Crítica: Arctic Monkeys "The Car"

Poco me equivocaba con “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018) cuando afirmaba que era el peor álbum de Arctic Monkeys, como tampoco lo hacía cuando prefería no asistir a su gira. No se trata de, como muchos de sus seguidores aseguran, que aquel fuese el intento fallido de este “The Car”, nada de eso, a “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018) no sólo le fallaban las formas, también la composición. ¿De verdad había algún seguidor sobre la faz de la tierra, de esos que se derriten en redes sociales cada vez que la banda publica un single, que eche en falta “The Ultracheese” en directo o, en general, en su vida? ¿He de creerme que alguien necesita escuchar “Science Fiction” en su vida a excepción de cuando se disfrace de Nick Cave de pega en Halloween? ¿Es posible que Alex Turner haya aprendido, por fin, algún acorde de piano para defender las nuevas canciones en directo y no como ocurría durante la gira de “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018) en la que daba tanta vergüenza ajena cuando parecía evocar el espíritu de Errol Flynn golpeando las blancas y negras con su miembro, saliendo este victorioso en las comparaciones? Todas estas preguntas no necesitan respuesta; no porque sean capciosas y formuladas con toda la ironía del mundo, sino porque el tiempo nos ha dado la razón a unos y otros. “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018) es un álbum horrendo que, como todos los discos horripilantes del mundo, ayudan en la nota a sus sucesores y es cierto que “The Car” (2022), con más luces que el anterior y pese que a incluye algunas canciones que siguen rozando la mediocridad, es claramente superior a aquel. El problema viene cuando echamos la vista hacia atrás y lo comparamos con el magnífico “AM” (2013), “Humbug” (2009), “Favourite Worst Nightmare” (2007) y, por supuesto, el inmediato y adolescente “Whatever People Say I Am, That's What I'm Not” (2006), llegando a la conclusión que hasta en “Suck It and See” (2011) había mucho más que salvar.

Con todo, “The Car” (2022), aprueba con holgura; las canciones no son inolvidables pero están más trabajadas, Jamie Cook suena magnífico, la base de Matt Helders y Nick O'Malley es solvente y remite a la magia de los setenta y los arreglos de cuerda están magníficamente compuestos, añadiendo dramatismo y, por qué no, glamour cuando la situación así lo requiere. Mientras que Turner y su característico tono, resuena perfecto en unas letras mucho más afinadas que las escritas en “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018). No es que no haya momentos sonrojantes tampoco; es que suenan más naturales, menos forzadas y uno no tiene la sensación de estar escuchando horribles y pretenciosos ripios sobre música de ascensor. ¡No eres un fan, no amas a la banda, no eres un profesional! -gritarán los más sensibles, mientras leen estas líneas. A esta web hay que venir ya llorado de casa, seamos serios…

Pero lo cierto es que las diez canciones del álbum, desde "There'd Better Be a Mirrorball" tienen carácter de single. Turner nos sube a bordo de su lujoso coche pero el olor de la tapicería sigue siendo el del hule en lugar de piel (seguramente vegana, sin crueldad, tranquilo), evoca a Scott Walker, claro que sí, pero también a The Last Shadow Puppets y esta referencia se agradece porque no suena tan distante a la de aquel, Turner se siente cómodo y, cuando la canción despega, lo haces con él de viaje a los setenta; "I Ain't Quite Where I Think I Am" es un magnífico ejercicio de estilo que no encuentra continuación en "Sculptures of Anything Goes” a pesar de la mordacidad que la letra parece destilar en el cambio de residencia de Turner y el tono sombrío de una composición que pronto nos lleva de nuevo a “The Car” con la amable "Jet Skis on the Moat" y, por supuesto, “Body Paint” y su falsete, narrando una escena de infidelidad. La acústica “The Car” es quizá una de las mejores del conjunto; la guitarra acústica y sus arpegios parecen conducirnos hasta los golpes de Helders pero son los arreglos y el aullido de las guitarras eléctricas los que añaden la tensión, esa que luego, por desgracia, desharán con “Big Ideas”.

Otro acierto es “Hello You” y, de nuevo, los arreglos tiñendo de elegancia toda la canción hasta "Mr Schwartz" (que podría haber firmado Paul McCartney, pero carece de la fuerza que sí evocaba “The Car”) o la sensacional “Perfect Sense” en la que el pulso creativo existe pero entre la letra de Turner y los, mencionados hasta el hartazgo, maravillosos arreglos. Conformando un final tan elegante como sobresaliente en un álbum en el que parecen haber casi domado aquello que querían lograr pero se les escapa en “Tranquility Base Hotel & Casino” (2018). Los amantes de los guitarrazos y las melodías más accesibles, del riesgo y la chulería tendrán que esperar hasta la próxima reencarnación de Alex Turner, pero “The Car” (2022) es un buen ejemplo de que saben hacer las cosas bien cuando quieren y talento les sobra para ello.

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