Crítica: Hypocrisy "Worship"

Cuando suena la guitarra acústica de “Worship” el orgasmo está garantizado; la forma en la que suena, rica en armónicos, desplegando magia y digna de cualquier introducción a un disco que se precie, es sobresaliente. A estas alturas, nadie va a descubrirnos quién es Peter Tägtgren y sé que a muchos les gustará PAIN (no es mi caso) y a los más jóvenes les habrá llegado gracias a Lindemann, pero lo que Tägtgren ha hecho con Hypocrisy es precisamente lo que le ha permitido hacer esos otros proyectos, al margen de la producción para otras bandas, y es que el combo sueco ha escrito su nombre en la constelación del death metal a pesar de su zigzagueante carrera en los últimos años. Sin embargo, “Worship” no es mi disco. La producción corre a cargo del propio Tägtgren y, según suena el clásico muro de sonido al que nos tiene acostumbrados, sabemos que estamos ante una producción del sueco, pero en “Worship” hay varios elementos que no me terminan de gustar. Es obvio que Peter no está interesado en volver a los caminos ya recorridos con “A Taste of Extreme Divinity” (2009) o “Virus” (2005), por no tirar de fluzo y retroceder más en el tiempo hasta joyas como “Hypocrisy” (1999) o “Abducted” (1996), pero en esta última entrega siento que ese clásico muro, que pocas líneas más arriba mencionaba, en “Worship” se traduce en una pérdida de matices brutal, más cercana a la compresión sin sentido que a esa inquebrantable tormenta eléctrica a las que siempre nos ha tenido acostumbrados. Por otra parte, “Worship” posee demasiada melodía en algunos momentos y composiciones, además de un tempo más ralentizado como norma general y, por último y para qué negarlo, son diez canciones de las cuales realmente sólo hay dos que me parezca que tocan el cielo, “Greedy Bastards” y “They Will Arrive”, y sobrevivan al disco.

El comienzo con la propia “Worship”, tras esa acústica, y Tägtgren gritando es magnífico, es cierto que cuando entran en tromba y el riff principal suena se pierde algo de detalle, lo que es una pena porque ese riff vale su peso en oro y parece camuflado en la descarga general. “Chemical Whore” es un single claro, pero peca de esos puntos antes mencionados; es demasiado pausada y melódica, lo cual no es malo perse, si la canción fuese lo suficientemente buena para aguantar sus cinco minutos. Muy diferente es “Greedy Bastards” en la que el machacón riff de apertura y cómo centrifugan las guitarras en su estribillo hacen que merezca la pena y se instale en nuestra memoria, Por desgracia, “Dead World” es mediocre y su letra es, directamente, penosa; no es que Tägtgren diga que “todos llevamos el veneno dentro” es que resuena infantiloide y sabiendo su posición en contra de las vacunas (tal y como él mismo contaba en una entrevista al medio Tuonela Magazine a finales de noviembre, no es algo que me esté inventando sino que está documentado) la convierte en algo aún más pueril e incluso incómodo. 

Es precisamente la misma temática que parece abordar en la lentísima “We’re the Walking Dead” que, pese a su tempo, posee un excelente trabajo en los arreglos y es otra de esas que cuesta olvidar. Todo lo contrario a “Brotherhood of the Serpent” o “Gods of the Underground”, canciones disfrutables pero medianas, no como “Bug In The Net” o “They Will Arrive”, claras demostraciones de que Tägtgren -Hedlund no cuenta (no toca el bajo en el disco y, para colmo, compone las dos más deslucidas) o el noruego Horgh (Immortal) tras la batería (pero también los lápices de otras canciones que tampoco son las mejores)- es capaz de lo mejor, pero tampoco tiene la capacidad para discernir qué canciones están o no a la altura.

Diez canciones y tan sólo dos que merezcan realmente la pena y otras dos que funcionen y serán dos disparos de gracia en directo no son suficientes para que “Worship” pase de las tres estrellas. Pese a ello, es un álbum disfrutable con buenos momentos y el sello de calidad Tägtgren, no negaré que no haya disfrutado escuchándolo una y otra vez durante este último mes, pero también que no regresaré a él como sí lo hago con “A Taste of Extreme Divinity” (2009) o “Virus” (2005) y eso, tratándose de Hypocrisy sí que es una pena.

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