Crítica: Pain Of Salvation "Panther"

De nuevo, Pain Of Salvation, o mejor dicho; Daniel Gildenlöw, me sorprenden. Seré sincero, como no podía ser de otra forma; la última actuación suya que tuve el honor de presenciar fue, precisamente, presentando "In the Passing Light of Day" (2017) y he de reconocer que me sorprendió negativamente; había poca profundidad y nada de lo que escuchaba en aquel álbum, era representado sobre las tablas. Además, Gildenlöw no dudó en dejar claro durante todo el festival su particular forma de entender la vida con su comportamiento (lo dejo a la imaginación del lector). Si poco esperaba de "In the Passing Light of Day", como disco, y me sorprendía al escucharlo, me ocurría inversamente proporcional con su presentación. Así, cuando escuché los adelantos de “PANTHER” (así, estilizado, en mayúsculas) tampoco albergué demasiadas esperanzas, no me convencía el sonido, ni las canciones. Honestamente, no esperaba nada del álbum.

 

Pero, si algo he aprendido tras diez u once años escribiendo en esta humilde web es que no hay que prestar atención a los adelantos o los promos (ni para bien, ni para mal) y hay que escuchar algunos discos con reposo y mimo, el mismo que han invertido sus autores en grabarlos. Y así me ha ocurrido con “PANTHER”, un álbum que confirma el talento de los suecos por los discos conceptuales (los seres “normales” son perros, los espectros son panteras) y el propio Daniel Gildenlöw junto a Bergstrand, se unen a los mandos de la producción de un álbum que, hablando en plata; hay que ser muy anormal para defenestrarlo en doscientos ochenta caracteres y al que hay que regalar tiempo y cariño. No por su complejidad (que la hay, obviamente) sino por esos arreglos y ese sonido que parece mostrarnos la cara más accesible de un disco con tanto vericueto y detalle que aterra la insoportable estulticia de algunos seres que quizá nunca debieron tener teclado antes que un lápiz u orejas en lugar de muñones.

 

“PANTHER” suena aguerrido, exuberante en su sonido y mil y un detalle, “ACCELERATOR”, la voz de Gildenlöw parece serpentear como la de Bowie sobre los versos entrecortados, mientras los teclados de Karlsson trazan afiladas tangentes entre estrofas, hasta esos remansos de paz que tan bien manejan los suecos y con los que nos tocan, repletos de sensibilidad. Del sonido comprimido de “ACCELERATOR” al polvoriento de “UNFUTURE” en el que, sin embargo, es de nuevo Karlsson el que parece recordarnos a Richard Wright mientas el slide zeppeliniano de la guitarra vuelve para no hacernos perder el hilo narrativo y Gildenlöw juega con la voz. “RESTLESS BOY” es tan claustrofóbica como fría, el sintetizador es gélido y sorprende la programación de la batería o la voz de Karlsson, entrecortada hasta el paroxismo, hasta el ‘scat’ del siglo veintiuno. Es quizá “WAIT” aquella que nos ate a la tierra, mientras Daniel se empeña en alejarnos con una magnífica interpretación en una balada que evoluciona a medio tiempo y parece contener tanto pop como influjo oriental en su segunda mitad, me parece brillante…

 

“KEEN TO A FAULT” es otra de las maravillas, ¿7/8? ¿Karlsson volando? ¿Daniel aún más intenso si cabe? Retazos de imágenes y un futuro aterrador o, por lo menos, en la cabeza del vocalista, parece mentira que tanta incertidumbre lleve a una canción de semejante altura, como la minimalista “FUR” que conduce a la homónima al álbum, chocante por el fraseo rapeado del propio Daniel, que quizá no debería pillar por sorpresa a nadie que lo conozca mínimamente (de lo contrario, pensarás que se han vuelto locos). “SPECIES” abre con tanta luz que sorprende en lo que acaba convertida para dar paso a “ICON” y un pequeño pastiche de todo lo exhibido en “PANTHER”, toda la paleta de colores, para trece minutos en los cuales no falta nada, pero sí que sobra algo de minutaje en su introducción o primera parte.

Tal y como dije hace tres años, tras los excelsos “The Perfect Element I” (2000) y “Remedy Lane” (2002) e incluso “Be” (2004), el polémico “Scarsick” (2007) y dos discos como “Road Salt One” (2010) y “Road Salt Two” (2011) que, por suerte o por desgracia, me tocó vivir de alguna manera y, a pesar de su calidad, nunca me terminaron de convencer aquellas influencias bluesy en una banda sueca progresiva que, a la mínima de cambio, nos descerrajaba azucaradas melodías teñidas de desgarros pop y algún que otro forzadísimo acercamiento al delta de mentirijilla desde su apartamento de Eskilstuna, o el emotivo "In the Passing Light of Day", “Panther” es un álbum para disfrutar con tiempo, lo contrario es una necedad. No hagáis caso a la fauna en redes sociales, son sólo perros y, claro, ladran, mientras cabalgamos…

 

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