Crítica: Ne Obliviscaris “Exul”

Quiero creer que a la fiel entrega, cada dos o tres años, Ne Obliviscaris han faltado, dejando pasar seis años, a causa de la pandemia y que si estamos ante un nuevo álbum de los australianos ya es suficientemente buena noticia como para no dejarla escapar, como ocurrió con “Portal of I” (2012), “Citadel” (2014) y una gira como fue la de “Urn” (2017) que pude asistir y de la que no me arrepiento. “Exul” es el regreso a la palestra de una banda exigente en su propuesta, pero deliciosa. Un álbum en el que vuelven a hacer lo que mejor saben y es esa mezcla de metal extremo en el que hay tantas voces guturales como melódicas y por la que son capaces de sonar más contundentes que una banda de death, afilados que una de black pero, al mismo tiempo, descerrajarte melodías dignas de la mejor banda progresiva en un mar de estados de ánimo en los que los que el violín dota de una nueva dimensión, sin que por ello estemos hablando de una propuesta sinfónica o folk porque el instrumento no es el común denominador de su música sino un color más. “Exul”, sin embargo, no es tan transparente como sus anteriores entregas, encontrándonos un disco repleto de capas; entre pistas de guitarras, dobles voces, arreglos y diferentes instrumentistas que acompañan a una banda que, por otro lado, se siente lo suficientemente valiente como para firmar una larguísima pieza como es “Misericorde” en sus casi veinte minutos y dos partes, lo que no puede considerarse como algo negativo sino todo lo contrario; la lógica evolución de unos músicos que amplían una vez más su propuesta, expandiendo sus propios límite y no sólo con sus instrumento sino sobre el papel y conceptualmente.

Obviando las manidas introducciones instrumentales y piezas de relleno clásicas del subgénero, Ne Obliviscaris atacan “Equus” a golpe de doble bombo y el violín trazando la melodía, alternándose las voces de Xen y Tim y las guitarras acústicas adornando jazzy de Martino, logrando que los diez minutos de duración pasen en un santiamén cuando parecen llevarte de la mano a través de los diferentes pasajes de la canción, sabiendo construir el clímax final de la canción tras un puente plenamente sinfónico, gracias a las guitarras de Benjamin. Pero Ne Obliviscaris defienden “Exul” con uñas y dientes, disparando sin tregua y a la primera de cambio, la pieza más ambiciosa del álbum que no es otra que “Misericorde I - As the Flesh Falls” y Xen dejándose la garganta mientras las guitarras de Matt y Benjamin se sincopan sobre el bajo de Martino, como si fuese violentas y rápidas ráfagas, hasta el fortísimo puente y una recta final que podemos entender como un acceso melódico que lógicamente y gracias a violín como nexo, nos lleva a “Misericorde II - Anatomy of Quiescence”, muchísimos más fácil de digerir y todo un alivio tras la tormenta. Sin embargo, esta composición hay que entenderla como una segunda parte de “Misericorde” y así lo hacen saber ellos, “Anatomy of Quiescence” se entiende mucho mejor cuando Xen nos ha devorado durante los diez primeros minutos de “As the Flesh Falls” y cuando Ne Obliviscaris empiezan a tensar la canción uno ya sabe que nos encontramos ante la verdadera cima de una canción que comenzó hace diecisiete minutos, tan enorme como para vertebrar “Exul”.

Pese a ello, todavía queda “Suspyre”, otros die minutos de vaivenes que el oyente más casual deberá entender como una canción con su propia entidad. ¿No dura casi tanto como la primera parte de “Misericorde”? Por supuesto que sí pero la intención compositiva de una y otra son completamente diferentes y mientras que “Suspyre” es un viaje en sí misma, “Misericorde” es una odisea que hay que entender gracias a sus dos partes. Igual que “Graal” es una auténtica exhibición de Dan tras los parches y, a pesar de los esfuerzos de Tim por llevarla a su terreno, la sensación salvaje de que ”Graal” son Ne Obliviscaris sonando más death que muchas bandas del momento es tan palpable como que “Anhedonia” es la magnífica coda que “Exul” necesitaba tras dos canciones como son “Suspyre” y “Graal” que haciendo gala del virtuosismo inherente de Ne Obliviscaris adolecen del sentimiento o la emoción de las dos partes de “Misericorde” o el comienzo arrollador de “Equus”. “Exul” es un disco notable, valiente y que derrocha buen gusto pero que en su segunda mitad adolece de la fuerza de la inicial y si no me refiero a él como su obra maestra es porque pueden dar de sí mucho más y las últimas dos canciones (excluyendo “Anhedonia”, claro) no alcanzan las cotas de grandeza necesarias, sólo el minutaje. Empero, un disco magnífico, a la altura de su talento.

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