pelotas de béisbol históricas, firmadas por algunos de los jugadores más legendarios de la historia).

¡Vaya portada, habíamos pasado de un Spiderman a veces hierático y en esquijama a conocer a uno de sus futuros grandes enemigos en un dibujo lleno de dinamismo, pura exageración! Aunque me llamó la atención y me quedé impactado pero no memoricé el nombre del dibujante, era un crío y me gustaba copiar los dibujos (dibujaba a todas horas) y leer aquellas historietas pero no solía fijarme en el artista que firmaba a mis superhéroes favoritos, lo importante era el personaje no quien estaba tras él.



"The Spirit"
Pasó el tiempo y poco a poco me fui volviendo más exigente, con mis compañeros de clase hablaba a todas horas de cómics y los fines de semana recorríamos las principales tiendas de Madrid en busca de ofertas y las últimas novedades. ¡Era tan excitante avalanzarse sobre cajones y cajones repletos de cómics antiguos que eran vendidos por lotes, casi al peso! Podías hacerte con colecciones enteras como "Inferno" o "Proyecto Exterminio" y otras miniseries que no habían tenido tanto éxito y los dependientes te miraban con alivio cuando te las llevabas (como ocurría con "Halcon y Paloma" de un jovencito Liefeld o "Nexus"). Así, pasé de leer historietas y disfrutar de los superhéroes a leer cómics y disfrutar de sus autores. Pronto comencé a consumir a John Byrne (¡cómo disfrutaba con "Alpha Flight" o la sensacional "Omac"), Adams (¡Excalibur!), Mignola o Romita y descubrí que había otra dimensión hasta entonces desconocida para mí; la del guión, había verdaderos escritores como Miller o Moore tras aquellas viñetas. El siguiente paso fue dejar el cómic de superhéroes más estricto y conocer a "The Spirit" de Will Eisner, aquellas historias en blanco y negro bajo las farolas y la lluvia de la ciudad, gabardina y mujeres fatales que no dudaban en apuñalar al protagonista por la espalda eran maravillosas (¡menos mal que conservo todos aquellos cómics!)

Un millón de copias...
Pero fue con "The Amazing Spider-Man" (que a España llegó con retraso, como siempre) cuando fui consciente de la llegada de Todd McFarlane a mi mundo. Aquel Spiderman era nuevo; era más atlético, se veía estilizado y sus ojos habían dejado de parecer los de un disfraz de críos para convertirse en unos largos y blancos óvalos que ocupaban toda su máscara. Sus poses eran retorcidas e inexplicables y la telaraña se enredaba algodonosa y pegajosa a todas las fachadas. Cuando le zurraban sangraba como los demás, el traje acababa hecho jirones y gritaba de dolor entre los escombros de los edificios mientras sus enemigos (más grandes y violentos que nunca) disfrutaban socarronamente pisoteándole. Era unos dibujos llenos de expresión, que rozaban la caricatura y me recordaban a Eisner, me enamoraron. Busqué todos sus cómics (¡cómo disfruté con su "Hulk"!) y aparecieron otros dibujantes llenos de personalidad que nos cautivaron a mí y a todos mis amigos; Jim Lee, Erik Larsen, Greg Capullo, Sam Kieth o Rob Liefeld.

La alegría duró poco porque pronto abandonaron a aquellos personajes inmortales que les habían hecho famosos y en 1992 fundaron Image Comics ante la necesidad publicar sus propias creaciones sin necesidad de ceder los derechos de autor de éstas a las grandes compañías. Rompían así la hegemonía "bipartidista" de Marvel y DC sobre el mundo del cómic en el cual las pequeñas editoriales se tenían que conformar con los restos ante las dos gigantes. Image Comics estaba formado por McFarlane, Valentino, Erik Larsen, Valentino, Silvestri, Jim Lee, Rob Liefeld y Portacio y, posteriormente, ficharon a más dibujantes y guionistas bajo sus propios estudios.

