Crítica: Wiegedood "There's Always Blood At The End Of The Road"

He de reconocer, con la mano en el corazón, que si nunca he escrito sobre Wiegedood es porque, disfrutando de su supuesta trilogía “De doden hebben het goed”, nunca he terminado de ver las bondades de los belgas, ni para seguir con el hype, ni tan poco como para defenestrarlos. Que nadie me malinterprete, me parecen discos notables, como este que nos ocupa (“There's Always Blood at the End of the Road”), pero ni su mezcla, ni su estética, me han calado lo suficiente o he sentido atisbo alguno de sorpresa u originalidad en una propuesta que bebe de lo mismo que otras bandas de su quinta y muchas más anteriores. Viniendo de Bélgica, uno podría pensar que tienen más que ver con Amenra, Living Gate u Oathbreaker y no faltándonos razón ya que dos terceras partes pertenecen a Amenra (en concreto, Gilles y Levy) y las baquetas corren a cargo de Wim (Living Gate, Oathbreaker), lo cierto es que Wiegedood tienen más que ver con Neurosis o la esquizofrenia de Converge, mezclada con el black metal y un toquecito de de industrial, lo que les ha valido para grabar las tres entregas del mencionado “De doden hebben het goed” (flaqueando en su segunda parte, la de 2017) y hacerse un nombre en la escena europea y pasearse por festivales como el Roadburn, además de inmortalizar su directo, registrándolo.

¿El resultado? Tras muchas escuchas del promocional de este, su cuarto trabajo, “There's Always Blood at the End of the Road”, da la sensación de que el trío quiere dar el salto y si bien no cambia sustancialmente el ethos de Wiegedood, sí que su sonido suena más trabajado, igual de espídico y calculado, pero más pulido. No puedo afirmar que se más accesible porque ni sus formas, ni sus influencias, serán jamás algo masivo, pero sí que se encuentra previsible en la constante repetición de patrones y regurgite de ideas anteriores, de una estrofa tras otra interpretada/ montada con la misma pulcra exactitud, heredera del metal industrial que mezclada con el black, aunque no sea el colmo de la originalidad, siempre resulta tan atractiva. 

Así, el adelanto que fue “FN SCAR 16” resulta un buen disparo de salida para abrir el disco, de sonido afilado y haciendo hincapié en el “ruidismo” y ese sonido frío y metálico tan característico, Wiegedood aciertan con el adelanto de su primera pieza, sirviendo para el contrapunto de "And in Old Salamano’s Room, the Dog Whimpered Softly" y esa alternancia entre partes más atmosféricos, narración y agresión, o el aumento de presión con "Noblesse Oblige Richesse Oblige" o “Until It Is Not”, canciones que -pese ello- no añaden a un álbum que debería tenernos sedientos por descubrir que es lo que los belgas nos habían deparado tras la trilogía inicial y que sólo nos veremos colmados con la interpretación de Levy Seynaeve en "Now Will Always Be" o la tensión a punto de rompernos en “Wade”, siendo “Nuages” aquella con la que sentimos que Wiegedood sí están avanzando en su agresión, en su manera de dejar el black como un ingrediente más, afilando aún más sus riffs y no haciendo tanto hincapié en el trémolo (recurso que bien empleado es tan sabroso, como cargante cuando se emplea a destajo) o dejándonos sin aliento cuando suena “Theft and Begging”.

Para finalizar, otro de los adelantos, “Carousel”, casi cinco minutos de una vorágine en la que Wim Sreppoc parece retar a la máquina y apretar más que nunca, llevándonos al agotamiento, alcanzando un grado de abstracción en el que dejamos de escuchar y nos sentimos inmersos en ese croar profundo y barítono, similar al canto difónico, por el que Wiegedood vuelven a dar en el blanco, en el centro de la diana, a pesar de no innovar en absoluto o presentarnos algo novedoso, sino todo lo contrario, pero con muy buen gusto. 

Llegados a este punto, el lector más avezado se preguntará si, con todo lo dicho, este “There's Always Blood at the End of the Road” merece la pena y la respuesta es que sí, lo que no puedo hacer es obviar todo lo dicho y deshacerme en loas; el empleo de recursos ya manidos, la repetición de composiciones y lo impostado de muchas en lo que denominaba, líneas más arriba, la estética de unos belgas que, sin resultar nada originales, están sabiendo tomar lo mejor y más enigmático de muchas bandas y pasarlo por la túrmix, manteniendo -por el momento- el tipo.

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