Crítica: The Smashing Pumpkins “Atum: A Rock Opera in Three Acts”

¿Cuándo comenzaron a torcerse las cosas para The Smashing Pumpkins? En mi cabeza, como en la de cualquier seguidor, hay algunas pistas; el éxito desmesurado de “Siamese Dream” (1993), el doble salto sin red que fue “Mellon Collie and the Infinite Sadness” (1995) y otra vez el éxito, la baja de Chamberlain en “Adore” (1998) y el barroquismo, o el apocalipsis de “Machina/The Machines of God” (2000) y el regalado “Machina II/The Friends & Enemies of Modern Music” (2000) con aquella gira de despedida de mentirijilla, el regreso fallido de “Zeitgeist” (2007), el proyecto también inconcluso de “Teargarden by Kaleidyscope” (2009), el tibio “Oceania” (20129 y aquella gira con un Corgan fuera de sí, luchando contra su propio legado (en directo era insoportable verle masacrar los clásicos y enfrentarse con los seguidores, estuve allí), el resultón pero descafeinado “Monuments to an Elegy” (2014), el inconcluso “Shiny and Oh So Bright, Vol. 1 / LP: No Past. No Future. No Sun.” (2018), el flojísimo “Cyr” (2020), su propia carrera en solitario, el fiasco de Zwan, el culebrón con D'arcy o, simple y llanamente, Billy Corgan, un músico repleto de talento, un genio pero con sus luces y, lógicamente, sombras. Capaz de firmar bellas canciones pro enfrentarse a su propio público, convertirse en meme, bloquear a esta web de pacotilla en redes sociales o hacer el ridículo en las calles de Madrid, discutiendo con los seguidores que se acercaban a él desde la más pura devoción. En efecto, el problema es Corgan y sus ataques de megalomanía.

Tras firmar “Cyr” (2020) y amenazar con la innecesaria continuación de “Mellon Collie and the Infinite Sadness” (1995) -¿sería posible que lo dejase todo como está?-, nos sorprende a todos con una ópera rock de treinta y tres canciones, cuarenta y tres si compras las edición especial que, según él, es la continuación de aquel magnífico doble. ¿Era necesario? ¿Justifica su inspiración esta tromba de canciones? Por supuesto que no, “Atum: A Rock Opera in Three Acts” es largo y tedioso, repleto de texturas ochenteras, sonido plasticoso y cuyo hilo argumental es indescifrable por no contar una historia sino tratarse de recuerdos propios, conformando un pastiche autobiográfico al que es difícil acceder como oyente. Hay buenos momentos, como la introducción “ATUM” y sus guitarras, "The Good in Goodbye", pero insufribles accesos de azúcar sintético, "Butterfly Suite", sobrantes como “Embracer”, "With Ado I Do" o “Hooligan”, canciones de tres minutos que pasan en un santiamén y no dejan poso alguno, entre otras más aprovechables como “Steps In Time” y sonrojantes como “Hooray!” de una primera parte que sería más que suficiente para empacharnos incluso a aquellos que en los noventa comprábamos sus singles para escuchar versiones y temas inéditos, vivir para ver.

“Empires” posee las guitarras, pero no las formas, produce cierta nostalgia cuando Corgan hace sonar la suya y uno encuentra ecos del pasado, pero ni la rabia de la juventud, ni el talento de aquel. “Neophyte" o “Moss” producen hastío (esta última con un arranque magnífico, pero reducida a un bucle), para volver a la electrónica más pedorra, “Night Waves”, cuando ni siquiera las baladas funcionan, “Space Age”/ “To The Grays”, y los singles como “Beguiled” recuerda a INXS y Corgan nos remata con “The Culling” o “Springtimes” y, claro, la perspectiva de saber que nos quedan veintiún canciones todavía, desde la eterna “Sojourner”, las irritantes “Cenotaph” o “Pacer”, pasando por “Intergalactic” o una “Of Wings” que tampoco termina de calar, quedándome sin saber cómo sonará el cuarto acto, exclusivo para aquellos que pasen por caja y compren esta (o esos a los que les queden ganas y decidan surcar la web buscando filtraciones, tanto da, el masoquismo es el mismo), en un esfuerzo que Corgan, como siempre, considerará el cénit de su carrera y nosotros, su público, meros ignorantes, ajeno a que aquel fue hace veinte años y quizá sabiendo que eso es lo que más le frustra. No puedo decir que me baje del tren, porque estoy seguro de que volveré a verlos en directo, pero nos lo están poniendo cada vez más difícil…

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