"Spawn"
La sección de importación de las tiendas especializadas volvía a ser visita obligada para mi grupo de amigos. Pronto aparecieron los primeros cómics de Image; papel de alta calidad, portadas con colores relucientes, títulos resaltados con metalizados y dibujos efectistas que quitaban el hipo a un chaval de doce años. Los precios eran prohibitivos y no sabíamos demasiado inglés así que no podíamos permitírnoslos y los mirábamos una y otra vez en las estanterías como objetos codiciados. Todd McFarlane creó Spawn, el primer número vendió un millón de ejemplares, hablamos de un cómic, no un libro o un disco; ¡un millón! Larsen creo a "The Savage Dragon", Rob Liefeld a los llamativos pero insípidos "Youngblood", Jim Lee a "WildC.A.T.s" y Silvestri "Cyberforce".

Mi favorito, por supuesto, era "Spawn". Contaba la historia del agente de la CIA Al Simmons que, una vez asesinado por su propio gobierno, fue enviado al infierno y allí, loco de amor por su esposa Wanda, hizo un trato con Malebolgia (señor del octavo anillo del infierno, casi nada) para volver al mundo de los vivos y poder estar con ella. El problema era que las fuerzas infernales le convirtieron en un "Hellspawn" desmemoriado que vagará por las páginas del cómic buscando venganza, respuestas y cómo encajar las piezas para recuperar su vida.

Pronto, McFarlane diversificó su negocio y bajo Todd McFarlane Productions y McFarlane Toys comienza a desarrollarse en nuevos campos como los videojuegos o los juguetes (en este sector en concreto vuelve a causar sensación debido al altísimo nivel de detalle que muestran estos "juguetes" que suelen estar dedicados a un sector más adulto y coleccionista, desmarcándose una vez más del mundillo del superhéroe y reproduciendo sin miramientos a estrellas de la liga nacional de béisbol (una de sus pasiones), NFL o músicos como Alice Cooper, Ozzy, Jim Morrison o KISS, con éstos últimos también realizaría el cómic de su disco "Psycho Circus" del 98) mientras Image Comics comenzaba a naufragar poco a poco y muchas de sus colecciones terminaban cerrando (hay algunas excepciones como la propia "Spawn"), la principal crítica a la editorial fue una atención desmesurada a la imagen (a la estética y los recursos más efectistas) y una despreocupación total por el argumento.

¡Claro que había buenos títulos! "The Maxx" de Sam Kieth era innovadora y deliciosa y contaba en ocasiones con el gurú de los guionistas; Alan Moore (que también participó esporádicamente en "Spawn") pero la gran mayoría sí es cierto que adolecían de argumentos poco sólidos y lo que en un principio fue realismo, pasó a ser violento (Marvel o DC rara vez mostraban sangre y visceras) para terminar siendo grotesco y carente de sentido. Recuerdo que mis amigos y yo nos reíamos de los cómics de Liefeld; en una viñeta sus personajes llevaban todo tipo de armas que sacaban de la nada y que, según avanzaba la historia, iban transformándose (una sofisticada metralleta podía acabar siendo una futurista pistola en la misma página). Lo mismo ocurría con sus uniformes o los escenarios en los que transcurría la acción, se podía leer un cómic de Liefeld en un par de minutos ya que había poco texto más que todo tipo de onomatopeyas y viñetas a toda página, todo un disparate.

Con el tiempo, todos volvieron con mayor o menor éxito a colaborar puntualmente en algunos de los personajes más emblemáticos de Marvel o DC, Jim Lee se encargó de Superman y Batman (actualmente se pueden encontrar editados en dos sensacionales tomos) y ayer volvía a leer su revisión sobre el superhéroe más famoso de Gotham lo que me ha llevado a recordar aquellas magníficas tardes de verano dibujando y leyendo cómics, qué tiempos...

© 2011 J.Cano