Crítica: Triptykon "Requiem (Live At Roadburn 2019)"

Sentirse afortunado por ver a una banda o un artista en directo es algo que pocas veces ocurre. En el caso que nos ocupa, Triptykon, o lo que muchos preferimos entender como el proyecto de Tom Warrior, ya he relatado en infinidad de ocasiones lo que sentí cuando pude verle presentar "Melana Chasmata" (2014) y, tiempo después, repetir con los clásicos en directo de Celtic Frost para, un año después, hacer lo propio con el legado de Hellhammer y la oportunidad de estrechar su mano. ¿Se puede ser más feliz? Sí, claro, con este “Requiem (Live at Roadburn 2019)” que, como muchos otros seguidores, siento que es un aperitivo de lo que está por llegar y no el álbum que muchos saludan. “Requiem” es una publicación extraña, el capricho de Warrior y la constatación de que Triptykon hace mucho tiempo que dejó de ser una aventura al margen, una nota a pie de página, para convertirse en un monstruo con entidad propia.

“Requiem (Live at Roadburn 2019)” se compone de “Rex Irae” de Celtic Frost, (‘Into The Pandemonium’, 1987), la única canción original de esta publicación (“Grave Eternal”, dividida en varias partes) y, claro, “Winter” del genial "Monotheist". Por curioso que se lea sobre el papel (o la tinta electrónica) el experimento funciona. La viscosidad que alcanza la composición de Celtic Frost en un formato como el de “Requiem” es algo inaudito, mostrando el por qué los suizos se adelantaron a su tiempo, mientras que las seis partes (sí, seis, has leído bien) de “Grave Eternal” junto a los metales que la adornan en su interpretación en el Roadburn, roza lo épico y confiere un sentimiento de majestuosidad a la banda que echaba de menos y dota de una perspectiva nueva no sólo a Triptykon sino a su futuro.

Warrior se las apaña para aunar la pesadez de Celtic Frost y el sonido denso de Triptykon con la música de un western, gracias a la Metropole Orkest, o la sensibilidad de Safa Heraghi, mientras las guitarras de Santura se desmarcan de lo hecho anteriormente y rozan la elegancia de los setenta. Siendo la apertura mi pieza favorita y flaqueando el experimento en el tercer y cuarto desarrollo, los cuales uno siente que son tan sólo meras excusas para desembocar en la sexta y última pieza; necesarias para la cohesión, excesivas para un directo y entender “Grave Eternal” como una impresionante pieza de más de media hora que deberá ser convenientemente mutilada en el caso de que Warrior deseé interpretarla en directo. Mientras “Winter” parece compuesta para cerrar y elevarnos a los cielos, da igual qué disco cierre; si es el epílogo de una carrera como la de Celtic Frost o sirve de visagra entre la primera parte de Triptykon y lo que está por llegar.

Tom Warrior se desvela a sí mismo como un visionario, no solamente por considerársele un artista seminal en el metal sino porque poseer una visión de largo alcance, con la que ha demostrado que aquello que compuso hace treinta años y en lo que está ocupado actualmente no son simplemente canciones sino partes de un enorme gran cuadro que todavía parece inconcluso y, a pesar de los puntos flacos de “Grave Eternal”, “Requiem (Live at Roadburn 2019)” es el testimonio de un artista que sigue muy vivo actualmente y todavía tiene mucho que decir. Como para no sentirse afortunado de haberle visto en directo en casi todas sus encarnaciones, un puto genio…


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