Concierto: Jackson Browne (Madrid) 07.06.2015

SETLIST: The Barricades of Heaven/ Just Say Yeah/ The Long Way Around/ Leaving Winslow/ These Days/ For Everyman/ I'm Alive/ You Know the Night/ Fountain of Sorrow/ Your Bright Baby Blues/ Which Side?/ If I Could Be Anywhere/ Standing in the Breach/ Looking East/ The Birds of St. Marks/ I'll Do Anything (con Raimundo Amador)/ Sky Blue and Black/ Doctor My Eyes/ The Pretender/ Running on Empty/ Take It Easy/Our Lady of The Well/

"Gracias por venir" -dijo Jackson Browne tras "The Barricades of Heaven" y nunca sabremos si fue por aquello del ya tan utilizado "Thank you for coming" o por el plantón que recibió hace unos años en Madrid y porque de verdad suspiró aliviado cuando puso un pie en el escenario y se encontró la arena llena de gente, pero por eso precisamente es que no dejó de sorprenderme que el concierto de Browne del pasado martes colgase el cartel de agotado con todo el papel vendido para la última edición del festival Madgarden. Muchos no lo recordarán y otros no querrán pero hace seis años, en el 2009, la gira de Browne recalaba en la capital dentro de un extraño festival de guitarra en el que la presencia del cantautor chirriaba por lo poco que tenía que ver con el resto de artistas; Gary Moore, Uli Jon Roth o Joe Bonamassa entre otros nacionales. Browne venía presentando su, por aquel entonces, último disco "Time The Conqueror" (2008) y tuvo que cancelar su concierto en la antigua sala Arena de Madrid porque no llegó a vender ni siquiera veinticinco entradas, de las cuales dos eran mías; algo dramático si tenemos en cuenta la importancia y trascendencia de Browne en la música popular. Por eso nunca sabré dónde estaba todo el público que el martes abarrotó el Madgarden madrileño hace cinco años y, según fue avanzando el concierto y pude ver entusiastas y exageradas muestras de júbilo cuando sonaban "Doctor My Eyes" o "The Pretender" me sorprendía aún más. 

Siempre que critico y escribo sobre el público que asiste a un concierto saltan aquellas voces que me acusan de falta de profesionalidad o subjetividad (como si una crítica la pudiese redactar una máquina y no fuese ya de por sí algo tan personal y poco objetiva como lo es una opinión) pero es que la gente parece olvidarse de que el público es fundamental para la experiencia que supone asistir a un concierto y su papel es igual de importante que el del que está sobre las tablas; así, si el respetable se muestra apático, el artista lo percibirá y no se entregará o si, por el contrario, encuentra esa respuesta se establece una comunión en la que todo parece encajar. El Madgarden es un festival con un concepto bien claro; un entorno agradable del que disfrutar de la música de artistas tan selectos y dispares como Imelda May, Madeleine Peroux, Michael Nyman, Yann Tiersen o Suzanne Vega pero lo que me encontré en Jackson Browne fue todo lo contrario; un público absurdo, zafio y maleducado, con olor a aftersun, camisas blancas de lino, collares ibicencos, familias con niños berreones y parejas más preocupadas en pedir un mojito o una cervecita que de escuchar a Browne en un murmullo constante y molesto con las caras azuladas por las pantallas de sus smartphones mientras feisbukeaban sus selfies en pleno concierto para posteriormente, de manera artificial y totalmente absurda, aullar "For Everyman" como si se les fuese la vida o aplaudir "Standing in the Breach" como si se hubiese acabado antes de tiempo. ¿Dónde estaban todos estos hace seis años que permitieron que Browne pasase la vergüenza y el enorme cabreo de cancelar por no vender una veintena de entradas? Browne no es precisamente una novedad a descubrir, su primer disco es del 72, no es posible que lo hayan descubierto en los últimos años…

Jackson Browne fue recibido en Madrid como lo que es; una leyenda o, como le tilda toda la prensa en un dechado de originalidad; "el más norteamericano de los cantautores" lo que no deja de ser irónico si tenemos en cuenta que nació en Alemania aunque sí, siendo muy pequeñito, se mudase a Los Angeles a vivir a casa de sus abuelos; la verdad es que sí es cierto, las canciones de Browne son cien por cien norteamericanas en cuanto a su sabor. Y fue recibido como lo que es gracias al impresionante regalo de Manuel Rodríguez III, dueño de la segunda fábrica más antigua de guitarra española y heredero de la tradición de su abuelo. Manuel se acercó al Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Ciudad Universitaria madrileña con una preciosa guitarra española que le regaló a un agradecido Browne y el genial Raimundo Amador que no dudó en tocarla y ser invitado a subir al escenario en "I'll Do Anything"

