Crítica: U2 "From The Ground Up: U2 360 Photo Book"

Está claro que "No Line On The Horizon" (2009) era, a nuestro juicio, bastante superior que el horrendo "How To Dismantle An Atomic Bomb" (2004) pero, mientras éste último explotaba cada noche el concepto del famoso "Elevation Tour" a la enésima potencia y contenía singles como "Vertigo", "All Because Of You" o "City Of Blinding Lights" que sí resultaban en directo (por no hablar de la emotividad de "Sometimes You Cant Make It On Your Own"), "No Line On The Horizon" tenía que defenderse como podía con canciones claramante superiores como "Breathe", "Magnificent" o "Moment Of Surrender" pero que en vivo no encontraban su lugar tan fácilmente como la archifamosa y absurda de "1, 2, 3, 14".  El parto de "No Line On The Horizon" fue difícil y aunque el material con el que habían trabajado durante meses era una maravilla, el disco carecía de un concepto y esto se confirmó en la consiguiente gira; "U2 360º World Tour". Lejos quedaron las lonas negras de "The Joshua Tree" o el "Lovetown Tour", el genial dislate tecnológico de, la quizá mejor gira de U2, "Zoo Tv Tour", y el exceso kitsch del "Pop Mart", hasta la intimista "Elevation Tour" tenía sentido pero lo pergeñado por U2 desde entonces carece de toda dirección y es en ésta gira donde es evidente para todos; fanáticos y neófitos. El que abra este magnífico libro se encontrará con las lujosas fotos de Ralph Larmann y la gira documentada por Dylan Jones en lo que viene a ser "la vuelta al mundo en 760 días" junto a los irlandeses. Obviamente es una delicia ver algunas fotos y contemplar a U2 en directo con tanto lujo de detalles; podemos ver de cerca a The Edge atacando su Epi Casino, su pedalera e incluso el puesto de mando de Joe O'herlihy y, por supuesto, contemplar "The Claw"...

La famosa garra de la gira de U2, esa de la que tanto presumía Bono, fue un auténtico despropósito estético que lastraba el supuesto dinamismo de un escenario que, cuando el desarrollo escénico del tour estaba en sus albores, se suponía que iba a ser revolucionario y giraría sobre su propio eje para que todo el mundo en el recinto (porque esta gira era de grandes estadios) pudiese ver lo que ocurría sobre las tablas. Habiendo visto esta gira en varios puntos y desde varias perspectivas, puedo confirmar que era un desastre. Si uno alcanzaba las primeras filas era imposible seguir a Bono, The Edge o Adam (con la misma sensación de cuando te sientan en la primera fila de un cine y la pantalla te engulle), la base era una gran mole que impedía ver con claridad (por no hablar de cuando te tocaba aguantar la pasarela giratoria sobre tu cabeza y de que estabas condenado sí o sí a perderte las proyecciones e imágenes de la pantalla), si llegabas a la mitad del recinto podías verlo con mayor perspectiva pero perdías en canciones enteras a uno de los tres y, si lo veías desde la grada, sí que veías todo pero la proporción del escenario era tan exagerada respecto a los músicos que éste les fagocitaba por completo. No hablaremos de la supuesta cubierta de color verde, los "lacasitos" naranjas que recubrían los brazos y la pantalla retráctil (de supuestamente alta definición) que se convertía en un embudo y les cubría casi por completo arruinando, por ejemplo (y a mi gusto), interpretaciones de canciones largamente deseadas en directo como "The Unforgettable Fire" o "Zooropa".

Sí, fue la gira más rentable, la que más asistencia atrajo y la que más estadios llenó pero, con la mano en el corazón, echo de menos a los U2 de los noventa y lo digo yo, que hace veinte años me reía del inmovilismo de los fanáticos ochenteros que creían ver en cada movimiento del mesiánico Bono la solución a problemas de cualquier índole y le seguían con fervor religioso. Echo de menos a McPhisto, echo de menos los músculos del PopMart y las gafas de mosca. Ahora que todos sabemos que Bono no es aquel predicador sino una estrella de Rock más, podemos juzgar con mayor severidad sus actos y, como injusto es afirmar que no hayan firmado ninguna canción de calidad en los últimos quince años, también es cierto que pueden dar más de sí, que ser la mayor banda de Rock del mundo a veces es también ser la más trabajadora y de poco sirve tener el escenario más grande, el más caro, la pantalla y las luces más increíbles que uno haya visto si faltan ganas. Puede parecer que me he olvidado del libro de Dylan Jones pero así es cómo me siento al abrir sus páginas. Un fabuloso festín visual que deja poco para el alma. Grandes fotos de una gira enorme pero no inolvidable como debería haber sido.
© 2013 Jim Tonic