Crítica: No Devotion "Permanence"

Si tener éxito es complicado y el camino está lleno de esfuerzo y sinsabores, imaginémonos cómo de dura debió de ser la decisión de Jamie, Lee, Mike y Stuart (Luke Johnson abandonó el barco a pesar de haber grabado el disco y por causas que todavía no se han hecho públicas, con lo que ahora es Philip Jenkins quien les ayuda durante la gira de presentación) cuando dieron por concluida su carrera bajo el nombre Lostprophets y volvieron a empezar de nuevo, rompiendo con todo aquello que les relacionase con su anterior proyecto y comenzar a escribir y pensar como No Devotion. Cuando publicaron "Weapons" (2012) no creo que ninguno de ellos se pudiese imaginar el calvario que les esperaría tras el escándalo y posterior condena de su cantante, Ian Watkins. Pero, si precisamente, esta historia tiene algo de mérito e interés para el público es por cómo los cuatro músicos han sabido recuperarse y afrontar lo ocurrido; levantarse y volver a caminar. No me cuesta nada en absoluto separar a la persona del artista, es más; el mundillo está lleno de ese tipo de personajes deleznables que, sin embargo, tienen un verdadero don y con su arte logran que olvides su catadura moral pero, actualmente, me siento incapaz de pinchar un disco de Lostprophets y que lo ocurrido no me afecte, nunca fueron santo de mi devoción pero podía escuchar discos como "Start Something" (2004) o "Liberation Transmission" (2006) y encontrar en ellos algún momento destacable, ahora no. Quizá el verdadero motivo de ello es que Ian Watkins no posee tanto talento como para que sea capaz de olvidar sus horribles delitos.

No Devotion no supone la continuación de la anterior carrera sino un punto de inflexión, personal y artístico, una nueva andadura en la cual no sólo han compuesto buenas canciones y encontrado la voz de Geoff Rickly sino que su propia música poco o nada tiene que ver con la que les hiciera famosos en la pasada década, se han transformado por completo. Si Lostprophets sonaban a una mezcla de metal, nu metal con rock alternativo e incluso hardcore, No Devotion suenan plenamente post-punk, a pop y rock alternativo pero lo suficientemente accesible como para ser capaces de aparecer en las emisoras de medio mundo sin necesidad de hacer ninguna concesión más. Y, paradójicamente, han sacado su mejor disco, "Permanence", que es superior y claramente más emocional, personal y denso que toda su producción anterior.

"Break" es ideal como alegato para este primer disco, pop sintético, ligeramente oscuro y romántico, con bases programdas y sonido post-punk mezclado con el minimalismo de los sintetizadores. Entiendo que a los seguidores de Lostprophets este disco les haya sentado como un jarrazo de agua fría porque en él no hay ni rastro de metal o hardcore, nada en absoluto. "Permanent Sunlight" con ese delay tan marcado no oculta la querencia de No Devotion por U2, The Cure, Joy Division o New Order, anclando su raíces en el rock de los ochenta. La voz de Geoff ligeramente distorsionada y un estribillo pegadizo con suficiente eco como para dejarnos claro que ya no hay ni rastro de las antiguas canciones. La duda que me surge es si este cambio estético y en las influencias de los músicos es honesto, si nace de su corazón, porque me surgen muchas preguntas pero la principal es, ¿si lo que escuchamos en este "Permanence" es auténtico, por qué entonces la música de Lostprophets?

En "Eyeshadow" Ricky canta "So tell me, where's the silver lining in the black shadows of your eyes…", sonando más que nunca a los U2 de la primera época y no sorprende en absoluto cuando Ricky asegura en las entrevistas que fue de las primeras en escribir y que la canción funciona como un pequeño recordatorio para todos aquellos que critican a los irlandeses cuando en sus primeros años sonaban más a Joy Division y todo el post-punk que al actual rock británico o Coldplay, por ejemplo. Habría que recordarles a Ricky en o que se han convertido U2, por desgracia... Mientras que "Why Can't I Be With You?" se hunde más y más en el techno de hace veinte años y logra una textura encantadora gracias al trabajo de producción y la repetición, una y otra vez, casi de manera obsesiva de sus versos.

"I Wanna Be Your God" (obviando el parecido de su título con la de los Stooges) está más cerca a los Stone Roses pero con unas guitarras ruidosas parecidas a Ride que a Iggy Pop o lo suyos, pena que esas guitarras estén tan en segundo plano. La voz de Ricky se eleva en el estribillo, otra vez de nuevo por U2. La oscura y nocturna "Death Rattle" fue escrita antes de que Ricky entrase en el grupo y, según él, "es el sonido de sus compañeros rompiendo todos los discos de Lostprophets". El tratamiento es más duro que en las anteriores, suena más cruda y las guitarras se atropellan entre distorsión con un piano magnífico, la tensión la logran dos puntos; el sonido a electricidad estática que parece comerse la mezcla y la ausencia de Ricky, siendo instrumental. Él entiende que sea así, "no estuve en esa pesadilla que debió ser su vida cuando ocurrió lo de Watkins". ¿Debería haber sido "Death Rattle" la que abriese este "Permanence"? Posiblemente.

Como "10,000 Summers" en la que aseguran que el sol de diez mil veranos es el que aleja los negros nubarrones de su anterior experiencia. En ella es el bajo de Stuart el absoluto protagonista mientras las guitarras de Gaze y Lewis tan sólo aúllan y Ricky es el único que aporta algo de melodía a una canción magnífica. "Night Drive" es valiente por su uso del sintetizador, la más arriesgada junto a "Death Rattle" que, sin embargo, se resuelve de manera pop resultando bastante más accesible de lo que prometía a pesar de todos sus detalles. El claro single del disco, "Stay", es la más radiable y, lógicamente, no es representativa de todo lo que ofrece "Permanence", un estribillo demasiado complaciente y fácil que los lleva otra vez al terreno de los peores y fáciles U2. Mientras que la genial "Addition" se clava dentro de uno con ecos de los ochenta y "Grand Central" (un brillante cierre tanto en el estudio como en directo) despide de manera oscura el álbum, como dice el propio Ricky; "como un cruce entre Bela Tar y David Lynch", para que nos entendamos.

Más que un primer disco parece un manifiesto y, aunque en algunos momentos pueda parecer que peca de poca profundidad, lo cierto es que se siente lo suficientemente sólido como para que uno se ilusione con el sonido y deseé la continuidad del proyecto.   Buenas canciones no faltan e intenciones menos, démosles una segunda oportunidad, todos las merecemos y ellos más que nadie, el resto es cosa suya...

© 2015  Jim Tonic