Geg Leisz y Shane Fontayne al steel y guitarras respectivamente, Bob Glaub al bajo y Mauricio Lewak arroparon a Browne desde el arranque fulgurante con la evocadoras "The Barricades of Heaven" de su disco del 96, "Looking East". El sonido es perfecto, preciosista, limpio y calmado pero me sorprende que precisamente ese tempo tan calmado sea propio del concierto, por todos es sabido que en directo todo los artistas suelen acelerarse con respecto al estudio, en el caso de Browne es al contrario; las composiciones -ya de por sí tranquilas en un repertorio basado en el claro medio tiempo norteamericano- suenan a veces excesivamente planas como la bonita "Just Say Yeah", una pequeña maravilla de, precisamente aquel que no pudo presentar en Madrid, "Time The Conqueror".

"The Long Way Around" baja aún más la carga, resuena bella y las guitarras son como una brisa pero esas pausas entre canción y canción no ayudan a que el concierto levante el vuelo por mucho que estemos escuchando auténticas exquisiteces del cancionero de Browne. Por eso, el público celebra con exagerado entusiasmo "For Everyman" tras el slide con regusto a medio oeste de "Leaving Winslow" o la íntima "These Days". La icónica "I'm Alive" llega con nuevos bríos, la voz de Browne es tan bonita que podría cantar cualquier canción pero de nuevos esas malditas pausas entre tema y tema son capaces de matar el ritmo de cualquier concierto aunque este perlado de maravillas."You Know the Night" con sus escobillas y la ayuda coral de Chavonne Stewart suena magnífica, como "Fountain of Sorrow" en la cual Jackson Browne se sentará por primera y no última vez a su piano para interpretarla, anuncia descanso de quince minutos y rompe de nuevo y aún más, si cabe, el ritmo de su propio concierto.

Se agradecen sue contínuos esfuerzos por hablar nuestro idioma y explicarnos las canciones, "Your Bright Baby Blues" de "The Pretender" (1976) abre la segunda parte de manera amable mientras "Which Side?" de su "Standing in the Breach" (2014), cuyo sonido es auténticamente delicioso, recupera al público ya comatoso gracias a su estribillo a coro y sus guitarras pero la larga "If I Could Be Anywhere" parte de nuevo por la mitad y Browne continuará con su último disco a través de la homónima "Standing in the Breach" a piano en la que volverá a comenzar correctamente una estrofa después de haber entrado él y el grupo a destiempo con la excusa de "no querer tocar mal una canción que le gusta tanto". "Looking East" nos atrapa a todos con su frescura pero "The Birds Of St. Marks" (compuesta cuando tenía dieciocho años y recuperada para su último trabajo en solitario) es un medio tiempo que vuelve a descolocar después de la rockera "Looking East" que había conseguido levantar ya a algunos de sus sillas. Colocan una a la izquierda del cantautor y éste anuncia a un amigo suyo; ni más ni menos que Raimundo Amador que tocará la guitarra española en "I'll Do Anything", una maravilla escuchar a un maestro como él en directo aunque, por desgracia, su guitarra esté demasiado baja de volumen y sus arreglos se pierdan entre la música y sólo podamos disfrutarle plenamente cuando soleó, un auténtico monstruo como él mismo diría...

Tras la calmada "Sky Blue and Black" llega la celebrada "Doctor My Eyes" de su primer disco del 72 y, del tirón, Browne encara el final del concierto con "The Pretender" y la épica "Running On Empty" para, tras los bises, la consabida y famosísima "Take It Easy". Un concierto correcto, comedido, tranquilo, sin estridencias más que las del propio público que no paró de hablar durante toda la actuación y un Browne cuyas pausas y orden del repertorio fueron todo un sabotaje para conformar lo que podría haber sido una actuación sobresaliente. Termino esta crónica como la empecé, ¿dónde estaba toda esta gente que no acudió a ver a Browne hace seis años? No lo sé ni me importa, tan sólo espero no volver a coincidir con ellos en ningún concierto y os aseguro que, por mucho que agotasen las entradas del Madgarden, allí no había más de veinticinco amantes de la música del más norteamericano de los cantautores. 

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