Crítica: Autopsy "Morbidity Triumphant"

Si ante la simple mención de títulos como "Severed Survival" (1989), Mental Funeral" (1991) o "Acts of the Unspeakable" (1992), no sientes escalofríos es porque, sencillamente, no amas el death metal y no sabes lo que significan semejantes logros. Autopsy no son una banda seminal junto a Death o Possessed por casualidad, sino que han cimentado su carrera desde hace treinta años a base de brutalísimo death y un amor por lo auténtico, por la música más genuina, imposible de encontrar en otros nombres del género. Todavía recuerdo la ilusión que sentí al verlos en directo y ver a Chris Reifert aporrear su batería mientras se dejaba la garganta, Autopsy no son una banda que se prodigue demasiado y haber sido testigo de una de sus giras es más que suficiente para que revivir aquello que, cuando era adolescente, sentía al escuchar sus discos. Por el camino, las lógicas bajas y Reifert ganando en experiencia y reaños, pero, sin embargo, la carrera de Autopsy, aún ganando adeptos y gozando de pleno reconocimiento, parecía haber concluido con la publicación de "Skull Grinder" (2015). 

Soy consciente de que han sido años muy complicados para la industria y me estoy refiriendo a toda por completo; no a las vituperadas discográficas sino a los músicos, a aquellos cuyos trabajos orbitan alrededor de las giras y todo lo que rodea a la música, 2020 y 2021 fueron años difíciles que parecen remitir según se van sucediendo los anuncios de nuevas giras durante estos meses pero lo que nunca podría haberme llegado a imaginar es que Autopsy estuviesen pergeñando un nuevo álbum, como es este "Morbidity Triumphant" (2022), con la ayuda de Ken Lee y Adam Muñoz, además de Wes Benscoter para capturar una portada que refleja a la perfección lo que nos vamos a encontrar en sus surcos; auténtico death metal norteamericano, repleto de sangre (olvídate del último de Bloodbath), repleto de riffs pantanosos, voces gruesas y guturales, una base rítmica opaca y rica en graves; un constante festín de vísceras que haría las delicias de un auténtico demente. Autopsy parecen no haber envejecido o, si lo han hecho; da gusto escuchar lo que la madurez de semejante leyenda nos aguarda.

"Stab the Brain" da comienzo al banquete; es death pero a toda velocidad cuando Autopsy se encabronan, Coralles escupe riffs mientras Wilkinson hace saltar sus líneas de bajo y Reifert parece vomitar sobre nosotros, a medio camino entre el gutural, el ladrido o un gruñido. ¿Quién dijo que el death metal actual no puede ser igual o más divertido que el de los noventa? "Final Frost" recuerda a Hellhammer, nada es casual, su siniestra cadencia es el contrapunto de "Stab the Brain", hasta que el riff de "The Voracious One" confirma que estamos ante uno de los mejores discos de death, publicado en pleno 2022 pero sonando atemporal desde el primer segundo, alternando doom con pasajes más arenosos y cercanos al desierto que se mezclan con frecuencias subterráneas de metal, el riff es tan grueso y la batería de Reifert tan sencilla pero efectiva que cuesta entender como otras bandas se complican tanto con tan desiguales resultados. 

"Born in Blood" es un hachazo con Reifert más enloquecido que nunca, con un parte doom que enlaza a la perfección con "Flesh Strewn Temple" y su sinuoso arranque; adorable si te gusta el olor a podredumbre por las mañanas, como "Knife Slice, Axe Chop" recupera el encanto por lo grotesco con pinceladas de humor (como debe ser), como "Skin by Skin" ahonda en ese sentimiento doom que tan bien le sienta a la voz de Reifert cuando parece despertarse de la tumba y, entre tierra húmeda, salir a la superficie buscando tu cerebro justo cuando la canción se desboca y Coralles entra en ebullición, como ocurre en "Maggots in the Mirror", antes de cerrar "Slaughterer of Souls" y "Your Eyes Will Turn to Dust", y el clásico esquema por el que Autopsy te rompen el cuello cuando cambian de compas y pisan el acelerador; es lo de siempre, pero hecho con tan buen gusto que es un acierto, es como respirar el auténtico hedor de la muerte pacientemente conservado en añejas botellas que han aguardado a ser abiertas durante los últimos cien años en la bodega de Schuldiner, Becerra o Reifert, auténticos padres de un subgénero como es el death. Magistral de cabo a rabo…

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